José Miguel Cobián
Durante muchos años vivimos la dictadura del PRI, dónde veíamos una y otra vez a las mismas personas enriquecerse a costillas del erario público. Vimos cómo jugaban con el futuro de México permitiendo que las sindicatos educativos heredaran plazas, vendieran plazas, permitieran que personajes sin la mínima vocación dieran clases a las futuras generaciones de México, e incluso llegaron a prohibir reprobar alumnos con el fin de mejorar a ojos del mundo en esos porcentajes. En una palabra, impidieron que varias generaciones (hoy vivas) de mexicanos aprendieran a pensar y analizar.
Llegó el PAN al poder, y con ellos la esperanza de un mejor país renació. Al fin y al cabo, era el partido de los católicos, de los que tienen valores, de la ¨gente decente¨. Y lo que vimos fue más de lo mismo. El gabinetazo de Fox fue un fraude, pero vivimos el renacimiento de la política del Bla, Bla, Bla, Bla. Fox hablaba mucho y hacía poco. Calderón repartió puestos (el botín del erario) entre simpatizantes y amigos para poder controlar a su partido y al final decidió apoyar al candidato del PRI. Se disciplinó y realizó las acostumbradas componendas desde el poder.
Mientras tanto, el norte y el centro del país avanzaban en su desarrollo social y económico. Los mejores sueldos y las mejores ciudades para vivir estaban en el norte y centro de México, mientras el sur y sureste continuaba atrasado, igual que en tiempos de la colonia. Caciques y grupos explotaban a la mayoría de la población, mientras el mexicano veía como unos cuantos seguían enriqueciéndose de manera escandalosa. La corrupción del sistema político allí seguía, a pesar de la transición democrática, a pesar del cambio de gobierno de PRI a PAN a PRI.
Muchos mexicanos estaban olvidados en este sistema. El índice de GINI cada día más cercano al 1 y más alejado del 0. Mientras muchos mexicanos rumiaban sus frustraciones o veían cómo unos cuantos se beneficiaban de lo que supuestamente era de todos: el Erario, Pemex, CFE, Luz y Fuerza del Centro, IMSS, ISSSTE, etc., los empleados privilegiados mientras el resto de México era olvidado.
De repente surge un personaje populachero, divertido, muy cercano a la forma que le gusta al mexicano de comunicarse, mediante burla, chisme, relajo y poca seriedad. Un personaje que a todas luces no era inteligente, pero sí tenía una enorme sensibilidad para comunicarse con el pueblo. Y de una vez aclaro, no es que la suerte del pueblo le interese, le interesaba manipular al pueblo para lograr sus fines. .
En México es casi imposible que un particular logre cambiar su destino o enfrentar a los poderes fácticos, así que hay una especie de resignación colectiva, que permite considerar a los mexicanos como Agachones en su mayoría. Pero agachones porque no encuentran la opción, más que porque no tengan las ganas de enfrentar sus problemas (espero).
Acumulando frustraciones y rencores, con pésima educación resulta muy difícil lograr la movilidad social, pero teníamos un PAN señalando todas las corruptelas reales e imaginarias o inventadas de los gobiernos prístas, alimentando aún más el rencor social. Y de repente existe la posibilidad de mandar al rancho de AMLO tanto a los rojos como a los azules, y lograr llevar a cabo la esperanza de un México mejor para cada mexicano. De ahí derivó el voto masivo que no alcanzó durante dos intentos, pero en el tercer intento AMLO aprendió la lección y acordó con el presidente Peña, lo cual le permitió llegar a sustituirlo. Y no hizo nada que no se acostumbre en el sistema político mexicano, ya vimos a Calderón negarle el apoyo a Josefina para que Enrique llegara a sucederlo.
No es ilegal pero es inmoral. Inmoral porque se manipula la necesidad de la gente para que vote por quién los que manejan nuestros recursos fiscales decidieron que se vote. Inmoral porque se aprovechan de las necesidades de millones de mexicanos que están en posición económica precaria debido al mismo sistema que los utiliza.
