Por: José Miguel Cobián
Yo si coincido con muchos que piensan que tenemos uno de los peores gobiernos de la historia. Partamos de allí. Ahora vamos a la parte en la que la mayoría de los mexicanos no van a coincidir.
¿Cuánto de culpa tienes tú por el camino recorrido por nuestro país? Quiero ser claro contigo, y con los partidos políticos y organizaciones sociales. Fuimos muy pocos los que toda nuestra vida luchamos contra la corrupción y contra el sistema de manera ética y buscando el bienestar y la mejoría de las mayorías.
Hubo presuntos luchadores sociales, como los panchos villas, o los de la CNTE, o lo del SME, pero en todos esos casos, lo que buscaban era dañar a México, conservando e incrementando privilegios para ellos, por encima de otros mexicanos. Ellos sabían que lo que les tocaba de más a ellos, le tocaba de menos a otros, y aun así se disfrazaron de luchadores sociales, disfraz que fue y es creído por muchos mexicanos que no tienen la menor idea de lo que es la lucha social.
Durante años, la mayoría de los mexicanos que hoy se quejan de Morena, estuvieron muy cómodos en su posición de clase media o clase alta. Algunos obtuvieron jugosos negocios de gente en el poder, es decir, se beneficiaron de la corrupción imperante. Otros simplemente tuvieron suerte en la vida, y su esfuerzo se vio recompensado con un nivel socioeconómico muy superior al de la mayoría de los mexicanos. Pero en ambos casos, jamás voltearon a ver cómo vivía el resto de los mexicanos. Esos que se hartaron de no tener posibilidad de nada.
Durante años los que sí nos preocupamos, reclamamos la pérdida de poder adquisitivo del salario, y siempre nos contestaban que había que aumentar en función de la productividad para no generar inflación, sin embargo nadie podía comprobar que reducirlo por decreto a lo largo de tres décadas benefició a la inflación. Lo que realmente se logró, fue que aun y cuando la mayoría de los trabajadores no ganaba el mínimo, al ser éste una referencia, redujo el ingreso de un gran porcentaje de la clase trabajadora nacional, que cada día veía más difícil adquirir los satisfactores suficientes para conservar su nivel de vida.
Esa reducción en los salarios, provocó que la parte de creación de riqueza que debía corresponder a la fuerza de trabajo, se desplazara a otros sectores económicos que por diversas razones que sería muy largo explicar en este momento, resultaron privilegiado. Es decir, los trabajadores generaron un extra de riqueza que a ellos correspondía y que se desplazó a quienes menos la necesitaban, que eran o los propietarios de los bienes de producción o los grandes consorcios, o los gobiernos que la desviaron para su propio peculio, es decir, corrupción, ya sea en sector público o entre público y privado, mientras que los que hoy se quejan, estuvieron cómodos y callados.
Así también la calidad de la educación no creció al nivel de las necesidades que demandaba el avance del mundo. Con lo cual, la movilidad social que podía obtenerse mediante el estudio y la educación resultó mermada. Y los que hoy se quejan, se quedaron callados.
Los servicios de salud, se incrementaron, y mejoraron, pero a un ritmo inferior del crecimiento de la población, lo cual a su vez implicó menor calidad en el servicio de salud pública, y menor posibilidad de obtener una cama en caso de enfermedad. Y los que hoy se quejan, se quedaron callados.
La seguridad, para todos los niveles de la población también comenzó a fallar cada vez más. La cuota de sangre, ha sido pagada en su mayoría por los estratos económicos más bajos de la población, con sus respectivas excepciones. Y los que hoy se quejan, se quedaron callados.
La falta de empatía y solidaridad de la sociedad mexicana es una realidad, más allá de unos cuantos gestos contrarios, como han sido desastres naturales, en los cuales tal parece que se hace moda la solidaridad y la empatía…. por unos cuantos meses, para volver al egoísmo cotidiano y dejar de pensar en el que menos tiene.
