Por lo pronto no no exagero. En el siglo 21, el populismo fascista y el autoritarismo tiránico no tienen porqué tener la misma escenografía ni las mismas modalidades en la Alemania Nazi ni en la Italia de Mussolini.
La elección de Donald Trump en 2016, con todo lo desastroso que ha sido su gobierno, tuvo y tiene la virtud de hacer una radiografía del entramado que sostiene la democracia norteamericana y mostrar sus puntos débiles.
En su magnífico libro “Sobre la Tiranía”, Timothy Snyder analiza los acuerdos escritos y especialmente los no escritos en los que está basada la democracia americana y cómo el Partido Republicano, especialmente a partir de 1994-1995 ignora y viola los acuerdos informales, los llamados “pasamanos” o límites democráticos a los que se atuvieron ambos partidos y construye un movimiento de derecha ultramilitante hasta llegar al inesperado triunfo de Donald Trump en 2016.
Afortunadamente, la pandemia y el manejo irresponsable de Trump, así como el aprendizaje del Partido Demócrata de las lecciones de la derrota de 2016, auguran una gran victoria para la candidatura de Joe Biden a la presidencia y de Kamala Harris a la vicepresidencia; así mismo, se augura que mantendrán la mayoría en la Cámara de Representantes y probablemente obtendrán también una mayoría en el Senado, no se sabe qué tan robusta. Pero sin la pandemia, estas elecciones pudieron haber sido el 1933 de la democracia americana. Sin la perspectiva de tener que ganar una reelección, una segunda presidencia de Trump no tendrá remilgos en avanzar aceleradamente en su proyecto destructor. Es con esta perspectiva que pienso en la importancia de una derrota contundente del gobierno de Trump, irónicamente puede ser una gran victoria para fortalecer internacionalmente el proyecto democrático al tiempo en que no todas las cartas jugarán a favor de México. No me refiero a que Joe Biden vaya a vengarse del abierto apoyo que el actual gobierno mexicano dio a la reelección trumpiana; frente a los retos que enfrenta el próximo, no imagino en él tal mezquindad. Y en cuanto a los altos funcionarios y empresarios mexicanos que apoyaron a Trump, pienso que la vergüenza eterna de los asistentes a la infame cena en la Casa Blanca es suficiente castigo para ellos.
La derrota de Trump será positiva para el mundo, pero nosotros tendremos que hacer uso de todas las artes diplomáticas acumuladas dentro y fuera del gobierno para impedir que ciertos aspectos de la política comercial y fiscal anunciadas por la campaña de Joe Biden nos sean lesivos.
En su Buy America Fact Sheet, la campaña de Biden anuncia un impuesto de 30.8 % a las ganancias de compañías norteamericanas que produzcan fuera de EEUU.
“Este impuesto también se aplicará a Call Centers o servicios de compañías americanas ubicadas en el extranjero, pero dando servicio en EEUU”, algo no muy diferente a lo anunciado inicialmente por Trump. Biden también anunció penalidades y regulaciones para compañías que inviertan fuera de EEUU y negará deducciones fiscales a compañías que creen empleos fuera de EEUU.
¿Qué tanto de esto contraviene los acuerdos contenidos en el T-MEC, ya de por si difícil para México?
¿Qué tanto se trata de retórica electoral? No lo sabemos, pero lo sabremos pronto.
Y también sabremos si el Presupuesto 2021 tomará en cuenta estas enormes dificultades para el sector más dinámico de la economía o como ha venido sucediendo, será ciego a la realidad.
En otro contexto, las democracias son imperfectas, tienen horadaciones inmensas que permiten deformaciones brutales. Las excepciones ya son demasiadas.
Por ahora lo único rescatable de la democracia electoral parece ser la “incertidumbre” en el resultado. La democracia mexicana aprendió a conjugar un solo verbo: “simular”.
Dicen, comentan, circulan versiones, poco creíbles, pero igual curiosas, de que cuando AMLO se enteró de los resultados electorales en Coahuila e Hidalgo se enojó, atribuyó a las confrontaciones en Morena parte de la derrota, y pidió a Alfonso Ramírez impugnar a la brevedad los procesos por fraude. Incluso dicen tuvo que asistir a su médico para controlar su salud. Lo cierto es que pocos esperaban estos resultados. Desde luego el PRI mantiene presencia en los estados que gobierna. Las elecciones locales tienen un ritmo y una percepción diferente a las federales entre la población.
