No hay poder humano que pueda detener tan prolongada ola de violencia qué viven los veracruzanos, la cual tiene rato viene azotando a la entidad.
Las autoridades han sido incapaces de, cuando menos, mostrar congruencia entre el decir y el hacer. Ya no digamos de ser honestas, cuando menos.
Las frases son las mismas, los discursos ya trillados y nada creíbles para el pueblo de Veracruz.
El hijo de Atanasio, atónito, no logra articular una frase coherente, su mentecita no le permite dimensionar la gravedad del asunto y, lo peor, emite puras sandeces.
Lo ocurrido en Poza Rica, allí donde gobierna el cuate del Lopez de Macuspana, un tal Remes, no tiene precedente ni tampoco tiene nombre.
Es otro sello más al pésimo gobierno del hijo de Atanasio, una administración donde impera el valemadrismo, la holgazanería pero sobresalen los gustos hormonales.
Uno de los sellos distintivos de la actual administración es la galopante inseguridad, ese renglón que no ha querido atender el hijo de Atanasio y los responsables de brindar tranquilidad a los más de siete millones de veracruzanos. Todos se hacen como El Tio Lolo.
¿Ahora a quién va a culpar? Con que ocurrencia van a salir los encargados de la seguridad pública, esa bola de mediocres. Es admirable la tibieza con que manejan las cifras de los cuerpos desmembrados, en la petrolera ciudad, ni en eso logran ponerse de acuerdo.
Ya basta de minimizar los hechos, la sociedad ya llegó al hartazgo, a la desesperación ante tanta apatía y valemadrismo oficial.
La promesa de garantizar la paz a los veracruzanos aun está pendiente, poco o nada ha hecho el hijo de Atanasio por meterle la mano al asunto. Al contrario, el tiempo se le acaba y al compromiso no tiene para cuándo darle solución.
Fiel a su estilo y costumbre el vástago del profe sólo imita al López de palacio nacional, evade su responsabilidad y cómo la avestruz, esconde la cabeza, pero muestra todos los glúteos.
Vaya cinismo.
Más seriedad, por favor.
Lo cierto, es que en Veracruz se vive un terror brutal, una violencia imparable y un valemadrismo admirable por parte del gobierno que encabeza el hijo de Atanasio.
Veracruz está bañado en sangre.
El hijo de Atanasio habrá de pasar a la historia dejando una pestilencia no tan sólo de corrupción sino de inseguridad y masacre también.
La estela de valemadrismo y podredumbre se percibe a varios kilómetros de distancia.
Los nuevos millonarios andan campantes, disfrutando de las mieles que otorgar "el pinche poder".
Pobre Veracruz.
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