José Miguel Cobián
En México muchos estamos asombrados por el triunfo de Milei en Argentina. ¿Cómo puede un pueblo medianamente ilustrado escoger a un loco como dirigente por cuatro años? ¿Qué tan locos están los electores? ¿Qué tan desesperados? ¿Qué tan loco estaba el peronismo para elegir como candidato a la presidencia, al responsable del manejo de la economía, en medio de una crisis económica? ¿Qué tan locos están los políticos mexicanos que aplaudieron el triunfo de Milei, ligando sin desearlo, sus criterios de políticas públicas a los del argentino? ¿Qué tan loco debe de estar un seguidor de Morena al criticar a un político que tiene muchas similitudes con López Obrador? ¿Qué tan loco debe de estar un político de oposición en México, para aplaudir el triunfo en Argentina de un político que propone mucho de lo que ya ha realizado López Obrador en México?
Erasmo de Rotterdam publicó al término de la edad media una obra que terminaría siendo la más conocida: ¨Elogio de la locura¨. En ella, invita a pensar y ser diferente buscando el bien común, el bien de todos. En su época, el poder más importante era el de la iglesia, y por ello, dirige las críticas a toda la jerarquía eclesiástica que predica una cosa y en los hechos actúa en sentido contrario a sus enseñanzas.
Lo mismo aplicaría en nuestros tiempos al poder actual, que es el poder político. No sólo para Argentina sino para medio mundo y en particular para México, país que tiene una inmensa mayoría de políticos que predican el bien de todos, el bien común, mientras que en los hechos, sus actos demuestran que el único bienestar que les motiva y preocupa es el bienestar propio.
Sólo, que como en Argentina, en México tenemos también a nuestros locos. Los locos que durante sexenios y sexenios siguieron haciendo lo mismo, olvidando a una gran mayoría de mexicanos que sólo veían el bienestar en los demás y jamás les tocó a ellos. Los locos que hoy desde el gobierno siguen medrando con el presupuesto público, generando un enorme sufrimiento en la población y más de un millón de muertos, los muertos de López Obrador, pero con la ventaja de que han decidido comprar a muchos otros locos, esos locos que tienen credencial para votar y que, a cambio de una migaja mensual o bimestral, están dispuestos a que México continúe en el camino de locura que inició en diciembre de 2018. Esos locos que hartos y desesperados por la falta de atención de los anteriores, se niegan a aspirar a un país desarrollado, en el cual nadie requiera de apoyos del gobierno, y que venden su futuro y el de sus hijos, a cambio de morralla. Esos locos, que no creen que haya un mexicano que llegue al poder y les ofrezca algo más allá que la incongruencia de hablar por el bien de todos, y ocuparse únicamente por su bien personal.
Del otro lado también tenemos a nuestros locos. Esos locos que tuvieron cinco años para reinventarse, esos locos que, disfrazados de oposición, se dedicaron a esperar la siguiente elección intermedia, y la siguiente elección ¨grande¨, sin cambiar un solo ápice, sin preocuparse por aprender de su derrota. Sin aceptar que fueron ellos, los que pavimentaron
el camino que trajo a la caterva de ladrones actuales al poder, gracias a que ellos también eran una caterva de ladrones.
Esos locos de la oposición, que están más preocupados por el reparto de puestos, de candidaturas, de prebendas. Esos a quiénes hoy no les importa México. Locos, por cierto, como tantos mexicanos que ayer gritaban ¨fuera AMLO¨, y que hoy le hacen el trabajo sucio a AMLO, debilitando escudados en falsos prejuicios o falsa dignidad, a lo poco que puede en realidad realizar el intento de sacar a AMLO. Esos locos ciudadanos, que insisten en no votar por los candidatos que determine la oposición, a quiénes no les gusta el pedigrí, el pasado, el apellido, la cara, la nariz, o lo que gusten. Esos que van a repetir el error del estado de México y no van a salir a votar, perpetuando en el poder aquello que más repudian.
Erasmo hablando a través de la locura, insistía en que hay que pensar diferente, con libertad de criterio, para lograr resultados diferentes. Hacer lo que siempre se ha hecho, y esperar resultados diferentes es un absurdo en el cual, muchos locos mexicanos caen una y otra vez. Nos invita a romper con prejuicios, con rencores, con odios pasados, para lograr un mundo diferente en el futuro. ¿Quién romperá con esos odios? ¿Quién romperá con esos prejuicios? ¿Quién se negará a vender su lealtad por unos cuantos pesos? ¿Quién entiende el hambre y la necesidad de millones de mexicanos en la más absoluta orfandad? ¿Quién comprende que el que nada tiene, se aferra a aquello que le brinde un poco de seguridad, aunque con ello venda su futuro?
Erasmo escribió al final de una edad oscura. ¿Será que México esté también al final de una edad oscura? ¿Será que en 50 años quiénes analicen este momento, lo vean como el doloroso momento previo a la alegría del parto?
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