Cada vez que asistíamos a la cámara de diputados a explicar los errores en los cambios a una ley se reían de nosotros. Cuando publicábamos en informábamos de daños causados por gobiernos municipales, estatales y federales, se reían de nosotros. Cada vez que convocábamos a una marcha, sin acarreos, sin lonche, sin pago por movilizar, se reían de nosotros. Parece que la decencia y la lucha por los demás, causa mucha risa a quienes están acostumbrados a vivir del México corrupto, del chayote, del acarreo, de la amenaza. Y cada vez que recibíamos amenazas desde el poder, el ¨te lo dije¨ se volvía cotidiano, pero nadie nos defendía, ni se unía, ni reclamaba, todos cómodos y felices en sus casitas. Aunque algunas partes de México estuvieran hechas pedazos.
Algunos amigos insisten en que el problema viene de una mentalidad místico-religiosa que hace pensar que todo lo que pasa es voluntad de la divinidad, y por ello debe aceptarse sin cuestionarlo y mucho menos sin intentar cambiarlo. Por ello, según esta línea de pensamiento, cada quién está donde debe estar y sufre lo que debe de sufrir. Y por ello no se mueve un dedo por los demás, y a veces, ni por uno mismo.
Esos que hoy se quejan, y los otros, los que aplauden y vociferan a favor del actual régimen, son iguales en el fondo. Cada quien está cómodo en su posición, sin pensar y mucho menos actuar en función de los intereses de las mayorías. Por un lado las clases medias conservadoras por primera vez se aterran ante la posibilidad de pérdida de su patrimonio, a pesar de que jamás se preocuparon por los que no tienen nada que perder, porque no tienen nada. Por el otro los aplaudidores, ya sea por rencor, por revanchismo, por ignorancia, o porque se ven beneficiados por el actual régimen, actúan exactamente igual, y hoy que tienen algo que perder, se olvidan de todos los mexicanos, incluso de ellos mismos, porque el daño que se está llevando a cabo de
manera meticulosa pero incansable e incesante al futuro de México es brutal. Y ese daño nos va a llegar a todos, a algunos más y a otros menos, conforme a la capacidad de cada quien de defenderse ante lo que ya se sufre.
No concibo a los vociferantes aplaudiendo tantos desaciertos que ya se cuentan en cientos de miles de vidas humanas, pérdidas por errores del gobierno en turno. Si antes se señalaba y se exigía, hoy también se debe de señalar y exigir. Mucho me temo que si no resolvemos las contradicciones económicas de nuestra sociedad, se logrará calmar a algunos sectores, pero el caldo de cultivo para problemas sociales más serios seguirá latente.
Mientras tanto, todo sigue igual. Siguen los grandes negocios al amparo del gobierno. Siguen los grandes negocios de los grandes y pequeños funcionarios. Hoy somos más honestos que antes, hoy queda claro que hay protección y relación del gobierno con el crimen organizado, antes eran más discretos al respecto. Hoy los errores gubernamentales se confiesan en cadena nacional, sin que tenga el mínimo efecto en una población ausente del análisis y de la crítica, incapaz de ver más allá de los próximos diez minutos.
López se podrá ir, podrán volver los gobiernos del PRI o del PAN, pero los errores, las injusticias, la presidencia imperial, seguirán como siempre. Así ha sido y así será. Porque a México le hace falta algo primordial, le hacen falta patriotas que se preocupen por el bien de todos los mexicanos. No por el bien común que ha sido una frase desgastada y ensuciada por el PAN. No por el bien de todos, que también ha sido ensuciada por Morena. Vendrán emperadores sexenales que hagan su voluntad, como la han hecho siempre, a espaldas de lo que los expertos saben que debe hacerse. No se les escucha en el pasado ni ahora.
Antes había rituales de magia en los Pinos durante el reinado del Emperador Fox, hoy hay rituales ancestrales en palacio nacional. Aunque digan que todo ha cambiado, la verdad es que nada ha cambiado. México sigue siendo México, un México sin patriotas, pero lleno de gandayas buscando como medrar y beneficiarse de manera ilegítima de la desgracia del otro.
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