La primera vez que escuché hablar de Lydia Cacho y de uno de sus libros, pensé que era una periodista que era utilizada para atacar a un grupo de políticos. No tenía yo idea de la magnitud de la obra que ella venía realizando día con día, en contra de las mafias de tratas de blancas, de trata de niños y niñas en México, y posteriormente en el mundo.
No le presté mucha atención al personaje, hasta que me enteré que la habían detenido en Quintana Roo y que la trajeron a Puebla por carretera, además de que durante todo el viaje la asustaron y amenazaron de muerte. En esa época me compadecí de ella, me preocupé porque entendí que sólo habiendo tocado intereses muy fuertes era posible que ella fuera tratada así, y pensé que en cualquier momento los poderosos de México a los que ella había afectado la matarían.
No entendí cómo era posible que no la hubieran asesinado en el trayecto de 1,500 kilómetros, hasta que me dí cuenta de la protección que le brindaron muchos amigos de distintos medios de comunicación, que siguieron a detalle esa detención y que debido a que la expusieron a la luz pública, evitaron que fuera asesinada.
Hace muy pocos días leímos en medios de comunicación nacionales que Mario Marín, el famoso gober precioso enfrentaba una orden de aprehensión por tortura en contra de Lydia allá en el 2005 cuando sucedieron los hechos que comenté en párrafos anteriores.
Lydia Cacho inició una investigación por su cuenta en los inicios de este milenio ante la evidencia que día con día recibía en la zona de Cancún, debido a que se utilizaba como área de turismo para abuso sexual de niños y niñas de cuatro a catorce años. Ella logró documentar más de 200 casos, e incluso logró integrar pruebas de producción de pornografía infantil en esa misma zona. Ella menciona a dos ex presidentes de México, a varios gobernadores, a senadores, y a empresarios poderosos (ligados a la política) y no poderosos que participaban en el disfrute carnal de esos niños y niñas.
Después de amenazas de muerte, intentos de soborno y presiones del más alto nivel, logró publicar ¨Los Demonios del Edén¨, en donde detallaba los abusos que ella misma había documentado. A la fecha ha ganado siete juicios y ha logrado la primera condena por pederastia en Latinoamérica, la que le fue otorgada al empresario Jean Succar Kuri, de la cual se deriva ahora el cargo para Mario Marín y para el empresario Kamel Nacif Borge, quien por cierto es pariente del ex gobernador de Quintana Roo de apellido Borge también. Y en ese paquete de ordenes de aprehensión también salió una para Hugo Adolfo Karam Beltrán ex subsecretario de seguridad pública de Puebla y otras personas más.
Lydia ha logrado rescatar cientos de víctimas de mal trato, de abuso, y ha logrado documentar la podredumbre del sistema político mexicano, que sin el menor escrúpulo vende la justicia, la ética, lo correcto, a cambio de centavos. No importa si es un policía preventivo, uno investigador, un fiscal, un senador, un gobernador, un secretario de seguridad pública, e incluso presidentes de la república, muchos funcionarios se han beneficiado dañando a otros mexicanos.
A través de los libros de Lydia Cacho se expone el vergonzoso papel de seres humanos depredadores, el de padres que venden a sus hijas e hijos menores por tres mil dólares para ser explotados sexualmente, de personajes que compran y venden menores de edad para disfrute de otros seres humanos que viajan incluso desde Estados Unidos y Europa con el fin de disfrutar de lo que ellos consideran un manjar, que es un niño una niña de cuatro años. El submundo de la pornografía infantil y de las transacciones que se realizan en la deep web.
Ha viajado a 143 países, para investigar las redes de trata de seres humanos, y los vínculos que hay con otras actividades delictivas como extorsión, lavado de dinero, etc. Se ha disfrazado de monja, y hasta de prostituta con habilidades de baile de tubo. Y con todo ello ha logrado establecer conjuntamente con investigadores de la mayoría de esos países, las relaciones entre las mafias Rusa e Italiana y sus luchas por el control de la pederastia en la rivera Maya, el involucramiento de la Yakuza en el lavado de dinero, y la participación de las mafias africanas, en especial la de Nigeria.
Lo peor es que una y otra vez señala en sus libros, denuncias y conferencias, el tráfico de seres humanos en México. La cultura del padrote en algunos pueblos de Tlaxcala, heredada y enseñada de padres a hijos. Las redes de prostitución forzada de chicas que caen en esas redes, y son llevadas con engaños a USA o a otros países. Las complicidades de las distintas autoridades mexicanas, y a pesar de todo eso, el combate a la trata de personas en México es mínimo.
Los mexicanos vivimos en un país en dónde en muchos lugares le rascas tantito, investigas un poco y te encuentras con mierda. Deberíamos de vivir indignados y en pie de lucha por mejorar este país, por reducir a límites razonables la impunidad, por tener una procuración de justicia íntegra y una administración de justicia pronta y expedita. Sin embargo, tal parece que no tenemos dignidad, no entendemos que para acabar con la mierda hay que esforzarse, tenemos que exigir, tenemos que participar.
Sobre todo vencer tres graves problemas, la apatía, la ignorancia y el miedo. Lydia nos ha mostrado que si se puede. Otros mexicanos, unos cuantos, también nos lo han demostrado. Parece que al resto no nos importa México. ¿Seremos apátridas?
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