Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
Hoy en día cada vez que veo las imágenes de los tanques moviéndose alrededor de las fronteras de Bielorrusia y Ucrania, es como si estuviera viendo el movimiento de las legiones romanas en la época del imperio romano o a los soldados soviéticos del primer frente de Ucrania qué fueron los primeros en entrar en Auschwitz. El lugar estaba casi desierto: erraban en él, esqueletos entre la nieve, unos 9 mil sobrevivientes que habían logrado sustraerse a la evacuación del campo, la llamada Marcha de la Muerte. Hoy las guerras han cambiado.
A pesar de que la gente seguirá muriendo la desgracia y los jinetes del Apocalipsis seguirán cabalgando sobre las ondas del conflicto, las guerras modernas y las que vendrán. El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias. Las guerras modernas son, en primer lugar de carácter cibernético. Eso de haber puesto toda nuestra vida en la palma de la mano, y depender tanto de ese aparato, y que además es el que define nuestros sueños, ambiciones y necesidades, tiene y tendrá consecuencias de gran relevancia.
La Segunda Guerra que vendrá será provocada por ese jinete que trae el frío, acerca el invierno y produce el hambre, y será una guerra energética. Lo que ha pasado con Ucrania, Rusia y Estados Unidos como principales protagonistas del conflicto ha puesto en primer plano lo que el verdadero poder. El verdadero poder reside en la posesión y la administración de los recursos energéticos.
Quien tiene el gas, el litio y el petróleo tiene el poder.
El gas, al igual que el petróleo, son recursos que, así quemáramos todos los bosques o explotáramos todas las minas, no se puede improvisar.
Ucrania ha sido la última puesta en escena y la última superproducción sobre cómo eran las guerras de antes. Es más, visto lo visto, después del juego de inteligencias, claramente ganado por Vladimir Putin, y la capacidad que ha tenido de poner a temblar al mundo, sin saber muy bien por qué, lo que más me ha inquietado ha sido ver como al mismo tiempo que se retiraban de la frontera de Bielorrusia y Ucrania algunas unidades rusas, en ese mismo instante comenzaron operaciones de ciberataque en Europa. Las guerras hoy son, sobre todo, guerras de inteligencia.
Hay muy pocos países en el mundo con la capacidad para defenderse. En esta exclusiva lista probablemente se encuentran Estados Unidos, Israel, Rusia y China. Energía y tecnología. El mundo cibernético y los recursos energéticos. En la actualidad, todo gira y girará en torno a estos dos mundos.
Desde Chechenia a Siria, pasando por Ucrania, la Rusia de Vladimir Putin ha estado implicada en varias guerras desde la caída de la Unión Soviética en 1991.
El Papa Francisco instó a los fieles a rezar por "quien nos ha tratado mal es lo primero para transformar el mal en bien". El Papa lamentó que los pueblos cristianos se vean entre ellos como "enemigos" y piensen en hacerse la guerra al tiempo que ha defendido que "poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande".
Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos. Sus comentarios, aunque no ha dicho expresamente a que se refería, coinciden con un momento de escalada militar en la frontera entre Ucrania y Rusia, ambos países de mayoría cristiana ortodoxa, aunque con iglesias separadas.
El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, firmó en 2019 un decreto que otorga a la iglesia ortodoxa de Ucrania la independencia de la de Rusia. En el Palacio Apostólico Francisco ha lanzado la siguiente pregunta: Es posible que una persona llegué a amar a los propios enemigos? Para el Papa este gesto "sería imposible" con las únicas fuerzas del hombre, pero ha señalado que " Dios da la capacidad de hacerlo". Con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quién nos hace mal. Así hacen los cristianos. Finalmente ha instado a los fieles a rezar, y ha agregado: "Que la Virgen María nos ayude a ser constructores de paz hacia todos, sobre todo hacia quien es hostil con nosotros y no nos gustó".
La mayoría de los ucranianos siguen el cristianismo ortodoxo, pero el país también alberga su propia rama de la Iglesia Católica, que practica un rito oriental similar al culto ortodoxo mientras proclama lealtad al Papa en Roma.
El abrupto reconocimiento por parte del presidente Vladimir Putin de dos autoproclamadas República rusa en el este de Ucrania - Donetsk y Lugansk, ha puesto al mundo en la tensión militar más grave desde la crisis de los Misiles de 1962, pero también trae a la memoria un episodio que precedió a la Segunda Guerra Mundial: el respaldo de la Alemania nazi a los sudetendeutsche o sudetes en 1938.
Me llama la atención lo poco que se habla de los ucranianos en todo este conflicto que tiene con Rusia. Al final, son los que ya están sufriendo las consecuencias. Estoy hablando de más de 44 millones de seres humanos que hoy están durmiendo con el Jesús en la boca esperando que los rusos no se atrevan a invadir su país. En una guerra, seguramente ganarán los rusos por la superioridad militar que tienen. Sin embargo no será un paseo de campo. Ucraniano pinta en el escenario económico global.