Son más cercano y afectan su vida cotidiana. Los actores son conocidos por sus comunidades. Su labor es más comprensible y son políticos más accesibles para atender sus necesidades. Es decir, lo local no puede extrapolarse a lo federal, pero sin duda marcan rumbo en percepciones y cuestionan el profesionalismo de las encuestas.
Sorprendente el carro completo en Coahuila, habrá impugnaciones, pero este fenómeno no se daba en elecciones recientes. Ni Morena en 2018 tuvo ese predominio. La mayoría en el Congreso federal se debe a sus alianzas electorales. En Coahuila la explicación es de nivel local, de cómo los coahuilenses perciben a su gobernador y su confrontación con el Congreso, dominado por Morena, que causa polémica y frenó el desarrollo del Estado. Curiosamente el PAN, que siempre fue segunda fuerza, ahora fue desplazado por Morena, hecho a considerarse en 2021.
Hidalgo también con un buen gobernador, que enfermó de COVID-19 y luchó por proteger a su población, tuvo resultados impresionantes pues el PRI recuperó los municipios más poblados de la entidad. Incluida la capital, el PRI ganó 32
municipios, de 84, Morena solo 6 municipios y sus aliados ganaron 17. Ganó el PAN 11 y algún independiente. Lo importante es que, pese al COVID-19, los ciudadanos actuaron como representantes de casilla y los electores salieron a votar.
No fue copiosa la votación, como suele suceder en las intermedias. Pero sí inédita por pandemia. Fueron elecciones muy exitosas en su organización y operación y en la participación ciudadana, pese a riesgos. Había además nubes en el proceso. La detención del exsecretario Cienfuegos en EEUU sorprendió a toda la clase política y al país.
Nadie sabía qué sucedía, sin información y con especulaciones varias, sobre todo por la trayectoria del general, premiado incluso antes de su retiro en los propios EEUU. Se especula si AMLO estaba enterado, lo que niega. Incluso hay rumores de que estaba de acuerdo con la detención de quien fue tan duro en sus expresiones en la defensa de las Fuerzas Armadas, a las que AMLO descalificaba y denigraba constantemente.
Si esta detención era más una acción para apoyar la candidatura de Trump en el tema de México y el narcotráfico. En fin, entre los abrazos y llamados a cuidar al Chapo y su familia, también corre el rumor de que no se le informó por posible contubernio con el narco. La tibieza con la que ha actuado el gobierno mexicano sorprende.
Parece que la denuncia proviene de un testigo protegido, lo cual obviamente le resta veracidad a la acusación de narcotráfico y lavado de dinero. De reclamos a nuestro vecino sobre guerras y pérdida de territorio, no ha exigido disculpas como a España o al Vaticano.
Ni México, ni AMLO, salen bien librados de este episodio que lastima cooperación internacional y soberanía.
Además de su gran dignidad, Cienfuegos era conocido por su rectitud, su lealtad al país, si tuviese” cola que le pisen” sus discursos contra AMLO no hubiesen tenido credibilidad. No se hubiese atrevido a cuestionarlo como lo hizo. La supuesta réplica de AMLO en los medios para defender sus políticas no es tal. Se trata de ejercicios de sometimiento y confrontación, para acallar voces críticas y descalificarlas. Las persecuciones abundan, aunque le diga a Loret que no se preocupe por la denuncia de Pío, porque en política él no tiene familia.
¿Cómo entonces Pío recaudaba “donaciones” para la campaña de su hermano?
De juez a tirano va el camino. Ya resolvió que la persecución de Loret no terminará con cárcel. Pero igual se arrepiente como en el caso de los expresidentes y decide juzgarlo, aún si no hubiese denuncia de por medio, violando el debido proceso y la presunción de inocencia. En realidad, es otra maniobra de AMLO al no poder estar en la boleta, el generar indignación y voto. La justicia dice, está por encima de la Ley, la SCJN ya ha vivido la presión. Tocará ahora al TEPJF y al INE. Pero por lo pronto festejemos los procesos cívico-políticos de Coahuila e Hidalgo. |
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