Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Le pido al lector que imagine que pareciera que el espíritu carnavalezco se apoderó del ámbito político de nuestro país. La comicidad, el humorismo involuntario y mirar al mundo al revés ha sido algo de lo más común durante estos días: parece que el desfile de las populares mojigangas se apoderó de los diversos espacios en donde lenguaje hiperbólico y grotesco fue una constante. Lo más triste es que ha dejado de ser algo risible y poco sorprendente, pues entre las mentiras, la obscenidad, lo vulgar y el cinismo, en México se ha desarrollado un estilo de comunicación muy peculiar que termina por enganchar a quienes serán su próxima fuerza electoral. Esa es la audiencia que entiende con facilidad un mensaje que no aspira a transmitir nada más allá que fruslerías, ataques, estériles celebraciones y cínicas sonrisitas.
Así, entre el baile de las máscaras del descaro, arlequines, polichinelas y varios Pierrot lucieron sus mejores galas cuando se trató de comentar, hora tras hora, el juicio de Genaro García Luna, quien ocupara el cargo de Secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón. Luego de que un jurado norteamericano lo declarara culpable de los cinco delitos de los que fue acusado, las reacciones estuvieron apegadas a un guión muy predecible; su gabinete y toda alma que simpatiza con su gobierno, de manera inmediata, celebraron un veredicto que coloca al PAN sobre un terreno pantanoso del que difícilmente saldrá bien librado. Y las declaraciones de su propia dirigencia han terminado por enlodar un plumaje que, ya de por sí, era poco prometedor.
No obstante, lo gracioso radica en la celebración: sólo el caradurismo podría permitir vanagloriarse de una victoria ajena. Y, más aún, adjudicarse, en cierta manera, que esto fuera posible. De inmediato se comenzó a generar una narrativa en la que el ex presidente Calderón sería el nuevo protagonista de un futuro juicio en el que el actual gobierno se constituiría como el mejor espectador. En efecto, como un simple testigo que aplaude el trabajo de una corte norteamericana, pero que no ha sido capaz de demostrar que la justicia sea una de sus mejores áreas.
De hecho, ha sido señalado por aplicar la ley a extraños, protegiendo a los propios con el manto de la retórica presidencial y un poder judicial que se ha doblegado en más de una ocasión ante esas milagrosas palabras que purifican toda culpa de sus más allegados y allegadas. Además, resulta "extraño" que,
según la historia que parece dominar el actual inquilino de Palacio Nacional y sus coros de estridencia, los males de nuestro país se concentran en los dos sexenios administrados por Acción Nacional.
Mínima inteligencia, podría ignorar que ese entramado que pone en evidencia la complicidad entre el crimen organizado y los gobiernos federal y locales, no se origina ni alcanzó su máxima expresión durante esos años: entre el inefable Peña Nieto y los abrazos como estrategia de combate a la inseguridad, "algo huele mal en Dinamarca".
Y, por si fuera poco, se ha llegado a vincular la marcha a la que se ha convocado para mostrar el apoyo y defensa del INE ante el embate del llamado Plan B con esa desaforada narrativa. Con ese tono de carnavalesco humor, desde la tribuna de Palacio Nacional, pasando por la excelsitud de las y los legisladores del partido oficial y quien tiene una red social en la mano, se ha revelado el nivel de discusión que quieren imponer, en donde la apuesta por la ignorancia es un mejor aliada: a fin de cuentas, en esto sólo se puede acusar de seguir un guión bien establecido y de orquestar un coro que porta las máscaras del cinismo, que baila bajo el ritmo de los Locos del Complot y que nunca llevarían a cabo un plagio.
Lo he señalado en otras colaboraciones, en casi todo el mundo civilizado es motivo de orgullo ser triunfador, si te van bien las cosas y logras éxito, más allá de la importancia que cada cual otorgue a los distintos ámbitos donde se puede florecer, en el personal, en el familiar, en el intelectual, incluso, yo que no creo casi nada, entiendo que habrá también quien cree que tiene éxito en lo religioso, los sanos valoran el éxito en salud, y los ricos y acomodados valoran su posición económica. Digo casi en todo el mundo, porque aquí en México, pero, en general, en las sociedades latinas, ser rico genera vergüenza. ¡Así nos va!
La culpa es vieja, ya las Escrituras hacían un comentario tan estúpido como genérico cuando mencionaban la incompatibilidad de caracteres entre ser rico y entrar al cielo. Pues menuda estulticia. ¿A qué clase de rico se referirían? Las más grandes obras de beneficencia, los actos de ayuda humanitaria más importantes y desinteresados, los generosos corazones de personas altruistas son en la mayoría de los casos, propiedad de gente rica.
