ALGUNA VEZ un Secretario de Seguridad Pública preguntó al reportero: ¿Dónde crees que se encuentre el epicentro de la inseguridad y el punto clave para combatirla? Y sin dudar, la respuesta fue la siguiente: -en los reclusorios-. El rostro del interlocutor fue una interrogante, mescla de incredulidad y desaprobación, pero el interrogado fue directo al tema: -en las cárceles del Estado se concentran todos aquellos que han cometido graves delitos como secuestros, extorsiones, asesinatos, venta y distribución de enervantes y todo lo que se te ocurra, pero solo están algunos. Sus cómplices siguen fuera, y basta con otorgarles algunos privilegios o apretar un poco a los que permanecen recluidos para que te cuenten como operan en el exterior, quienes son sus cómplices, donde se mueven, en que sitios residen, como invierten el dinero que obtienen de sus fechorías, y muchos estarían dispuestos a cooperar. El trabajo no será fácil, porque una persona en la cárcel desconfía de todos, hasta de su sombra, pero podría seleccionarse a quienes si estén dispuestos a obtener prebendas. Es dar y recibir. Y en efecto, así sucedió –no revelaré nombres de funcionarios ni de tiempos precisos, porque jure que muchas de las consultas que me hicieron jamás las contaría, por la confianza que me dispensaron quienes estaban en el poder-. Muchos reclusos que realmente querían cambiar y recuperar a sus familias cedieron, contaron con pelos y señales algunos aspectos que las autoridades ignoran, siempre anteponiendo él: -jefe, solo no me vaya a empinar porque la banda me mata-, y así se hizo. Se respetó su colaboración, se les acreditaba buena conducta y trabajo al interior y resultaron beneficiados en las condenas. Pero la información que brindaban permitió que muchos delitos se desactivaran antes de cometerse, y se detuvo a infinidad de cabecillas. Y es que al interior de las cárceles algunos quieren presumir su “machismo” contando con orgullo las fechorías que cometen, quizá para atemorizar a sus compañeros y volverse intocables, y todo aquello de lo que se vanagloriaban comenzó a transcender a las autoridades y estas a anticiparse a la comisión de ilícitos.
FUE UN experimento que dio resultados, porque permitió saber cómo operan las bandas dentro y fuera de las prisiones, aunque en los tiempos sucesivos nuevamente se distorsionaron las cosas. Algunos malos elementos policíacos, en lugar de usar los informes obtenidos para combatir el delito, los utilizaban para extorsionar a los delincuentes, amafiarse, encubrirlos y obtener fuertes ganancias, lo que explica que algunos comandantes o jefes policiacos sean propietarios de majestuosas casas en el primero, segundo y hasta tercer frente, posean buenos autos y siempre tengan dinero, mientras los reclusorios del Estado se encuentran deprimentes. Un estudio reciente de la Secretaría de Gobernación revela que en Veracruz, de los 17
Centros de Readaptación Social (Ceresos) que se ubican en el estado la mayoría se encuentra saturados con sobrepoblación, y que en 15 de estos prevalece un alto índice delictivo propiciado por las propias autoridades que controlan todo, desde venta de comida, bebidas, cigarros y todo lo que ello conlleva, incluidas visitas conyugales, hasta lo que ocurre fuera.
QUIZA POR ello, la Gobernadora electa de Veracruz debe poner especial cuidado en los centros penitenciarios del Estado, ya que esos espacios siguen siendo universidades del crimen, que lejos de reinsertar a la vida productiva a una persona que cometió algún delito y cumplió su condena, los echa al exterior siendo expertos en otros ilícitos, por lo que al egresar buscan aliarse con bandas con las que son recomendados, en un interminable ejercicio de descomposición social que a nadie beneficia, por el contrario, termina por afectar a una sociedad enfrascada en el trabajo y el desarrollo de su entorno. Por ello no cesan los delitos, y cada vez se tornan más crueles, prevaleciendo las barbaries que el pueblo bueno no ve, cegado por 3 mil 800 pesos bimestrales, o pagos acumulados de pensiones que en ocasiones llegan hasta los 18 mil pesos. Y es, precisamente, quienes poseen un negocio mediano son los que sufren las consecuencias de la extorsión o secuestro, robos, asaltos y amenazas que muchas veces se cumplen si no se satisface los caprichos de la delincuencia.
Y ES que, en las cárceles del Estado, como lo reconoció hace unos días el Presidente Andrés Manuel López Obrador, existe sobre población, pero solo lo dice y no hace nada para remediarlo, ya que si está consciente del problema, lo ideal sería haber mandado a construir más centros de readaptación social en el Estado y País, un tema similar al del agua: hay escases del vital líquido, pero no existe una campaña que exija a constructores y a quienes poseen una vivienda, construir aljibes antes de edificar inmuebles, y hacerlo solo donde se pueda garantizar el acceso al vital líquido. Basta ver que ninguna vivienda de interés social fue dotada de recolectores de agua de lluvia, y lo mismo sucede en los fraccionamientos donde pululan las casas bellas pero carentes de tecnología que acapare el agua que la naturaleza nos envía, y someta a un sistema de purificación que la haga utilizable. Son miles, millones de litros de agua que se pierden en cada temporal por falta de inversión, ya que el Gobierno prefiere regalar el dinero que construir una eficiente infraestructura hidráulica y financiar sistemas individuales de captación.
EN LOS Centros de Readaptación Social (Ceresos) que se ubican en el estado la mayoría esta sobre saturado, según reconoce el Presidente López Obrador, pero nada se hace para remediar ese conflicto que no solo atañe a los reclusos sino a la sociedad, ya que al estar revueltos todos los delincuentes y no debidamente separados, muchos se van convirtiendo en expertos en la comisión de otros ilícitos, y las cárceles en universales del crimen, y los que más problemas presentan son los ubicados en la zona norte del estado, sin descartar la región centro y otros más en el sur de Veracruz, de acuerdo con el desglose de la situación del sistema penitenciario.
PERO A López Obrador no le interesa ese conflicto, y fiel a su costumbre de hacer le un sesgo a los problemas, dice que la sobrepoblación en las cárceles de Veracruz se debe a un problema heredado por gobiernos anteriores, cuando Cuitláhuac García Jiménez y el propio titular del Ejecutivo Federal tuvieron más de cinco años para remediarlo y no hicieron nada. De García Jiménez nada se puede esperar, ya que fue un gobernante sin iniciativa, inclinado al poder supremo y sin voluntad, y acaso por ello dice que para resolver la sobrepoblación se han trasladado a 210 personas de cárceles estatales a penales federales, además de que evalúan que el gobierno federal ceda un espacio dentro del Cefereso de Villa Aldama para que sea ocupado y administrado por el estado. O sea, saturar lo que ya está saturado, pero no destinar un solo peso a construir una cárcel ejemplar, como el Centro de Confinamiento del Terrorismo construido en la administración de Nayib Bukele que actualmente es hogar de más de 100 mil sujetos que violentaron la ley. En Veracruz la población reclusa vive hacinada, preparándose para ser mejores delincuentes. OPINA carjesus30@hotmail.com
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