Y México cómo va a jugar en esta coyuntura internacional? Por supuesto que vamos a salir a apoyar posibles soluciones pacíficas a conflictos bélicos. Pero más allá de eso, ¿qué hará nuestro país? ¿Se alineará a las democracias liberales de América del Norte y Europa o coqueteará con las autocracias rusa y china para presionar a Washington? No lo sé. En la coyuntura actual, México requiere una política exterior para defender sus intereses frente al mundo. Para muchos, el conflicto de Ucrania es algo muy lejano, muy apartado del interés nacional. Hoy vivimos una crisis interna de seguridad, una muy complicada situación económica y una turbulenta y cotidiana catarata de acusaciones personales desde otros ámbitos. Ucrania queda lejos. Pero lo cierto es que lo de Ucrania es una crisis global que nos afectará de muchas y muy diferentes maneras, comenzando por lo obvio, el precio de los energéticos.
Con un factor adicional: nuestras elecciones del 2024, se puede asegurar desde hoy, serán no solo disputadas, sino también absolutamente polarizadas, será el enfrentamiento clave entre dos proyectos antagónicos de nación. Nadie debería dudar que, en este contexto, se dará un escenario idóneo para cualquiera que quiera jugar con la división y la confrontación interna. No es ni siquiera un tema de resultados electorales: en el último referéndum realizado en las provincias secesionistas de Ucrania, por amplísima mayoría ganó la decisión de seguir en Ucrania, hoy, parte de estas provincias están bajo control ruso.
La invasión a Ucrania no es un hecho que esté a miles de kilómetros de distancia, aunque así lo parezca. En un mundo conectado como el que tenemos, se trata de un fenómeno que va a afectar de manera directa nuestra vida, tan cerca como si ocurriera en nuestro entorno inmediato. El tema con Ucrania no sólo es económico. También es político. Si México, por diferencias políticas con Estados Unidos, prefiere alinearse con Rusia y China, podríamos propiciar una crisis estratégica que ni siquiera nos imaginamos. Vamos a depender de la habilidad de persuasión y la ascendencia de Marcelo Ebrard y otros personajes, que de una alineación mexicana distante de Estados Unidos sería un auténtico suicidio para México y para su gobierno. Ahora una sola nación parece reescribir las reglas del juego que involucra a todos. De ahí la importancia de guardar la calma, afinar la política interior y aplicar la inteligencia diplomática que, más de una vez, ha distinguido al país y le ha permitido salir avante de complejas encrucijadas.
La osadía militar perpetrada por el mandatario ruso Vladimir Putin contra Ucrania, aparte de transgredir la frontera y violentar la soberanía de ese país, ha puesto al descubierto una realidad: la fragilidad del entramado institucional de la diplomacia multilateral, regional y bilateral de más de una potencia occidental, mientras China mira con particular interés cuanto ocurre.
En la escala nacional, la nueva circunstancia internacional obliga, aún si se insiste en el concepto, a empatar la política interior con la exterior y asegurar hasta donde sea posible la recuperación económica.
Es incongruente pedir hacia afuera la solución pacífica de los conflictos, el diálogo, la no intervención y el apego al derecho, cuando adentro se anima la confrontación, se repudia la negociación, se interviene o invade la esfera de los órganos autónomos y se pone en duda la vigencia del Estado de derecho. No se puede mostrar titubeo afuera y presumir cero zigzagueos adentro. Es absurdo instar a cerrar frentes allá y abrirlos aquí.
Es contradictorio instar a buscar el equilibrio y el centro en el exterior y borrarlos al interior.
Sí, ciertamente, es la hora de las definiciones políticas y diplomáticas reconociendo la circunstancia y el margen de maniobra, ingredientes fundamentales en ambas actividades, donde con frecuencia postular y defender principios exige cierta dosis de pragmatismo.
Hay, pues, mucho que hacer en poco tiempo. Conciliar las convicciones con las condiciones exige calma, inteligencia.
El realismo político se impone una vez más sobre el idealismo, la fuerza sobre el diálogo y la negociación, el poder duro sobre el blando y la dominación sobre la más elemental soberanía. Ninguna guerra es limpia.
La historia lo enseña y la realidad presente lo confirma. El presidente ruso nació cuando su Rusia era un imperio y quiere morir en una Rusia imperial. Ya sometió a Georgia, a Bielorrusia, arrebató Crimea y ahora va por toda Ucrania.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, defendió las sanciones económicas impuestas a Rusia y advirtió que, si está medida no detiene a Putin, la otra alternativa será ir "a una Tercera Guerra Mundial. |
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