Hace algunos años en el Banco Nacional de Fomento Cooperativo se creó un fideicomiso para impulso de las artesanías, yo era asesor técnico en dicho banco y se me encargaba desarrollar ideas para mejorar el estatus de la gente cooperativada, en una ocasión me enviaros a conocer los trabajos de una cooperativa michoacana que se dedicaba a la manufactura de artesanías construidas con madera, platos, trompos de juguete y otras diversas y bellas obras que se vendían a bajo precio, el ingreso para los artesanos era de miseria, pero el banco estaba decidido a darles apoyo a pesar de no ser sujetos de crédito.
Fui a Michoacán y llevé la sorpresa de mi vida, los artistas, para hacer sus artesanías movían un eje rustico operado por una especie de arco de violín que operaban con los pies, las manos y la boca, prodigio de acción para realizar sus bellas obras, hacían cuatro o seis platos diarios que vendían a dos pesos, cuando bien les iba, sacaban seis u ocho pesos de ganancia, en esos días el salario mínimo creo era el doble. Con mi practica mentalidad, les diseñé un torno de carpintería con pantógrafo, todos los accesorios dispuestos para que un obrero fabricara hasta cincuenta platos en una jornada, ganando el artista dos o tres salarios mínimos y juguetes con mejor acabado, además, podrían pagar el crédito concedido.
Presenté orgulloso al banco mi genial idea y reporte, era director del fideicomiso un medio hippie que antes había sido nadador olímpico, leyó mi proyecto y después de lanzar una carcajada, botando mi trabajo escrito, me acusó de pretender destruir la sensibilidad artística del artesano mexicano, trató de hacerme entender, sin lograrlo, que el hambre y la miseria eran fuente de la sensibilidad tradicional en el artesano mexicano, con mi proyecto los enriquecería, sacándoles de la miseria generadora de la expresión que el fideicomiso trataba de conservar. Me mandó al carajo con mi idea y yo le mandé mas lejos.
Hoy leo en los medios que un investigador, catedrático de la facultad de ciencias agrícolas de la UV declara que las semillas transgénicas atentan contra la cultura agrícola mexicana. La misma jalada que el director del fideicomiso de las artesanías.
Soy miembro colaborador de Greenpeace, luché por evitar que los transgénicos invadieran el país, las razones diversas para adoptar esa actitud, no tenían nada que ver con la cultura agrícola, al igual que con los artesanos michoacanos, mi criterio práctico me decía que no era bueno aceptar que la semilla del maíz se patentara, ello nos ponía de rodillas, entregados a las transnacionales que tenían ya registradas patentes de variedades de maíz con alto rendimiento, propugné e hice público la intención de piratear las investigaciones y producir nuestra propia señilla, pero antes de que lográramos esa etapa, deberíamos trabajar con variedades híbridas, como la H-510 que fácilmente lograba niveles de producción de hasta diez Tons/Ht.
Actualmente, los gringos nos han invadido con variedades transgénicas, que solo obtienen alto rendimiento la primera generación, estamos obligados a comprarles semilla, la polinización cruzada se da por la semilla que riegan los transportistas, por lo que deberemos analizar con cuidado, le entramos con los transgénicos con rendimientos de 16 Tons/ht o seguimos con nuestro maicito criollo de 1-2 Tons, por Ht, conservando la tradición agrícola mexicana y el hambre de los campesinos. ¡AGUAS!
Agosto 31 de 2021 lmwolf1932@gmail.com Luis Martínez Wolf |
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