Reflexionando sobre lo que intenta hacer el nuevo gobierno, lo mismo a nivel federal que en los estatales, recordé la frase que usan quienes no son favorecidos por el dedo elector cuando hay elecciones internas en un partido político, esa de que ¨La línea es que no hay línea¨. Con ello esperan que quien va a votar en la interna, decida libremente y no a favor de quien le indique su líder, pastor o benefactor.
Yo dejaré de usar el término ¨ Cuarta Transformación ¨, hasta en tanto no vea una transformación. Al día de hoy, sólo he visto destrucción con el pretexto de que había corrupción. Cada vez que escucho que no hay interés de perfeccionar ninguna institución, sino sólo destruir, me pregunto cuál es la alternativa, cuál el plan de acción. Y eso me ha llevado a entender el plan de gobierno y el proyecto de nación que se está aplicando con este nuevo gobierno.
¡El plan es que no hay plan! Todo se maneja según el humor y las ocurrencias del presidente. Su único proyecto, el cuál queda claro a ojos de todo el mundo, es perpetuarse en el poder. Quizá no el presidente en sí mismo, sino establecer un pretendido maximato por la vía de alguien de su absoluta confianza, que podría ser su esposa Beatriz o Claudia que tiene mucha más experiencia de gobierno. Fuera de eso, observamos que todo es improvisado en el nuevo gobierno.
Se entiende la urgencia del combate a la corrupción, hasta que se observa la opacidad con la que se maneja el dinero público, al grado que en un país con las costumbres del nuestro, resultaría imposible apostar un peso a favor de que se combate en realidad la corrupción. Sabemos que hay mucha tela de dónde cortar, todos los mexicanos hemos sido víctimas que para resolver cualquier asunto hemos caído en corromper, o nos hemos visto obligados por las circunstancias. Hoy, cualquiera sabe que las cosas siguen igual, o incluso peor. Pues la incompetencia con la cual se manejan las oficinas públicas es manifiesta.
Siempre que pienso en el combate a la corrupción, pienso que con que le digan al presidente que una institución realizó un acto de corrupción, éste tratará de desaparecerla. Sin plan, sin proyecto. Y como todos sabemos, todo México ha estado invadido por la corrupción, por lo tanto, en la lógica del presidente, habría que destruir todas las instituciones de México. Lo cual, es un total absurdo, pues el la corrupción es un síntoma del verdadero problema, que se llama impunidad.
Curiosamente el nuevo gobierno no está haciendo absolutamente nada para combatir la impunidad, al contrario, parece que el índice ya de por sí elevadísimo, va en aumento.
Hoy por hoy, se puede hasta asesinar a dos personas delante de efectivos de la guardia nacional, siempre y cuando se realice de manera colectiva. Una turba de habitantes de un poblado de Puebla linchó a dos presuntos secuestradores, después
de haber asesinado a otros cinco. La diferencia es que los dos últimos sufrieron su destino frente a efectivos obligados a proporcionar seguridad a todos los mexicanos. ¡Se violó la ley frente a la autoridad!, creo que no conozco mayor grado de impunidad.
En el caso de la cdmx, pasa lo mismo que en el gobierno federal, la procuradora informa que los policías que violaron a una menor, volverán a sus puestos, pues aunque ella sabe que son culpables, falta la denuncia (que no se presenta por amenazas a la familia), así que a pesar de saber que son culpables, y conocer las pruebas que así lo demuestran, los va a restituir en sus cargos. Un verdadero absurdo, pues ubica al delincuente en situación de volver a delinquir, no sólo ante la falta de sanción, sino también porque la corporación no toma medidas para evitarlo.
La impunidad que es la madre de la corrupción, no se menciona en un gobierno en el cual la rendición de cuentas no existe. Las consecuencias de las decisiones que han tomado en el sector energético y de comunicaciones han minado a la economía nacional. Se ha perdido miles de millones de dólares en riqueza al reducir el crecimiento del PIB debido a las decisiones tomadas por este gobierno. Sin embargo nadie es sancionado cuando toma una mala decisión.
Las consecuencias en la salud de miles de mexicanos, de las decisiones tomadas por financieros o secretarios de salud, han causado ya dolor y muerte, y causarán muchas más. El no combatir al mosco transmisor del dengue, la cancelación a nivel estatal de hemodiálisis, la no compra oportuna de medicinas, la ausencia de vacunas por la ineptitud de quienes asumieron cargos de decisión, simplemente no tienen la mínima consecuencia.
En seguridad es la misma historia. Todos sabemos dónde asaltan en las carreteras, pero los asaltos no se previenen, generando pérdidas humanas y materiales. En los estados que gobierna morena la inseguridad se ha incrementado de manera significativa, a pesar de que los gobernadores mientan descaradamente afirmando lo contrario. Y aquí hay otro ejemplo de la no consecuencia de cometer errores en su trabajo, pues sus secretarios de seguridad les proporcionan cifras falsas, preliminares o equivocadas, y no pasa nada. Total, todos los puestos fueron repartidos por el presidente, y será éste quien decida cuando despedir a un inepto y que otro inepto lo va a sustituir. Porque la norma de este gobierno, ha sido el reparto del botín, una y otra vez, se otorgan puestos a quien cuidó un casilla, a quien promovió el voto, a quien acompañó a AMLO desde los primeros años de la primera campaña, etc.
El costo de tener a un incapaz en un puesto, es el que jamás tenga un desempeño adecuado. Son incapaces, porque no están capacitados para los puestos que ocupan. Supongo que AMLO espera que algún día aprendan, sin embargo, entre la ideología que ocupa buena parte de su criterio, esa que no exige eficiencia sino cumplir con dogmas de izquierda que han probado su fracaso, y entre la falta de conocimiento mínimos para comprender una realidad compleja como lo es la administración
pública, es muy probable que jamás, jamás, lleguen a terminar su curva de aprendizaje, y mientras tanto, México sufre las consecuencias.
Tirar por la borda lo avanzado en educación, volver a esquemas anticuados y obsoletos en la producción de energía. No entender como funciona la economía moderna. Todo ello implica no sólo que no hay plan, sino tampoco hay proyecto de nación. Así que podemos terminar esta reflexión con el conocimiento de que el plan es que no hay plan, y el proyecto, más allá de disfrutar los baños de pueblo y trabajar media hora en las mañanas con el gabinete, es que tampoco hay proyecto.
P. S. Salvo que deliberadamente el plan y el proyecto sean destruir a México.
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