Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando En política no mata perder, mata el ridículo. ¡Así como lo están leyendo! No cabe duda que la mecánica de comunicación social intensiva que AMLO ha desplegado a través de sus conferencias mañaneras, le ha permitido no sólo fijar la agenda pública cotidiana y establecer una interlocución permanente con los medios, sino enviar el mensaje a la población de que está conectado con sus aspiraciones y expectativas; es decir, de que su gobierno está cerca de la gente y la toma en cuenta. Los mensajes cotidianos del presidente han inundado el espacio de la comunicación social. La presencia casi omnipotente de AMLO en el espacio de la comunicación social no es ni neutral, ni intrascendente cada objetivo que coloca en la mesa de la agenda pública tiene repercusiones, por cierto, no siempre deseadas, porque se trata de la voz del primer mandatario más popular que hemos tenido. Valdría la pena que sus estrategias de comunicación le recordaran que cualquiera de sus frases sueltas tienen un impacto en la opinión pública y puede convertirse en arma de confrontación social, sin que ese sea necesariamente el propósito que se persigue. Es claro, su liderazgo es popular y su figura omnipotente y las personas confían en él. Sus reivindicaciones son concretas y han encontrado la tierra fértil que promete cosechas. López Obrador nunca fue un político convencional, ni en su esencia ni en su actuar. Político de tierra, jamás de aire como fue la tendencia en los últimos 22 años, se convirtió en la cabeza de la izquierda social. Su discurso simple consistente: primero los pobres, y contra la corrupción que los hace pobres. Lo que sí es cierto es que el discurso de la victoria es conciliador, y AMLO plantea que gobernará para todos. Y en la misma frecuencia ofrece moderación y prudencia en política económica. AMLO siempre ha admirado el pasaje de la historia burgueses de Calais, qué derrotados y humillados, en el siglo XVI, pidieron humildemente clemencia y, en un acto magnánimo, su Majestad, Eduardo III de Inglaterra, los perdonó. Los medios de comunicación, con notables excepciones, se han replegado. Los gobernadores se han doblegado, salvo uno o dos casos. El federalismo en México es y siempre ha sido pacotilla. No puede haber independencia si el 80% de los recursos provienen de la SHCP. El principal contrapeso real que queda en pie, son los mercados y las calificadoras que no se callan, con los consecuentes efectos. La 4T está revelando que el entramado institucional que se levantó en los sexenios previos al 2000 y durante la alternancia, es un castillo de naipes. Si bien, el banco de México es el que mejor ha librado la ofensiva. El impulso y la enorme fuerza de AMLO son manifiestos. Un aspecto muy relevante del programa de gobierno de AMLO es sin duda la responsabilidad fiscal que lo ha caracterizado. A pesar de que para muchos puede sonar "raro" o inclusive imposible, el Presupuesto fiscal 2019 incorpora los programas sociales y el dinero para iniciar los proyectos de infraestructura que prometió cumpliendo a su vez con la responsabilidad fiscal
que prometió. Este presupuesto es hoy una realidad. El general, hemos visto sentarse las bases de un estilo de mandato no visto en varias décadas, el cual tiene prisa por consolidarse y muestra impaciencia respecto a sus resultados. Tal ritmo acelerado de transformación ha sido sinónimo de disrupción en más de un ámbito y ha tenido que asumir altos costos de ajuste. AMLO dijo que "la economía mexicana afortunadamente está en marcha, aún crece pronto, pero no hay ni asomo de recesión como quisieran nuestros adversarios conservadores o como pronostican con mala fe sus analistas, que se van a quedar con las ganas". Tiene razón, pues la probabilidad de recesión durante este año en México es nula. Los analistas sí asumen un escenario de crecimiento débil, de 1.5 % en 2019 y de 1.8% en 2020, según el consenso en la más reciente Encuesta Citibanamex de Expectativas. Me pregunto, la interrogante es si un gobernante con la popularidad y la autoridad moral que tiene el Presidente será suficiente para