Llega AMLO al poder y genera una reacción de enorme esperanza por un cambio para bien, sobre todo después de todo lo que quién le escribe sus libros anotó en cada uno de ellos, pero en ese momento no sabíamos que AMLO no había escrito ninguno de los libros que llevan su firma.
Esperanza a la que no se desea renunciar, es el primer factor para creerle a AMLO, de ahí vienen otros, como el que algunos son personajes frustrados por no haber logrado sus metas en la vida, otros más envidian a quién ha sabido crear un pequeño patrimonio legalmente y envidian aún más a quienes han acumulado un gran patrimonio de manera ilegal, pero quieren que a ambos les vaya mal en la vida. Algunos más han sido históricamente adoctrinados en un comunismo, un maoísmo o un marxismo mal entendido, y odian al imperialismo, odian a las empresas, odian a la propiedad privada y odian todo, por ello aplauden la destrucción de todo. Algunos más trabajan en el gobierno y saben que se exige lealtad absoluta, así que siendo empleados públicos o beneficiarios de algún contrato o incluso de algún programa social, todos y cada uno de ellos, aplaude y defiende las propuestas del gobierno sin importar que en su fuero interno sepan que son equivocadas, pues primero está la comida de la familia y luego la patria.
Por último hay un sector que no tiene capacidad de análisis, que no puede ni sabe cómo confirmar los dichos y los hechos mencionados en la mañanera y en la machacona propaganda del gobierno, pero que tiene respeto por las figuras de autoridad y cree todo lo que le dicen. Este grupo se denomina popularmente como los atolizados o lavados de cerebro.
Algunos alcanzan a enterarse de los argumentos a favor del día leyendo a Julio el guerrillero, o los mensajes de whats con los que los bombardean a diario, los pequeños videos de simpatizantes, en fin, y se quedan en lo superficial, porque no tienen la capacidad de profundizar en el análisis y la investigación. O simplemente no les interesa, porque están demasiado ocupados por buscar ganarse el sustento cada día.
Lo más grave es que no me atrevo a criticarlos, porque fanáticos los hay en todos los ámbitos de nuestra sociedad. La religión católica nos ha enseñado a creer sin cuestionar. A escuchar a la autoridad que siempre sabe más que el pueblo, esa autoridad es el sacerdote o el Obispo o el Cardenal. Nadie los cuestionaba, so pena corporal o de vida. Lo mismo sucedía con los tlatoanis precolombinos, y posteriormente con los encomenderos a pesar de las leyes en defensa de los indios que promulgó la corona, y luego todavía peor a partir de la independencia pues en esas épocas el peor explotador del mexicano era el mexicano. Y a partir de la revolución, ya sabemos que México se convirtió en el paraíso de la robo-lución.
México es un país en el cual cometer delitos es parte de la vida cotidiana. No se sanciona socialmente al delincuente, pues delinquir es cultural, sino al que agarran y exhiben, y eso a veces. Por eso, es imposible que una persona sin valores, sin cultura, sin educación y sin experiencia en análisis y razonamiento pueda entender los problemas técnicos que está generando la 4T en economía, salud, educación, seguridad, etc. Eso solo lo entienden los especialistas, pero a esos, nadie los escucha, y el propio presidente se ha encargado de descalificarlos y convencer al pueblo que el conocimiento, la técnica, la ciencia y la experiencia no son necesarios.
Mientras tanto, cómo convencer a la población de que la época neoliberal a la mexicana es mejor para ellos, si ellos no vieron mejoría en su nivel de vida durante 30 o 40 años.
En México convivimos personajes que siguen en la edad de piedra, en la de hierro, en la de bronce, en la edad media, en el renacimiento, tenemos un presidente que quedó atrapado en el nacionalismo revolucionario de los 70´s del siglo pasado, con creencias medievales. Tenemos también unos cuantos mexicanos subidos en la modernidad del siglo XXI, pero lamentablemente son muy pocos. Por eso es imposible romper el manto de manipulación y polarización que se teje todos los días desde el poder.
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