EL 17 de agosto de 1981, el entonces Presidente José López Portillo denunció que había personas que estaban "atentando" contra la economía mexicana, por lo que advirtió enfadado que él se encargaría de defender el peso como un perro. Aquella frase memorable se convirtió en una resonancia mediática que, sin embargo, no se reflejó en las cifras de la economía –pese a que panegiristas se la celebraron y hasta emitieron “lágrimas de cocodrilo” como las emanadas por quien, posteriormente fue conocido como “el perro”. Y es que, pese a aquella promesa, al cierre de su sexenio, López Portillo fracasó rotundamente, y recurrió nuevamente al recurso de frases dramáticas que llegaron hasta las lágrimas para justificar la crisis, ante la mirada de integrantes de su gabinete, entre ellos, quien sería el sucesor, Miguel de la Madrid Hurtado, entonces, secretario de Programación y Presupuesto. De esa manera, el 1 de septiembre de 1982, durante su sexto y último informe de gobierno, López Portillo y Pacheco se enjugó las lágrimas mientras pedía perdón “a los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón que he venido arrastrando como responsabilidad personal; le digo que soy responsable del timón, pero no de la tormenta”, y otra vez se enjugó el llanto que era parte de un montaje que ni el mismo se creía, y lanzando un fuerte golpe sobre la mesa en la que se encontraban los micrófonos que transmitían su voz a todo el país a través de una cadena nacional que enlazaba a absolutamente todas las estaciones de radio y televisión de México, siguió pidiendo perdón. “a los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón, que he venido arrastrando como responsabilidad personal, les digo que hice todo lo que pude para organizar a la sociedad y corregir el rezago; que avanzamos; que, si por algo tengo tristeza, es por no haber acertado a hacerlo mejor”. Más de 30 años después, el presidente Enrique Peña Nieto también pidió perdón, pero en su caso por la indignación que causó la llamada casa blanca de Las Lomas de Chapultepec, aunque este último no lloró. Lo cierto es que después de aquella tramoya, López Portillo no pudo presentarse en público en los años siguientes, pues la sociedad, a donde fuera, lo corría imitando los ladridos de un camino, recordándole que había prometido defender el peso como un perro, cuando en realidad al final de su sexenio se dio el peor cierre de todos los tiempos, con una inflación que hundió al peso provocando severos descalabros económicos a los gobernados. José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco había traicionado a los mexicanos, concretamente, a su pueblo, y este, fuera de clase media, baja o alta, económicamente hablando, no se la perdonó, ya que tras su mandato emergieron, como una maldición, las brutales corruptelas de su sexenio.
LA TRAICION tiene su costo, y el lunes se difundieron imágenes de como porteños acudieron hasta un restaurante de Veracruz donde desayunaba el senador suplente (su hijo es el propietario), Miguel Ángel Yunes Linares, y antes de que abandonara el comedero, personas de diversos extractos se arremolinaron y comenzaron a gritarle: “Yunes traidor, sucumbiste al dictador”, lo que paró en seco al político que, incluso, intentó encararlos, pero midiendo los riesgos que ello implicaba, dado el malestar de los manifestantes, se concretó a observarlos retadoramente mientras una espigada mujer que le acompañaba le conminaba a retirarse, y no lo hizo sino hasta que una persona robusta se le acercó y algo le espetó furioso, y hasta entonces Yunes Linares abordó su lujosa camioneta color gris oscura protegido por uno de los guardaespaldas, yéndose del sitio, mientras la gritería no cesaba y lo echaba del lugar con el clásico: fuera traidor, fuera traidor.
ALGUIEN COMENTO tras aquel lamentable espectáculo: “Yunes Linares no tendrá paz en Veracruz, pues donde quiera que se presente tendrá que enfrentar esos desplantes, que bien merecido se los tiene”, y acaso no falta razón, ya que la traición e ingratitud suele ser un comportamiento condenable, de tal suerte que en la obra maestra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, la traición es el máximo pecado que se puede cometer y amerita la peor de las condenas: ser devorados por el mismo Demonio, siendo Judas Iscariote, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino destrozados y comidos literalmente por Satán, en la obra universal. En Derecho, la traición se refiere al conjunto de crímenes que engloban los actos más extremos en contra del país de cada uno. Familiarmente, la traición consiste en defraudar a familia, amigos, grupo étnico, religión u otro grupo al cual pueda pertenecerse, haciendo lo contrario a lo que los otros esperaban. A menudo, cuando se acusa de traidor, tales acusaciones son controvertidas y disputadas cuando la persona no puede identificarse con el grupo del cual es miembro, o de lo contrario está en desacuerdo con los líderes del grupo que hacen el cargo. Yunes Linares traicionó a quienes creían en él, y acaso lo hizo para librar a su familia de las órdenes de aprehensión que el Gobierno de López Obrador y sus aliados habían emitido en contra del líder de ese clan, sus hijos, la nuera de este en el puerto de Veracruz y su esposa, pero nadie le asegura haberlo logrado, ya que Gabriel Onésimo Zúñiga Obando, representante de MORENA ante el Consejo General del Organismo Público Local Electoral (OPLE), ha advertido que la designación de Fernando Yunes Márquez como diputado local plurinominal por el PAN será impugnada, toda vez que existe en su contra un proceso judicial y la presunción de una orden de aprehensión. En fin, el tiempo pone a cada cual en su lugar, y el de los Yunes de El Estero no será muy grato, pues la traición suele ser un bumerán que acaba por golpearte.
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DOS PERSONAJES que no son del todo aceptados por la sociedad -dado la enorme estela de polución que les antecede- han sido considerados para cargos claves. Uno de ellos, Juan Javier Gómez Cazarín que, según se sabe, no ira a la delegación Federal de Gobernación sino como superdelegado de los programas Federales desde donde Manuel Huerta Ladrón de Guevara buscó ser candidato a la Gubernatura, ya que entregar a los pobres dinero que no es suyo, aunque el pueblo bueno y sabio así lo crea, les construye una plataforma social que los hace competitivos. Cazarín trae mucha cola, alianzas con grupos de dudosa honorabilidad y acuerdo subrepticios que lo hacen el menos a propósito, pero si la Gobernadora Rocío Nahle opina lo contrario, nadie podría hacerla desistir, salvo los errores que comete el beneficiario de un puesto que no merece. El otro es, sin duda, el nuevo titular de la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP), Leonardo Cornejo Serrano, actual funcionario de Petróleos Mexicanos. No es secreto que Cornejo Serrano participo en el sexenio de Peña Nieto en la asignación de una obra a Odebrecht negociada con sobornos, además de que firmó con el gobierno de López Obrador 99 de cada 100 contratos otorgados en la refinería de Dos Bocas. El monto de las adjudicaciones es un secreto, pues la información fue censurada. Como sea, ambos ya son parte del Gobierno, y acaso por sus hechos los iréis conociendo, pero nuestra obligación es advertirlo a tiempo. Allá quienes los contratan. OPINA carjesus30@hotmail.com
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