Viví en la ciudad de México durante muchos años, de 1957 hasta 1972, durante ese período de mi vida trabé relación con personas aficionadas a la “Fiesta” taurina, uno de ellos el Ing. José Luis García Luna, alto funcionario de PEMEX y prestigiado catedrático e investigador en el área de ciencias químicas, me invitó a ser compadre y bauticé a su primera hija, le admiraba y se dio una magnífica relación, su pasión por la tauromaquia solo era superada por su devoción religiosa, me intentó introducir en las dos disciplinas, sufrió su ego al fracasar.
La llamada peña taurina de PEMEX tenía privilegiado espacio en la plaza, yo era parte del jolgorio, pues después de la corrida se armaba la tremolina en la casa club de la refinería de Atzcapotzalco, mis comentarios de villamelón indignaban a los fanáticos taurinos, el colmo se dio en una ocasión, cuando propuse que el espacio de las corridas seria mejor si en lugar de ruedo se hiciera cuadrado, como un ring, pues al final de cuentas era una batalla de dos brutos, el torero y el toro. Me expulsaron de la peña taurina y no volví asistir a una corrida.
Mi compadre García Luna casi me retiró el habla y nunca me volvió a invitar a los toros, en las reuniones familiares me reclamaba que no le acompañara a misa, la cosa llegó a mayores cuando me enteré que era gran jerarca de los Caballeros de Colon, cuando le reclamé mostrándole una copia del juramento que hacen los devotos, se disculpó arguyendo que solo eran alegorías, que el jamás mataría a uno de mis hijos, menos en el vientre de su madre, mi esposa y su comadre. Rompimos definitivamente pues le hice notar mi parecer, era un absurdo que un representante de una religión y grupo del que se enorgullecía y se ufanaba de sus buenos hábitos, fuera capaz al mismo tiempo de festinar y alegrarse con la canalla actitud de los toreros y la parafernalia de la mal llamada fiesta.
Nunca he asistido desde esos remotos días a una corrida de toros, cuando me invitan los aficionados, me disculpo e irónicamente les digo que yo le voy al toro, me parece mas noble el astado que la serie de crueldades a que someten al animal, con premeditación, alevosía y ventaja; los capotazos me parecen divertidos, cambia el espectáculo cuando pasan a los muletazos, pues son entreverados con las idiotas banderillas y la máxima crueldad, la bestial suerte de varas, la forma en que sangran al animal y con sevicia retuercen la puya para sangrarlo, no tiene madre, termina el jolgorio con la cruel estocada a un ser casi indefenso, si falla el asesino matador, le ayudan con el descabello, una puya en el cerebelo que deja desconectado al astado, todo para goce irreligioso y anticristiano de los aficionados a la muerte, dirán, si matamos a Cristo porque no matar a un toro. ¡AGUAS!
Octubre 6 de 2020 lmwolf1932@gmail.com Luis Martínez Wolf |
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