Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando
No son tiempos sencillos en México, la austeridad es un error. Un error que no sólo erosiona la administración pública, sino que afecta a los más pobres, retrasa el desarrollo y termina por cobrar vidas humanas.
Un error culposo, además, en tanto que pueda haber sido previsto con sólo leer la sección internacional de cualquier diario, durante los últimos 10 años.
No es, ni por asomo, una coincidencia que, en ese período, los grandes movimientos sociales en los países de la OCDE, compartan, como denominador común, el repudio a unas medidas de austeridad que no hacen sino reflejar la crueldad del Estado cuando se olvida de que sus acciones inciden no sólo sobre cifras, sino sobre personas de carne y hueso.
Personas de todo tipo. Personas con nombre y apellido, con sueños y ambiciones, con diplomas y medallas: hombres y mujeres entregados al servicio público. Personas que tienen necesidades y derechos para satisfacer y salvaguardar.
Ciudadanos de a pie, que vive en sus tragedias cotidianas; y que bastante tienen con los retos del día a día para someterse a sacrificios adicionales.
Sacrificios incomprensibles, cuando se dictan como condición de las acreedores; sacrificios innecesarios, cuando son producto de " decisiones de política pública sin el suficiente sustento".
La austeridad es un error: la austeridad republicana es un error más grande.
La austeridad es dolorosa. La austeridad es un factor que será importante en tanto las decisiones que la sustentan lleven a la población por debajo de los umbrales de la pobreza.
Un error que la oposición no ha sabido capitalizar; un error al que, en cualquier momento, le va a empezar a salir los indignados.
Sé, y esta columna cree que desde la Revolución Francesa, cuando entró en uso la geometría política que divide las parcelas ideológicas entre derecha e izquierda, esta última se ha identificado con aquellas posiciones que defienden la equidad social y buscan abolir las causas y legítimas de los privilegios y la desigualdad.
A lo largo de la historia, muchas causas y movimientos políticos se han ubicado dentro de la franja ideológica de la izquierda.
Ese es el caso del republicanismo, el laicismo, la cancelación de los privilegios aristocráticos, la abolición de la esclavitud y la consolidación de los derechos laborales, entre otras muchas causas políticas que tienen su origen en la búsqueda de equidad y justicia.
Tal vez el tema más importante para la agenda de la izquierda en este momento sea la reducción de la desigualdad económica.
Cuando la desigualdad entre ricos y pobres se hace cada vez más grande, muchos de los supuestos que dan a la sociedades un sentido de justicia, como el de que todos partimos de un piso parejo, así como el valor del mérito y el esfuerzo como formas de progreso personal y económico, pierden sentido; se vuelven promesas rotas.
La reforma fiscal está en el centro de las políticas para abatir la desigualdad social.
Una reforma fiscal redistributiva debería estar en el centro de la propuesta de política pública de izquierda y la más importante prioridad legislativa, de un gobierno que busque la equidad social.
En la entrevista que dio la revista Proceso, el ex secretario Urzúa dice: "El Presidente no quiere hacer una reforma fiscal".
"Yo sí, porque creo que es la única manera de abatir desigualdades".
Por eso resalta la digna postura de Carlos Urzúa, porque se fue diciendo, develando, fijando su posición.
Debemos recordar las frases de Simón Bolívar: "El que manda debe oír, aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores".
Observo y creo que gobernar un país como México es endiabladamente difícil. Sacar al país de las ruinas que las pasadas administraciones nos dejaron es una tarea titánica que requiere mucho más que voluntad y sentido común.
Con puro sentido común no se construye, no se acaba con la impunidad, no se deciden las obras de infraestructura, no se redistribuye el ingreso, no se atrae inversión.
Pues bien, como lo he comentado en este espacio, AMLO ya presentó su plan de rescate de Pemex.
Busca bajar carga fiscal y aumentar las aportaciones fiscales para, en tres años, equilibrar sus finanzas.
La propuesta no es bien recibido por los mercados que la analizan.
Según Citibank, no hay nuevas ideas ni mejores acciones. Los recursos no serán suficientes y no resuelven el problema estructural. Por lo tanto, puede bajar la calificación.
El plan no dará resultados, por lo que en 6 meses se verá una baja en las calificaciones.
El Economista sostiene que el plan es mucho de nada, pues no entienden la fragilidad de Pemex, lo que aumenta la posibilidad de que Moody's reconoce el esfuerzo oficial de apoyo a Pemex, pide incrementos en exploración y explotación, y apuesta que se puede lograr conversión y reanudar proyectos.
Pero todas estas expresiones y juicios chocan con la voluntad presidencial.
Se ha pensado incluso en colectas populares para salvar a Pemex como en la época cardenista. El problema es simple.
Pemex debe aumentar producción y explotación, a través de coinversiones, en aguas profundas, porque no contamos con la tecnología requerida. Toma años el proceso.
Pero Pemex ha cancelado contratos para ubicarse en aguas someras y tierra.
En otro contexto: "En el mundo real, cuando llegas a donde estoy yo, hay otras cosas que pones en consideración", dice el personaje que interpreta al periodista Mike Wallace en la película El Informante.
En la trama, Wallace reclama a su productor (interpretado por Al Pacino) que esté filtrando al New York Times detalles de la pugna dentro de la CBS, que amenaza con impedir la salida al aire de una investigación periodística sobre la industria cigarrera.
"No estoy hablando de ser una celebridad, no es cuestión de vanidad, explica Wallace". A lo que me refiero es lo que pones en consideración cuando estás más cerca del final de tu vida que del principio de ésta.
Qué crees qué es lo que uno piensa en esa etapa. ¿En el futuro?... ¿En el fin del mundo haré esto? o ¿Quiero convertirme en aquello? No.
Lo que piensas en ese momento es: Al final, cómo voy a ser recordado, cuando me haya ido.
Porque la historia recordará sobre todo lo último que hiciste.
El presidente AMLO ha repetido en diversas ocasiones que la Secretaría de Gobernación ya no es como antes, que ahí ya no regañan, que esa dependencia ya no asusta.
Y qué bueno que como consecuencia del cambio de gobierno, en la Segob ahora se busque más un perfil dedicado a los Derechos Humanos.
Olga Sánchez Cordero no gravita ya sobre la nada laica alianza de la Presidencia de la República con las iglesias evangélicas.
Y recuerde la facultad de obrar o no con plena responsabilidad se conceptualiza como libertad, en tanto que la manifestación o especificación para el entendimiento se define como expresión.
La libertad de expresión es un constructo humano que permite viabilidad a su esencia, existencia y presencia tanto cognitiva como afectiva.
Entre la propuesta filosófica y el anclaje del documento de la ONU el reconocimiento de que el humano es un ser que por su propia naturaleza está constituido para pensar. Aceptar y garantizar la facultad del razonamiento es estructurar la viabilidad de existencia a través de la libertad de su pensamiento. |
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