Ya lo decíamos en entregas anteriores, los entenados políticos del tabasqueño no necesitan adversarios, entre ellos mismos se pican, entre ellos de desmenuzan.
Y mire si no.
La sorpresiva renuncia de Ricardo Mejía Berdeja, a la subsecretaria de Seguridad Pública del Gobierno de México, y su arribo a la candidatura por el Partido del Trabajo al gobierno de Coahuila, es una de las tantas muestras de ese fuego amigo, de esa carnicería interna que se traen los chairos y que, electoralmente, les puede costar bastante caro.
El Tlatoani, por no decir el autoritario, de Andrés López, se divierte, goza, con los agarrones que se están dando, y los que se avecinan, la agarradera de tontos está en pleno apogeo.
La rebeldía mostrada por el Mejía Bermejo sólo es para jugar con doble carta, para evitar hablar del famoso “Plan B”.
O acaso usted cree eso de que en realidad se va de Morena o que se le va a parar de manos al López, de Palacio Nacional.
Claro que no.
Todo es con anuencia del inventor del hijo de Atanasio, todo es plan con maña.
No olvidemos que Andrés es extremadamente rencoroso, ese no perdona nada, mucho menos una traición de tal naturaleza y magnitud.
Por menos, varios de sus ex incondicionales han dejado cuando menos el cargo o el partido, otros han pagado con cárcel.
El López de palacio nacional no perdona una ingratitud, sus complejos son tantos y tan arraigados que, lo reiteramos, por menos, los hace cachos.
Lo que es innegable es que cada día que pasa López va perdiendo fuerza, liderazgo y las contrariedades y la segmentación entre los diversos grupos existentes hacia el interior del negocio que regentea son demasiado evidentes, con lo cual corre el riesgo de no permitirle heredar el proyecto ya diseñado.
No se sorprenda si una vez llegado el primero de diciembre de 2024, eso sí con el triunfo electoral en la bolsa, y Marcelo Ebrard ya sentado oficialmente en la silla presidencial, el negocio se diluye y cada quien jala por su lado.
Total, leales, leales, no le han sido al tabasqueño, eso está más que visto.
No olvidemos que MORENA, es un movimiento que nace gracias a la alianza pactada por diversos grupos los cuales se agruparon para ver coronadas sus ambiciones políticas, pero sobre todo para llevar al tabasqueño a la presidencia de la república.
Por eso ahora todos reclaman sus espacios, sus cuotas de poder.
De igual forma el dizque dirigente nacional, un tal Mario Delgado, no representa nada ni a nadie.
El oriundo de Colima no se cansa de presumir que las diferencias entre los chairos se dirimen sin causar afectaciones al partido, lo cual nadie le cree, reiteramos, cada día son más evidentes las fracturas en MORENA, movimiento, o partido político, que se pierde en el vacío y nadie mueve un dedo por frenar el derrumbe.
Lo realmente cierto es que MORENA depende de la unidad que muestre en los meses por venir.
La persistencia de dicho negocio provendrá de la unidad que manifiesten los grupos y de la seriedad que le imprima, al caso, el tabasqueño.
Por lo mientras, en la entrega de mañana le platicaremos sobre la dupla Marcelo – Ricardo.
El primero será candidato de los chairos a la presidencia de la república y el segundo va como coordinador de campaña.
No los pierda de vista.
Es cuánto.
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