Nuestra entidad se encuentra hundida
en el salvajismo, la inseguridad continúa siendo el pendiente a cubrir por parte de las autoridades estatales.
No hay orden, no hay ganas de hacer bien las cosas, impera el valemadrismo y la dejadez por parte de los responsables de velar por la seguridad de los veracruzanos.
Lo anterior, aunado a la nula capacitación de los elementos policíacos, trae consecuencias como la vivida el pasado fin de semana en Lerdo de Tejada, municipio que no ha visto la suya, donde la población mostró su hartazgo ante tanto abuso por parte de la policía municipal, un cuerpo de seguridad bastante insensible y sobrado de prepotencia.
La muerte de un joven de escasos 27 años de edad, como en muchos otros casos sucede, se habrá de perder en el olvido, habrá de imperar la impunidad, dejando de lado la justicia. Esa justicia que se aplica a medias, a modo.
La reacción de la población fue precisamente por la brutalidad con que se conducen la mayoría de cuerpos policíacos, esos elementos que quizá piensan que el informe les permite actuar con salvajismo, a lo bruto, a lo vale madre.
Tal parece que la forma en que se conducen de estos policías sólo nos deja constancia de que los oficiales piensan que tienen todo el derecho de intimidar, agredir y violentar cuantas veces les da la gana, y a la hora que se les antoje, la tranquilidad de la población civil.
El discurso, bastante gastado, por cierto, que manejan los responsables de estos cuerpos policiales siempre es el mismo, no pasa de enaltecer la capacitación en cuestión de derechos humanos, nunca dejan de lado el supuesto adiestramiento adquirido que les permite aplicar los protocolos adecuados para cada caso. En pocas palabras, puras estrellitas, nada de taches, pero a la mera hora todo es abuso y prepotencia, nulos resultados para la población.
La brutalidad policíaca sigue siendo el talón de Aquiles de la actual administración que encabeza el hijo de Atanasio.
De este gobierno que se ha caracterizado por su opacidad, por su valemadrismo, pero sobre todo por su negligencia y su desatención ciudadana.
En tierras veracruzanas la población se siente desprotegida, ha perdido la confianza en lo que a la impartición de justicia refiere, en la policía y en sus gobernantes de allí que recurra a la autoprotección, a hacer justicia por su propia mano.
Lo cierto es que en Veracruz la policía actúa con una crueldad sin límite, con salvajismo, claro, siempre en perjuicio del ciudadano, de la población civil, porque a otros ni los tocan.
Tal parece que olvidan que están para proteger no para ofender a la población.
Lástima.
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