Por José Miguel Cobián
Durante 18 años me conmovió un sector de la sociedad que confiaba en que Andrés Manuel era una opción de cambio hacia un México más justo. Verlos acudir a las grandes concentraciones, viajando desde lugares distantes y pasando horas y horas esperando a que llegara quien representaba su esperanza siempre me conmovió. Sabía yo que muchos habían recibido un dinero para acudir, otros recibieron la instrucción, algunos más acudieron por el paseo, ya que había transporte gratis desde sus comunidades, pero aun así, había un sector que acudía de corazón sintiendo que con su presencia y apoyo podría cambiar un poco las terribles circunstancias de su vida y de quienes los rodeaban.
Ver la cantidad de personas que acudieron libremente a la manifestación de FRENAAA también me conmovió. Ese sentimiento surge porque son personas que jamás tuvieron la necesidad de manifestarse y que no tienen experiencia en esas lides. Caminaron un sendero desconocido con la firme esperanza de defender el futuro de México. Escuchar a señoras que al igual que en las manifestaciones PRO AMLO, acudían sin toda la información, pero dedicando su tiempo por México fue algo muy conmovedor.
No tengo duda de que hay intereses detrás de Lozano, como los hay detrás de cualquier movimiento político. Pueden ser sólo defender a México, o ser de otro tipo. Sin embargo, los líderes no importan, importa la población. Pocas veces la clase media se ha manifestado. Generalmente es la gente en situación de pobreza, que ante la desesperación de su situación acude a las manifestaciones. El tres de octubre fue diferente. No hubo acarreos, no hubo lonche, no hubo vehículos para mover a la gente. No hubo listas. No hubo presión para acudir so pena de perder apoyos, no hubo manipulación de los líderes, salvo la propia de la información compartida, que no siempre es veraz, pero no hubo obligación de acudir o perder privilegios. Fueron todos, manifestantes reales, y eso vale mucho más que dos millones de acarreados.
Ellos. Esos que se manifestaron el tres de octubre, representan a un enorme sector de mexicanos que hoy se sienten desdeñados, olvidados y desatendidos, por un gobierno que parece gobernar únicamente para un sector de la población.
En México estábamos acostumbrados a que la elite política hiciera negocios con el presupuesto, lo cual continúa hasta la fecha, con los mismos nombres de siempre y con algunos nuevos que llegaron con el nuevo gobierno. Eso no ha cambiado.
También estábamos acostumbrados a que los presidentes vieran la silla del águila como una monarquía sexenal. Sin embargo, los excesos a los que ha llegado este gobierno, superan por mucho el autoritarismo de los anteriores, cuando menos de la época neoliberal. Porque se asemejan y mucho a los excesos de los gobiernos de Echeverría y López Portillo. Gobiernos que demostraron ser incapaces de elevar cuando menos un poco el nivel de vida de los mexicanos. El
recuerdo los asemeja al actual en cuanto a la toma de decisiones absurdas, y la destrucción de riqueza y bienestar de millones de mexicanos.
La diferencia es que aún con todos sus errores, los gobiernos desde Carlos Salinas hasta la fecha, nos acostumbraron a un crecimiento económico raquítico del 2.5% anual, pero que hoy se consideraría un gran logro si al final del sexenio logramos un crecimiento promedio equivalente. Debemos sonreír cuando alguien nos recuerde la promesa de crecer al 6% anual, cuando resulta claro que no hay la menor idea de cómo lograrlo. Si de algo adolece esta administración es del mínimo conocimiento de economía.
El presidente hace mal, muy mal, en seguir con su cantaleta de conservadores y morenos. Sus políticas en muchos casos superan la mayor fantasía de cualquier gobierno conservador. Aunque la mayoría de la gente, por desconocimiento de teoría política y económica no lo perciba. El presidente hace mal en dividir a México, pues eso daña a México.
