Doña Mary tenía en su pueblo una buena relación con los Chaneques, en diversas ocasiones platicaba con la pequeña Anamar sobre las maravillosas aventuras que había corrido en los llanos de La Mixtequilla, sus relatos tenían mucho de la fábula que los rancheros acostumbraban antes de que la TV acabara con su capacidad creativa y relatora de fantasiosas historias, un poco de cierto y un mucho de entretenida mentira.
Tanto escuchó Anamar de los cuentos de Doña Mary, que con muchos ruegos a sus padres, aceptaron un fin de semana visitar La Mixtequilla. Un sábado en una noche de, Octubre, la familia llegó a la tierra de Doña Mary, era una noche de plenilunio, la casa en las afueras del pueblo no disponía de alumbrado, la luna proporcionaba tanta claridad que se podía ver a más de cincuenta metros las facciones de una persona.
Después de la cena la familia sacó sillas y se armó la tertulia al aire libre, se habló por supuesto de los chaneques que últimamente merodeaban cerca de la casa, hombrecillos que gozaban apareciéndose a los rancheros que tenían que caminar a campo traviesa después de medianoche, eran chaneques buenos que cantaban alegres a quienes se aparecían, quienes decían haberlos visto, contaban que aquel que podía sobreponerse al susto y los acompañaba en sus cánticos, lograban obtener un deseo. A pesar del temor, todos los rancheros tenían la ilusión de toparse en el llano con los chaneques.
Cosa distinta era el Nagual que desde hace mucho rondaba por el rumbo, algunos viejos afirmaban que era Tomás, el brujo tuerto, apergaminado personaje de indefinida edad que la hacía de curandero de quienes aceptaban sus propuestas de compromiso con seres malignos. En las noches de total oscuridad y en las de plenilunio rondaba por los llanos, en los obscuros, se transformaba en vampiro y en los plenilunios tomaba la figura de un coyote o lobo. Entonces gozaba aullando a la luna llena, sin agredir o intervenir el paso de los rancheros que se aventuraban a través del llano después de la media noche.
Se mencionó tan repetidamente las malas artes del brujo Tomas que Anamar se fue durmiendo acurrucada, pegada al regazo de su madre, quien al verla cansada y ya dormida la llevó hasta el catre que le habían acondicionado para dormir, el cansancio y lo avanzado de la noche la dejó sin conciencia del cambio de cama y de su acostumbrada estancia. El silencio del campo sólo era interrumpido por el graznido de algunos pájaros nocturnos, ocasionalmente se escuchaba el ladrido de los perros que respondían al aullar de un coyote, de repente, la inconciencia del sueño fue interrumpida por un rítmico cantar y una luz verdosa que le daba justo en los ojos, sorprendida trató de llamar a su madre, pero de su garganta no salía sonido alguno. Temerosa, pero intrigada, se levantó y caminó hacia la ventana, lo que vio la dejó espantada pero con deseos de hablar, ante ella apareció un pequeño hombrecillo, de no más de un metro de altura, tras de él estaba un nutrido grupo de hombrecillos, todos parecidos, blanco cenizos, narigones y de la misma estatura, eran feos pero irradiaban un aspecto de bondad que ahuyentó los temores de Anamar, con valor les preguntó: ¿Son ustedes los Chaneques?, el que iba al frente respondió: Somos los doce genios del llano, algunos humanos nos llaman chaneques, no nos agrada el nombre y como deseamos cantar contigo y pasear por el llano te invitamos a que nos acompañes a caminar, llamándonos por nuestro nombre, yo soy Uno, y mis hermanos se llaman y nombran del Dos al Doce.
Anamar brincó alborozada la ventana y se unió a los doce, agarrada de las manos por los genios Uno y Dos, partió hacia el llano, sin temor y sin voltear hacia atrás, temerosa de que su madre le prohibiera salir a pasear y cantar con los doce genios del llano, Chaneques como les llama Doña Mary. “AGUAS”
Marzo 30 de 202 lmwolf1932@gmail.com Luis Martinez Wolf |
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