reducir la corrupción en México. Mi punto en esta entrega es que el diagnóstico puede o no estar equivocado, incluso si se tiene poca o nula confianza en que AMLO y su equipo puedan reconvertir eficientemente a la burocracia. Lo que toca es preguntarse si así está la catedral, cómo estarán las capillitas. Sin embargo, no está de más preguntarse: cuántos otros gobiernos estatales estarán dispuestos hacer una poda, a replantearse dinámicas y estructuras que llevan años sin funcionar, salvo para los que las obtuvieron como parte de la justicia que les hizo la revolución. ¿O a poco me van a decir que en los estados no urge una buena transformación? La 4T avanza pese a las adversidades, desafío a los molinos de viento que esparcen la corrupción y pretenden impedir la metamorfosis del régimen a través de la neolengua que inventó George Orwell, para el control de las masas. Su palabra no ha perdido poder, esta aumentada, por lo que la explicación de su realidad se incuba, al menos por ahora. Por su visión de que todo el pasado fue peor y el futuro será mejor, que es el motor para impulsar el cambio, él litiga personalmente con todo aquello no le es incondicional y lo enmarca en la lucha política. El lenguaje de Orwell es un estudio de cómo coinciden la lingüística y la psicología de acuerdo con los expertos.
AMLO sorprende una vez más con su gran capacidad para comunicar su visión, con entusiasmo y gran convicción. Impone su versión de los hechos, más que analizar sus decisiones ofrece una explicación simple. Ni asomo de dudas sobre el cambio que quiere imponer, más allá del rumbo. Su optimismo refuerza el entusiasmo que las encuestas reflejan sobre su aprobación. Es motivo de análisis, su estilo de gobernar, de comunicar, su audacia al emprender acciones sin un debido análisis de costos y beneficios. La corrupción es el centro de todo. Sostiene un cambio necesario, profundo, que se justifica por sí mismo. Es sin duda un político muy hábil que conoce perfectamente el sentir del pueblo y transmite esperanza. AMLO es un fenómeno político, un hombre de poder, que lo ejerce conforme su convicción, con apoyo popular. Contrapesos son como dijo ternuritas. Soy reiterativo, no se puede destruir sin construir. Cierto es, no estamos ante una recesión. Las cifras reales de su informe son relativas y será hasta abril que tendremos datos del trimestre económico. Es muy positivo su compromiso con el equilibrio macroeconómico, sin deuda excesiva ni más impuestos. Señala que hay confianza
de inversionistas nacionales y extranjeros. Que la inversión pública será capital semilla para atraer recursos, pero acota sociedades a que exista inversión pública. Reconoce que en seguridad pública no hay avances. Pero es muy claro en la esperanza. Asegura México será una gran potencia. Ojalá lo logré, aunque no explica el cómo. El límite es la realidad. Es natural el canto victorioso del nuevo gobierno, enarbolar los primeros triunfos y avances en su propio proyecto de gobierno. Me parece encomiable el sistemático esfuerzo por la austeridad gubernamental; ciertamente se cometieron múltiples excesos y abusos en el pasado. No puede ser a rajatabla el impulso austero del gobierno. Deben evaluarse pros y contras de cada iniciativa. Y sin duda, corregir los excesos no significa cancelar los programas. Es vital diferenciar, establecer parámetros de evaluación de eficiencia, y no simplemente cortar porque aparecen gastos no comprobados o inconsistencias. Ningún partido existiría si aplicáramos la misma métrica. En lo económico las señales son mixtas: hay datos estables y alentadores, como la paridad cambiaria y la inflación a la baja, pero otros preocupantes, como el descenso en las perspectivas de inversión. En voz de muchos expertos y empresarios consultados, afirman que es demasiado pronto hacer un balance. Sin embargo se aplaude la austeridad, el ahorro, el trabajo desprovisto de rituales; preocupa la necedad de iniciativas poco evaluadas, estudiadas. Es como si se hicieran muchas cosas sólo con el ánimo de comprobar que los detractores estaban equivocados |
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