A TRAVÉS del tiempo y del espacio, los medios de comunicación hemos sido testigos y protagonistas de la historia, de los hechos que atañen a la sociedad convertidos en la voz de los que carecen de una plataforma para denunciar los problemas que les afectan. Hacemos nuestras las desapariciones forzadas, la violencia que lastima y lacera al pueblo, el desempleo que se aglomera y empobrece a los gobernados. Denunciamos la falta de medicamentos para niños con cáncer, retrovirales para enfermos de VIH/Sida, revelamos la persecución contra el clero, contra grupos defensores de los derechos humanos, contra la sociedad civil que se rebela ante atropellos. Diariamente en portales, medios de comunicación impresos, radio, televisión e, incluso, vía redes sociales plasmamos una realidad cotidiana que molesta e indigna a muchos sectores, pero también hemos sido el canal de políticos, de líderes sociales, jóvenes aspirantes (que no aspiracioncitas) que buscan escalar en todos los órdenes sociales. En pocas palabras, somos chiles de todo los moles y, al mismo tiempo, el sector mayormente marginado y perseguido, con salarios paupérrimos que, sin embargo, han permitido a propietarios de grandes empresas o cadenas periodísticas amasar fuertes fortunas: carentes de prestaciones sociales, de atención a la salud, de mejor educación académica, en muchos casos de vivienda y hasta de empleo bien remunerado, en suma, somos candil de la calle y oscuridad de la nuestra casa, porque ni siquiera, a diferencias de otros grupos, tenemos una representación en el Congreso de la Unión, de los Estados o en los ayuntamientos, y aun cuando existe una Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas, esta sirve para lo mismo, ya que al frente de esta ha sido colocados recomendados de propietarios de medios de comunicación que a decir verdad, van por un salario y una posición, pero no para defender o representar los intereses del gremio.
PERO ¿Qué ha sucedido? Es simple. Los reporteros de todos los niveles caminamos por rumbos e intereses distintos, sin organización ni objetivos claros. Y si bien existen infinidad de organizaciones de dizque periodistas o comunicadores, estas solo se dedican a convocar a conferencias de prensa para beneficio de unos cuantos o de quienes convocan, reuniones que muchos aprovechan para pedir favores, conscientes de que no hay unidad del gremio y deben hacerlo de mottu propio. No hay una sola organización de comunicadores que se preocupe por la salud de muchos colegas enfermos, por el acceso a viviendas, a programas sociales como becas para que continúen preparándose ellos y sus hijos, en suma, es urgente a dignificar la labor de los medios y de sus familias, algo que a los gobiernos no interesa –sobre todo a los actuales integrantes de la Cuarta Transformación que nos ven como enemigos, aunque reclamen espacios para su conveniencia cuando no se difunde lo que a ellos interesa, como si fuésemos voceros del sector oficial-.
LLAMA LA atención que grupos distintos, incluidos, los LGBTTTIQ hayan sido capaces de organizarse y sumarse en torno a una bandera, en este caso, la multicolor que los identifica, y que todos la asuman con orgullo y acudan a las convocatorias para marchas, plantones o, incluso, para exigir o discutir lo que les atañe, y que los periodistas, el sector que más sirve a la sociedad, lo mismo al empresarial, estudiantil, clerical, obreros, campesinos y a la ciudadanía en su conjunto sigamos desorganizados, cada quien enarbolando su propia bandera, gritando como Juan en el desierto y arriesgando la vida en cada denuncia, sin tener mayor defensa que nosotros mismos, porque cuando se mata a un periodista, al calor del dolor y los intereses unos cuantos salen a protestar, a plantarse en plazas públicas uno o dos días, y posteriormente el hecho se diluye en el olvido hasta que llega nuevamente el Día de la Libertad de Expresión, de la Prensa o de los Periodistas, porque festejos hay muchos donde se entregan cartones embadurnados de pinta y leyendas ensalzando la labor de los medios y la vanidad, y posteriormente de nuevo el olvido. Y si bien hay diputados que se dicen comunicadores, lo cierto es que no llegaron a instancias de los medios de comunicación, sino de sus poderosas familias o grupos de poder a los que sirven, porque en ambas cámaras, que se sepa, no ha habido un solo pronunciamiento a favor de esa colectividad.
POR ELLO, sin duda, es urgente que los periodistas, reporteros o comunicadores, y quienes colateralmente forman parte de estos, inicien una verdadera organización más allá de intereses personales, convocando tanto a los del norte, centro y sur, sin descuidar a un solo municipio (tratándose de Veracruz), pues en los 212 hay actividad periodística o reporteril, bastaría un poco de consciencia y que el gremio, en un auto análisis sereno, alejado de protagonismos o ambiciones personales, asuma un compromiso que permita fortalecernos como organización no solo periodística sino, incluso, social y, porque no: andando el tiempo hasta podríamos ser un partido político que impulse a los mejores a cargos de elección popular en agencias municipales, regidurías, sindicaturas, alcaldías, diputaciones Federales y locales y hasta Senadurías, y aunque tal vez la idea parezca loca en estos momentos, insistiría sin temor a equivocaciones: hay periodistas en los 212 municipios, en congregaciones, rancherías y en todas partes, y de nosotros en materia de medios impresos giran los que editan un diario o revista, los que la vocean y venden; en radio y televisión hay reporteros, personal editorial, editores, productores y toda una amplia gana de trabajadores ligados, y lo mismo con medios digitales.
SOMOS MUCHOS, sin duda, pero muy desorganizados, y es tiempo de hacerlo, de organizarnos, de dejar atrás revanchismos, ambiciones personales y mirar por el bien común: de poseer en diferentes rumbos del solar jarocho terrenos para vivienda digna, escuelas accesibles a nuestros hijos con educación de gran nivel, a programas de salud y bienestar. Insistimos, tal vez la propuesta sea excéntrica en estos momentos, pero se puede lograr si dejamos de sentirnos generales y asumimos todos el papel de soldados de una misma causa; la causa de los medios de comunicación que tantos servicios brinda a la sociedad en su conjunto pero, en cambio, no ve por sí mismos y por los suyos. Si asumimos nuestra realidad, tal vez en poco tiempo, organizados, con decisión y propuestas contundentes podríamos avanzar en beneficio de todos, y al igual que muchos grupos sociales tener representantes en los distintos congresos del País, en las alcaldías y en todos los órdenes de gobierno, porque indiscutiblemente hay personajes preparados para debatir y proponer en cualquier tribuna, pero ciertamente a los gobiernos les conviene mantenernos divididos, ausentes, sin voz, aunque le demos voz a los que carecen de ella. Ojalá el llamado no sea echado en saco roto, es por el bien de los periodistas. Tu opinión cuenta mucho, Dejamos un comentario para saber aconsejas. OPINA carjesus30@hotmail.com
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