Como se sabe, en la pasada Convención Bancaria de Acapulco, el tabasqueño AMLO declaró que “si las elecciones son libres, son limpias y pierdo, me voy a Palenque, tranquilo. Pero si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy también a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre.
El que suelte al tigre, que lo amarre, ya no voy a estar yo deteniendo a la gente, así de claro, yo por eso deseo con toda mi alma que las elecciones sean libres y limpias y que decida el pueblo quién será el presidente. Uno de los insultos más comunes acerca del porqué a los mexicanos nos parece la palabra ignorante, un insulto; uno tal, que piensan les abolla el ego o los ridiculiza. Si en vez de enojarse, antes de responder de manera airada al señalamiento, el ofendido buscaré en un diccionario el significado de la palabra casi pecaminosa ignorante, encontrará algo sumamente interesante. Dice la Real Academia que ignorancia no es otra cosa que falta de conocimiento; dicho de otra manera, ausencia de conocimiento.
En consecuencia, el ignorante es una persona que desconoce algo; es decir lo ignora.
En materia del conocimiento y su adquisición, nada es más peligrosa que la soberbia; lo que ayuda y mucho, son la modestia y la humildad con la cual reconozcamos que ignoramos algo, que lo desconocemos pues eso nos estimula a conocerlo.
Lo llevamos dentro, es nuestro y a la vez somos suyos. Nunca llegamos a controlarlo. Incluso los sabios se burlan de las tretas y burlas que hace. Vivimos usándolo todos los días, pero el lenguaje de pronto nos usa. “Si se atreven a hacer un fraude, me voy, pero a ver quién amarra al tigre”. Los tigres son uno de los felinos más bellos, contra su forma universal, son animales bastantes retraídos, que buscan aislamiento territorial, lo que en cierta medida, los protege. Eduardo Lizalde lo ha recreado con su excelencia poética, en la imaginación deambula esa bestia que subvierte y en cualquier momento nos quita la vida de un zarpazo. Pero no, las víctimas son ellos, pues, además, se les codicia para ser usados, explotados, maltratados, “a ver quién amarra al tigre” es una analogía asesina, que nadie lo amarre, que viva en libertad, que se reproduzca, que sean parte libre y excelsa de nuestra vida. El tigre no necesita ser amarrado, eso solo ocurre
cuando es usado para un espectáculo, por eso se le apresa, se le confina extirpándole su libertad. Como lo refiere Armando Ríos Piter en su columna pareciera que AMLO construye paulatinamente alianzas que tienen claroscuros y que pueden ser las partes que conforman el tigre que describe. Se puede convertir, pues, en el responsable de las amenazas en contra del país, que el mismo prevé, Pero lo que AMLO pretende es dibujar a un país inmerso en el caos absoluto, dentro del cual y, para su suerte, existe un solo hombre capaz de dar solución a todo: él y nadie más.
Pero asumiendo una solución totalitaria, en la cual desconoce a quienes no piensan como él y siempre dispuesto a sembrar el miedo ¿Es el tigre al que se refirió? ¿AMLO busca erigirse como la única solución? ¿Mientras desconoce el trabajo colectivo de los mexicanos y mientras arma la figura del tigre con partes de todas sus alianzas y contradicciones? Pareciera que AMLO tiene que ganar, si no, se van a levantar las masas, la vorágine va a comenzar. Sigue siendo un discurso peligroso, su intelectual, John Ackerman, escribió que habrá “chingadazos” si AMLO no gana las elecciones. Es solamente otra forma de peligro latente para México.
¿El tigre que está amarrado ya está listo?
Mucha tinta ha salido de las plumas de columnistas y trazos de los momentos por la frase de AMLO. Y esa tinta no le ha gustado al aspirante presidencial, quien lanzó un reclamo muy sentido porque los medios han dado muchas notas negativas en su contra, que reflejan una cobertura noticiosa “dispareja en el periodo de intercampaña”. El candidato presidencial de Morena, se queja de la prensa no toca a sus adversarios políticos, ni con el pétalo de una nota. Parece que AMLO soltó a su tigre interno. ¡Zaz! El puntero en las encuestas dejó su lado de amor y paz.
Bueno la declaración es curiosa. Su contexto histórico remite a la certeza del saliente Porfirio Díaz en el sentido de que Madero no podría controlar al tigre sublevado, bengala de la violencia inmanejable y campeón de la fuerza bruta. Porfirio Díaz se asumía en esa analogía como el domador por excelencia del tigre, un tigre el que su dictadura no había logrado amaestrar en un lindo gatito ordenado y civil, gracias, claro está, a que el mismo incivil Díaz se encargó de enfadarlo proclamándose su paternal y único domador ad infinitum.
No deja de ser elocuente que el tabasqueño se equipare, en ese sentido, al domador Díaz, tan reaccionario, al pueblo en el mismo tigre que un siglo más tarde, según don Andrés Manuel no aprende democracia.
AMLO también se asume domador, no desde el poder político (todavía), pero si desde otro poder, el del movimiento social.
Que el nombre virginal de su partido político personal inicie con la palabra “movimiento” no es azaroso: es un partido-movimiento en el mismo sentido que lo son los “partidos-movimientos” de la izquierda latinoamericana que, como Porfirio Díaz, modifican sus constituciones para perpetuarse en el poder.
En todo caso, la analogía supone que el tigre es real y que está ahí, listo para atacar apenas lo ordene el domador. Si no hay “fraude”, el domador conserva al tigre en la jaula, amaestrándolo con amor, llenándole las fauces y limándole las garras con beneficios sociales pero si hay fraude, él y sus subdomadores desamarraran al tigre y lo echaran a la calle para que se ponga a hacer lo que saben hacer los tigres. Y el maestro domador, dirá que sobre aviso no hubo engaño. El problema es saber quién va a decir si hubo fraude limpieza, desde luego: Si AMLO decide que hubo fraude lo hará desde una superior sabiduría personal. A esa superioridad iluminada e infalible, digna de don Porfirio, solo se oponen las laboriosas instituciones civiles que tantos años y esfuerzo y dinero nos costó crear a los viles mortales para que organicen y vigilen las elecciones, así como la justicia de su resultado.
En vano: según el Domador en Jefe, esas instituciones también son fraudulentas.
Sus ideólogos ultras, de hecho, llevan 5 años pregonando que el próximo primero de julio ya hubo fraude. Un fraude auto profético y con logaritmos visionarios que ya comprobó lo que aún no ocurre. Ya desde ahora esos ultras están convocando al pueblo a apoderarse de plazas y calles el día de la elección para a) celebrar el triunfo, o b) comenzar a rugir y repartir zarpazos.
La política es un juego dinámico donde cambian las circunstancias. México no es una novela de Mario Puzo. No somos un país de sumisos que en el 2018 esté dispuesto a asumir el fíat del cuarto humeante y volcar una elección donde participaran decenas de millones de mexicanos, decenas. Además, en la perversa fantasía, la calificación final no la dan las instituciones, ella es el resultado de una impresión del domar o dueño del circo, quien, en su muy particular y caprichos lectura, que es indiscutible, como palabra de Dios decide si “hubo” fraude o no. Si acaso pensó en la expresión de Porfirio Díaz, la revolución, entonces delato su visión de poder, dictatorial, por cierto.
La analogía es ofensiva, ni tigres, ni domadores, ni extorsionadores. |
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