DESPEDIRSE, DECIR adiós, desprenderse de algo o alguien, siempre es doloroso sean cuales fueran los motivos. Es innegable que las despedidas no son fáciles y el camino por delante puede crear incertidumbre, pero hay que apreciar y valorar la experiencia que nos deja lo que ya no será, mirar positivamente lo que viene por todo lo bueno que nos traerá. Son tiempos difíciles. La pandemia de CoVid19 nos lastimó a todos, ya sea por la pérdida de un familiar o amigo, o por el cierre del negocio en el que pusimos nuestra esperanza. No sabemos si ese fue el antecedente, pero el Restaurante Español La Cata decidió cerrar el domingo 20 de este mes, tras haber sido fundado el 23 de Julio de 2008 por sus propietarios, los esposos María Marta Barreiro Couñago y José Barreiro Piñeiro, dos personajes que hicieron de la amistad un apostolado, y donde por años degustamos los mejores vinos y platillos de origen Ibérico. Fueron tardes que se convirtieron en noches y amaneceres, donde un grupo de amigos componíamos y descomponíamos el mundo, siempre acompañados de Pepe Barreiro, un gran conversador que solía apoderarse de los diálogos con su innata simpatía, mientras de rato en rato se ausentaba para dormir la clásica siesta de los gallegos tras la comida (quince minutos, decía que se podrían prolongar media hora o una hora completa,
no sin antes espinarse tres, cuatro o hasta 6 tequilas, que era su cuota). Regresaba a la charla y ahí seguíamos, con los diálogos a veces apasionados, subidos de tono, o entretenidos viendo el futbol, oyendo canciones que pasaban de una balada hasta un corrido. El lugar se inundaba de la voz bravía, pero al mismo tiempo suave y lastimosa de Chavela Vargas, de José José, Julio Iglesias o Raphael. Era un encuentro de voces distintas que opinaban cada cual su tema, pero era grato el encuentro dos o tres veces a la semana.
PEPE BARREIRO y su esposa Martha Barreiro se conocieron en la juventud. Ella fue siempre el alma de La Cata, como alguna vez lo fue del Casino Español de cuyo restaurante fueron propietarios entre 1980 y 1994, cuando decidieron poner otros negocios: una vinatería denominada Vinos y Licores del Sureste que por años surtió los mejores arcones navideños, jamones, latería y embutidos. Fue el mejor de su tiempo, y cuando fundaron el restaurante que el domingo fue cerrado, había para ciertos clientes una concesión o beneficio. Si se adquiría la botella de vino en la vinatería de su propiedad la podías llevar al comedero sin cobro de descorche, y acaso eso atrajo a muchos comensales que se ahorraban casi la mitad del costo, ya que muchos restaurantes suelen dobletearlo, lo que les espanta a la clientela, sobre todo en tiempos complicados.
COMO OLVIDAR tantos acuerdos surgidos al calor de los tintos, fueran políticos o empresariales, a los personajes que desfilaron por ese espacio para degustar las delicias de la comida siempre supervisada por Martha, los postres, la paella o la torta gallega, pulpos en su tinta, la cazuela de robalo y tantas obras culinarias que se convirtieron en una especie de imán al paladar. Incluso, no se podría tirar al cesto de la basura las discusiones que se salían de control, y que en más de una ocasión terminaron en manotazos sin que pasara a mayores, pues siempre había la convicción de respetar el lugar. Nadie deseaba que fuera clausurado, porque era un restaurante cien por ciento familiar, donde en ocasiones los niños, hijos o parientes de la familia correteaban o jugaban en el segundo piso acompañado de la anfitriona, la nieta de los Barreiro que adoptaron como una hija: Roselín, una pequeña que la conocí de un año y de pronto a los 10 años rebasó en estatura y presencia, incluso, a sus compañeros varones del colegio. Era habitual verla todos los días, en su Tablet, haciendo tareas, discutiendo, incluso, cuando se le provocaba. Ella decía que algún día administraría el restaurante.
BETO BARREIRO, el hijo del matrimonio decidió seguir los pasos de sus padres, y ahora es propietario del restaurante La Cata de Veracruz, un espacio que se ha tornado exitoso por el buen trato y la buena comida y bebida. Se ubica en Simón Bolívar 276, y goza del prestigio de la buena mesa heredada por la madre María Martha Barreiro Couñago, y el buen trato del padre José Barreiro Piñeiro, “Pepe”. La Cata de Veracruz es un comedero exitoso, frecuentado por muchas familias que acuden al lugar o piden comida a domicilio. Sin duda, perdurará muchos años, porque diferencia de Xalapa, el puerto de Veracruz tiene mayor actividad empresarial, mientras que la capital del Estado se circunscribe a la política, comercio o estudiantil, sectores que se vieron minados con el arribo de los MoReNos al poder quienes prefieren comer en fondas para tomarse la foto y parecer austeros, aunque viajen en camionetas blindadas de casi tres millones de pesos. Por ello en Xalapa muchos restaurantes han decidido bajar las cortinas, pues acudir a ciertos comederos parecería pecado mortal para muchos santiguados integrantes de la Cuarta Transformación que critican a los ricos y clase medieros, aunque a muchos ya los castigó Dios y los hizo millonarios, para que vean que se siente, y ahora quieren más.
LA CATA bajó sus cortinas el domingo, pero la amistad de Pepe y Martha perdurará por siempre, y seguramente los seguiremos viendo en algún otro comedero, ya que el domingo los reclamos al propietario fueron certeros: Pepe ¿y ahora a donde vamos a comer? Tendrás que habilitar tu departamento como restaurante, porque debemos reconocer que más allá de la comida que es de primera y exquisita, la asistencia era para escuchar a Pepe, un gran conversador que, como anteriormente quedo de manifiesto, se apoderaba de la plática, algo que solo había visto en tres personajes entrañables: el ya fallecido periodista José Miranda Virgen, el siempre bien recordado científico y marino mercante, Luis Martínez Wolf, y el colega Raúl Torres Jiménez, y ahora por supuesto –a quien conozco de muchos años atrás, que quede claro, no de atrás tiempo-, José Manuel del Río Virgen, un político prolífico en anécdotas, vivencias, gran experiencia y oficio político, a quien si le prestas el micrófono, no te lo devuelve.
SEGURAMENTE A Pepe y Martha les ira muy bien en su nueva vida. Merecen descansar, cosechar lo sembrado, dedicarse tiempo a sí mismos, e invariablemente, como dice el innombrable: amor con amor se paga, y la mesa de muchos hogares estarán dispuestos a la hospitalidad, a mantener esa amistad, a seguir riendo, recordando, componiendo y descomponiendo el mundo, porque debo decirlo con mucha certeza: los Barreiro son apóstoles de la amistad, y eso sin duda lo inculcaron a sus hijos que ahora, trasmiten a las nuevas generaciones semejante virtud. La Cata, aunque cierre, no se extinguirá de la mente de quienes fuimos clientes asiduos y tuvimos y seguiremos teniendo el privilegia de ser amigos de la familia. En hora buena, y que venga lo mejor para ellos, Dios mediante. OPINA carjesus30@hotmail.com
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