Por: José Miguel Cobián
Por un asunto banal, escribo en una discusión con buenos amigos que México es visto desde el exterior como una República Bananera dirigida por un dictadorzuelo que hace lo que quiere con el país. Inmediatamente me reclama un amigo diciendo que no es correcto el término porque es peyorativo. Yo me emociono y espero un buen debate, pero mi amigo es de los que aman más la tranquilidad que la discusión. Reconozco que es más sabio que yo. Sin embargo, el tema me gustó para compartirlo contigo estimado amigo que me haces el favor de leerme.
Wikipedia dice: La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir un país que es considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar.
En el caso de México, no vivimos gobernados por un dictador, y mucho menos llegó al poder de manera fraudulenta. Esa parte del concepto de república bananera no aplicaría, a pesar de que Obrador gobierna con aires de dictador, y a quién se opone a sus designios lo menos que le puede pasar es una andanada de ataques desde el púlpito mañanero, o llegar hasta amenazas de judicializar cualquier cosa en perjuicio del adversario en turno. Fuera de eso, somos un país políticamente inestable, con una democracia inmadura, que recibiría una calificación de 4 o 5 sobre diez, somos un país empobrecido, basta ver que antes de la pandemia más de la mitad de la población estaba en niveles de pobreza o pobreza extrema.
Creo que el atraso del país es innegable, hoy producimos electricidad con carbón, no somos capaces de realizar una vacunación medianamente eficiente, padecemos de falta de medicinas, el sistema de aduanas está diseñado para estorbar al comercio exterior, tenemos aeropuertos que dan pena, y tendremos uno que será más penoso aún, la modernización del sector público se refleja en apagones, en ahorro de certificados de páginas web, en rechazo a las energías limpias, en dejar de pagar antivirus para ahorrar unos centavos, aunque hasta la fecha, sigan algunas computadoras clave de Pemex en manos de hackers. Somos un país atrasado porque la calidad de la educación nos sitúa en último lugar entre los países pares al nuestro.
Respecto de la corrupción creo que no debería abundar, pero vale la pena mencionar que cualquier persona que se considera a sí misma decente, es capaz de votar por cualquier candidato, sin importar si llegó a esa candidatura comprando votos, o si se rodea de indeseables, o si tiene mala reputación, o si ha cumplido de la peor manera algún otro encargo público. Votamos por razones tan de país del tercer mundo, como que me cae bien, es rico, es guapa, ya lo conozco, ya le toca. Jamás evaluamos ni capacidad, ni historia de vida, ni programa de trabajo del candidato. Para pertenecer a un clan, debemos de votar todos en el mismo sentido y por los mismos
candidatos. No nos consideramos dignos de tener a los mejores candidatos en los puestos públicos, sino que aceptamos lo bueno, malo y pésimo que nos ofrecen los partidos políticos.
Ni hablar de la corrupción en el sector público o privado. Cualquier mexicano es muy decente mientras no está en el lugar y momento adecuado para probar su ética y moral pública (que la privada es asunto de cada quién). Desde el tipo que saquea la carga de un accidente, o el que roba una cartera que encuentra tirada, o el que llega a un puesto público y se comporta como funcionario mexicano típico, es decir, llegar para enriquecerse y aprovechar el puesto para su beneficio. Conozco muy pocos mexicanos que ante la oportunidad de realizar una acción de corrupción no lo harían… Muy pocos.
Por eso cuando un amigo se quejaba amargamente de la compra y coacción de voto en una elección interna panista para alcalde de un pueblo pequeño, le contestaba yo que no debía de extrañarle, ya que eran panistas los que operaban la elección. Esto con el plan de hacerlo rabiar un poco, ya que tanto él como yo sabemos que tanta corrupción hay en el PAN como en el resto de los partidos políticos del país. Pero al final, reconsideré y le comenté: ¨quizá debiera decir que no tiene nada de extraño ver a mexicanos actuando como mexicanos dentro de un partido político o en su vida diaria¨. Con lo que me quiero referir a que es cultural el aprovechar un momento de oportunidad para realizar una acción ilegal en este país.
Ante la posible réplica, mi siguiente argumento fue que nadie en este país rechaza socialmente a quien ha realizado una conducta ilegal. Basta que tenga dinero, poder o sea miembro de alguna mafia de criminales, para que sea bienvenido en todos lados, apreciado, saludado, y hasta exista lucha social para ser su conocido o su amigo. Nadie en México rechaza a un político cuando se lo encuentra en la calle, ni a un empresario corrupto, ni a un asalariado corrupto, y mucho menos a un criminal (de los que todos consideramos criminales, porque los demás también lo son).
Creo que el mejor ejemplo del nivel de corrupción y suciedad que tiene nuestra sociedad, es el temor a hablar con la verdad, el temor a señalar a quién hace o hizo algo mal, y el placer de escuchar las difamaciones y chismes sobre personas decentes, sobre todo cuando triunfan o se atreven a participar en política. Ese placer y morbo que causan los anónimos, las denuncias falsas, las asquerosas difamaciones pagadas por adversarios o generadas por la más pura envidia al talento y a la inteligencia, o pero aún al éxito, muestran claramente el nivel de corrupción en el que está sumergida toda la sociedad mexicana.
Dicho lo anterior, un país donde no existe la democracia, el respeto a los derechos humanos, pero sobre todo, la mínima educación cívica de sus habitantes, convertidos en pobladores, en siervos, en apáticos que todo permiten, sin importar ni su presente ni su futuro, es definitivamente una república bananera, salvo prueba en contrario.
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