El lema de primero los pobres, ese que viene de 2006, ha quedado en solo un lema. Había esperanza de que los pobres mejoraran su nivel de vida. Hubo luz cuando aumentó el salario mínimo por arriba de la inflación, en contra de lo acostumbrado en el período de 30 años anterior, en el cual el mínimo perdió el 70% de su poder adquisitivo. Pero una golondrina no hace verano. Fuera de esa gran idea, el resto de las decisiones han perjudicado a los pobres.
La desaparición del seguro popular, la desaparición de las guarderías, la ausencia de medicamentos, la reducción de presupuestos de salud. Reducir el número de beneficiarios de programas sociales en 10 millones, de 26 millones en el último año de Peña a 16 millones actualmente. La pérdida de empleos sin el mínimo intento del gobierno en ayudar a conservarlos, la promoción negativa de México como un país que no se rige por la ley, sino por la voluntad de quien ocupa el puesto de emperador bananero.
La imagen del país ante inversionistas extranjeros que con su dinero, en caso de invertirlo en México, generan empleos y con ello bienestar en las familias mexicanas, es desastroso. Cancelar inversiones mediante encuestas patito. Pagar indemnizaciones superiores al valor real, para evitar un problema con los poderes fácticos, renegociar contratos de ductos, en los cuales el país sale perdiendo. Solo habla a ojos del exterior de un gobierno de incompetentes, incapaces y desconocedores del quehacer público.
Inversiones absurdas a ojos de todo el mundo, pero que son aplaudidas por gente que desconoce cómo se evalúa una inversión, pero que aplaude por no renunciar a una esperanza de un futuro mejor, aunque poco a poco, la realidad caiga encima y demuestre que a nivel colectivo es muy posible que estemos peor, sin que ello implique que a algunos les pueda ir mejor en ese futuro, pero serán muy pocos.
El sub ejercicio de los recursos públicos, la falta de inversión pública. Todo ello, en todos los niveles, hace daño a México y provoca una mucho más lenta recuperación de la crisis autogenerada y reforzada por la llegada del Covid.
Por ello, gente que sólo se dedicaba a trabajar y que había tenido suerte, que se le ha ido bien en la vida. Gente que genera empleos y paga impuestos, gente que siempre estuvo dedicada a sus propios asuntos, en esta ocasión salió a la plaza de la constitución a tratar de abrirle los ojos a quien desde su soberbia se niega entender que debe gobernar para todos, no nada más para una facción.
No fueron piratas que llegaron a saquear y a someter a la población. No fueron revolucionarios que ganaron una guerra y van a someter al enemigo. Son un gobierno electo democráticamente. Deben gobernar POR EL BIEN DE TODOS.
Esa elección debió hacer reflexionar a muchos. ¿Por qué se vota masivamente por un cambio tan radical? ¿Por qué tanto descontento con lo que hasta hoy se ha hecho? Cierto que hubo errores. Cierto que muchos antes no se manifestaron, incluso muchos de los que hoy reclaman que ¨antes¨ no protestaron, ellos tampoco protestaron porque estaban acomodados con el poder en turno, como hoy lo están con el actual poder en turno. Pero eso no implica renunciar a expresar la voluntad ciudadana.
Un gran mérito el de AMLO lograr que un sector antes apático, hoy participe activamente en política, se informe y reclame los derechos POR EL BIEN DE TODOS. Aunque sea en contra de sus políticas públicas.
Ojalá y este cambio sea duradero. Ojalá que sigan las protestas cuando el gobierno haga algo mal. Ojalá quienes hoy aplauden ciegamente, comiencen a usar la razón. El presidente debe cambiar su ruta, por el bien de México. Apoyarlo sin señalar sus errores es traicionar a México, para quedar bien con un poder temporal. También atacarlo sin razón y sin motivo es traicionar a México. Toda crítica y señalamiento debe de ser fundamentado y analizado.
Mientras tanto. Bravo por esos mexicanos que ante un liderazgo gris como el de Lozano acudieron por ser la única vía para expresar su descontento. Ya que partidos y otros liderazgos se sienten vulnerables y por eso no asumen su papel en la historia.
Espero que México siga así dejando a un lado la apatía. Por el BIEN DE TODOS.
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