Anamar se pasaba las horas contemplando el mar, había conocido lo salobre del océano pocas horas después de nacida, su padre marino la había sumergido en las playas cercanas a su domicilio, fue un simbólico bautizo que la involucró para siempre a todo lo relacionado con el mar. Gateó y dio sus primeros pasos rozando con sus piecitos el desmayar de las olas sobre la arena de la playa, por supuesto, todos sus ensueños se relacionaron con sirenas, peces, tritones y gaviotas, hablaba a las aves marinas y aseguraba que los peces entendían sus pláticas.
Uno de tantos días en que los padres de Anamar le llevaron a jugar a la playa, la pequeña se dedicaba a corretear un cangrejo, le siguió hasta una escollera de enormes piedras, regañando al cangrejo que no parecía no atender sus reclamos a que se detuviera para jugar y platicar con ella, persiguió a su pretendido amigo cangrejo hasta una cueva que formaban las piedras, en ese punto el cangrejo se detuvo y levantando sus ojos y las antenas delanteras, miró fijamente a Anamar y le dijo con aguda y alargada voz: “hoy es tu día de suerte Anamar, los Dioses del mar dispusieron que todas las criaturas marinas pudiéramos entendernos contigo, por tanto te invitamos a conocer la cueva de los cangrejos, verás otras criaturas que nadie ha visto y menos ha platicado con ellas”.
Anamar siempre supo que los animalitos del mar le entendían, repuesta del asombro inicial preguntó al cangrejo: ¿Cómo te llamas y qué deseas? El cangrejo respondió: me llamo Cirilo y soy el jefe de todos los cangrejos de esta playa, si tienes a bien, puedes acompañarme a la poza de la escollera, no temas a nada pues los dioses del mar te han concedido el privilegio de sumergirte en las profundidades igual que un pez, igualmente podrás volar como las gaviotas que tanto amas y hablar con ellas. Mientras dure el encanto, los seres humanos no te verán ni escucharán, sólo con los seres del mar podrás tener comunicación.
Anamar se clavó en la profunda poza, perdió el sentimiento de peso y la dificultad que siempre había tenido para flotar y nadar, se desplazó en las aguas al parejo que los pescados que la rodeaban, Cirilo le gritaba desesperado para que lo esperara, pero Anamar estaba como encantada, sentía una emoción indescriptible al poder respirar bajo el agua. Cuando trató de saber qué estaba haciendo y dónde estaba, Cirilo se había perdido de vista, ante sus ojos pasó un raudo cardumen de atunes, se espantó cuando un tiburón le rozo sus piernas, subió a la superficie para encontrarse a varios delfines que jugueteaban brincando sobre ella sin lastimarla. Hasta ese momento se dio cuenta que se había alejado de la playa muchos kilómetros, apenas alcanzaba a ver alguno de los altos hoteles de la orilla en donde estaban sus padres, se preocupó, pero recordó lo que le había dicho Cirilo, “Podrás volar igual que tus amigas las gaviotas y podrás hablar con ellas”. ¡AGUAS!
Abril 3 del 2021 lmwolf1932@gmail.com Luis Martínez Wolf
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