Si algo acaba a un político es la soberbia. Ya que cuando tiene poder, cree merecerse todo y estar cierto en todo. No hay poder humano que lo haga cambiar.
Nada más falso que lo anterior, nada más perjudicial para un político que el creerse omnipotente.
Y eso es lo precisamente le está pasando a la oriunda de Río Grande, Zacatecas.
Ya son varias las veces que se ha exhibido, y mucho más las que la han expuesto, actuando con altanería, muy sobrada, lo que seguramente le ha restado muchos simpatizantes e igual número de votos, sufragios que le harán falta el primer domingo del mes de junio, ¿o acaso alguien le dijo que habrá de ir a un día de campo?, si fue así pues que escasa progenitora. No se vale.
La jornada electoral se vislumbra bastante reñida, los dígitos que arrojan las encuestas están bastante parejos, ya nada de decenas de puntos arriba, ya nada de llevársela de a muertito.
Los cercanos a la señora, en repetidas ocasiones, quizá cansados de tanto maltrato, pero ni modo, no les queda de otra, han externado temor por la furia que la domina cuando está enojada, por no decir encabronada.
Ellos se sienten atemorizados, saben que una mirada es suficiente para entender su furia.
Los extremos que presenta hacia el interior del cerrado círculo de colaboradores pueden ser tolerables, pasables, pero ya con el electorado no es permitido, mucho menos tolerado. Allí debe ser tolerante, compresiva y educada, virtudes que al parecer para nada ha puesto en práctica en estos días de caminar proselitista.
La señora debe entender que la soberbia solo la está destruyendo, su falta de humildad le habrá de acarrear resultados bastante negativos. Sin lugar a dudas que ella misma se está creando un ambiente tóxico, dañino, dando paso a la polarización y relegando un diálogo constructivo.
Sus actos de humillación no tan sólo son de palabra sino de hechos también.
Muchos sectores ya han sufrido en carne propia la altivez de la zacatecana, son varias las expresiones de inconformidad por dicha causa, lo anterior sin resaltar esos encontronazos que ha tenido con el hijo de Atanasio y con varios de sus incondicionales, esos politiquillos que, al igual de Norma Rocío, se sienten tejidos a mano, hechos de una sola pieza, como los botines de Coscomatepec.
La zacatecana ya actúa, y se siente, como gobernadora, ya endereza órdenes y tutea al hijo de Atanasio. Dichas humillaciones han trascendido las mudas paredes de palacio de gobierno lo que ha originado un sobrado morbos, dejando bastante encimado al inverbe hijo de Atanasio.
Provecho.
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