No soy político, no vendo mi opinión, ni mi dignidad, trabajo lo que puedo, ahorro un poquito, y trato de vivir como dios, porque vida sólo hay una y ésta es la que me tocó y se me va a acabar en friega, nada más que me descuide tantito y ya me cargará el payaso. Por eso mientras dure, seré feliz, intentaré ser rico, ayudar a quien se deje ayudar y comerme la vida a puñados grandes, de ésos que casi atragantan.
La vergüenza de ser rico solo puede sentirla quien lo logró de manera infame, el dinero mal habido no es motivo de orgullo, pero el bien ganado, el bien sudado, cada uno se lo gasta como le sale de sus muy personales partes pudendas. La izquierda ha vendido bien su falacia, muy especialmente ésta no tan nueva, izquierda bolivariana y populista; siguen dogmas a la perfección y aciertan porque exacerban la falacia de la igualdad, la injusticia del que tiene contra el jodido y, encuentran en el rico el enemigo que posee parte de lo que nos toca. El secreto no está en quitarle a los ricos para repartir, el asunto es generar riqueza para todos. Los ricos serán más ricos, bravo, pero los pobres, menos pobres y con chance de mejorar mucho, súper bravísimo. La otra alternativa es estar todos en la lona. Por su parte, la derecha lo vende todo mal, no ha sabido cambiar su discurso. La libertad es otro valor irrenunciable, y suele ser una tentación de estos nuevos gobiernos de base mentirosa, por eso a éstos les gusta tanto la idea de desarmar el INE.
En buen plan, que no nos quiten la ilusión, que no acaben con la poca paz que aún tenemos y que nos dejen seguir eligiendo libremente, aunque seamos tan tarugos de volver a elegirlos a ellos.
Aprovecho el espacio para recordarles que la decisión presidencial de estirar lo más posible la liga queda de manifiesto en la publicación del decreto de la reforma de las leyes que integran el plan B electoral.
No escapa al conocimiento del mandatario que el destino probable de ese plan sea el del fracaso tras la derrota de la reforma constitucional del régimen electoral. (Vale la pena leer el artículo "La hora de la corte y del Tribunal Electoral de Jorge Alcocer en el sitio web del mensuario Voz y Voto, https://bit.ly/3KQRtxj). Él mismo ha dicho que si aquello sucede, no pasa nada. Sin embargo y a sabiendas de ello, no lo tentó la idea de ejercer el veto de bolsillo (cancelar la publicación del decreto) ni mostrarse capaz de corregir un error, aflojar la presión sobre los ministros de la Corte, congraciarse con quienes han impugnado esa reforma y recuperar la bandera que le regaló a la resistencia civil y la oposición partidista, dejándolas sin nada que enarbolar.
No, mantuvo estirada la liga pese al costo que tenga en las urnas, confinando en el respectivo extremo a seguidores y perseguidores, a cambio de polarizar las posturas y a fuerza ganar la próxima contienda por el Ejecutivo, aunque abriendo una interrogante sobre el dominio del Legislativo.
Fiel a su costumbre, el presidente no oculta su estrategia, la despliega, aun si el factor externo (prensa, gobierno y congreso de Estados Unidos) busca incidir en ella, consciente que, si la liga revienta, el ligazo del desastre lo golpearía a él, a nadie puede llamarse a engaño.
También hay claridad en otra cuestión. Las dirigencias de los partidos opositores no ofrecen ninguna garantía a los organismos y las personalidades de la sociedad que los instan a coaligarse y, unidos, ofrecerle competencia al gobierno y su partido. A ellas ni necesidad de ponerle zancadillas, se tropiezan solas.
La reacción del panista Marko Cortés ante el revés supuesto en la declaratoria de culpabilidad de quien fuera el policía estrella de los gobiernos que su partido impulsó, lo pinta no de azul, sino de cuerpo entero, dejando ver su interés por preservar a su grupo al frente de ese partido, ajeno la idea de construir una auténtica opción de poder. La situación del priísta Alejandro Moreno, otra vez emproblemado con la legalidad y la legitimidad de su mandato después de agosto, es aún más lamentable: revela su empeño por salvar el pellejo y, si se puede, la fortuna. Y no hay mucho que decir, de la limosna política que busca con ansia la dirección del perredista, Jesús Zambrano.
Con ese vínculo político la alianza Va por México y los organismos sociales no llegarán lejos. Ahí se explica, quizá, por qué Movimiento Ciudadano se aparta de esa aventura. Más vale ir solos qué mal acompañados.
Y se sabe, en este juego de estirar y tensar la liga para disparar al contrario el castigo es parque, liga, ligazo, patada o manazo.
La lucha genuina de quienes lo siguen ha enfrentado otra dolorosa derrota. Definitivamente el poeta se equivocó. |
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