Cabe aclarar que todo lo que aquí se va a contar sucede en un universo alternativo al nuestro. Nada ha sucedido en el nuestro, y por lo tanto, todo puede ser ficción, salvo prueba en contrario.
Érase una vez una agencia norteamericana involucrada en el combate a las drogas, se llama la DEA, que durante años ha trabajado evitando que algunos capos y algunas drogas entren a su país, mientras que en otras ocasiones se ha dedicado a introducir drogas a su país, justificando dicha actuación con presuntos intereses de seguridad nacional, financiando a grupos adversarios de estados enemigos. La realidad es que en muchas ocasiones se han visto envueltos en simples negocios de protección a narcos en su país y fuera de él.
Esta agencia, tiene mucho tiempo enojada con el ejército mexicano, porque no se subordina a sus deseos, o porque ha filtrado a los capos mexicanos algunos operativos o porque ha protegido negocios de narcotraficantes en México. Debido a ello, han considerado que la escuela de las américas no ha funcionado para tener militares al servicio del gran imperio y en particular de la DEA. Así que una y otra vez, han buscado acusar y capturar a un militar mexicano para denigrar al ejército de México, sea o no sea justa la detención.
Debido a ello, manejaron una detención del ex secretario de la defensa nacional, a su llegada a territorio americano. Lo detuvieron de una manera ofensiva y humillante, sorpresiva y sin informar al gobierno mexicano. Por cierto, es al mismo personaje que un par de años antes, sectores del gobierno americano habían aplaudido, apapachado y hasta condecorado por su valor y servicios a la nación y al mundo.
En Estados Unidos, durante el reinado del emperador Trump, todo el gobierno trabajó de manera absolutamente descordinada. La DEA aprovechó la ocasión, sobre todo que estaban en vísperas de elecciones, y quiso darle un regalo al presidente Trump que pudiera apoyarlo en su campaña de reelección, o cuando menos es lo que el fiscal general William Barr creyó. Para la DEA es una jugada de varias bandas, pues golpea al ejército americano, a la agencia de seguridad nacional, a sus enemigos dentro del departamento de estado, a la agencia central de inteligencia y a un número indeterminado de agencias americanas que requieren de la amistad y confianza de los militares mexicanos para cumplir sus funciones.
La DEA en su ignorancia, pensó que al reelegirse el presidente Trump tendría un lugar privilegiado entre sus pares en el gobierno, y jamás se le ocurrió investigar la opinión del resto de las autoridades y agencias americanas.
Al parecer, por lo que se ha sabido, las pruebas son de oídas, sin haber presentado evidencia dura de involucramiento del general Cienfuegos en las acusaciones que se le fincan, sobre todo que en la lógica racional tiran al absurdo. Un secretario de la defensa nacional no tiene ninguna
necesidad, pero sí tiene muchos enemigos que usarían esa información en su contra, de aliarse con un cártel en particular, y menos con uno tan pequeño como lo era el de los Beltrán Leyva.
El ejército mexicano reaccionó de menos a más. La indignación comenzó como un goteo pequeño y acabó siendo un verdadero tsunami. Al grado que el propio presidente López tuvo que recular respecto a su opinión inicial, que a bote pronto tomó la detención como un arma política en contra del sexenio anterior, y acusó corrupción de Cienfuegos y de sus colaboradores, olvidando que el actual secretario fue colaborador muy cercano de Cienfuegos. Después del jalón de orejas al presidente, la presión sobre cada una de las agencias norteamericanas fue creciendo de manera alarmante para los americanos, pues aunque México no compara su poderío militar con Estados Unidos, somos imprescindibles para su seguridad nacional.
La idea de que el gobierno mexicano presionó al gobierno americano suena ridícula, después de la sumisión con que se ha comportado a los designios del presidente Trump, al grado de sonar absurdo pensar que tuvieron elementos de presión o negociación para lograr la liberación del general Cienfuegos. Así que descartando esa teoría por lo absurda que resulta (no me imagino al presidente Trump asustado cediendo a las presiones del presidente López).
Lo que resta concluir es obvio. En este universo alternativo, el general Cienfuegos, conocedor a fondo de todos los hilos que se han manejado tanto en la guerra contra las drogas, sabe que los hilos llegan a las entrañas del poder tanto en México como en Estados Unidos. Habiendo ganado la elección Joe Biden, le pregunta el juez si se declara culpable o inocente, y el general con toda la dignidad del mundo se declara inocente. Jamás se acobardó, jamás cedió a las presiones de quienes lo amenazaban con pasar el resto de su vida en prisión. Su decisión enfrentó a los poderes y a las distintas agencias de Estados Unidos, pues un juicio público llevaría a desmenuzar detalles muy interesantes del ejército, de la DEA, de la NSA, de la CIA, y de quien sabe cuántas otras agencias americanas involucradas en seguridad y en tráfico de drogas hacia Estados Unidos y tráfico de armas a México.
Así, al momento en que el general se declaró inocente, acudieron ante el fiscal general las distintas entidades americanas a solicitar que el juicio se cancelara. Para salvar la cara, el fiscal Barr decidió declarar que el acusado era culpable según sus pruebas (jamás exhibidas) pero que por asuntos de seguridad nacional lo mandarían a México para ser juzgado. Esto a sabiendas de que las pruebas obtenidas por la DEA se considerarían ilegales acorde a las leyes mexicanas, y sobre todo, porque no mandó una sola evidencia, solo un fajo de setecientas y pico de hojas, que sin pruebas ni evidencia, equivalen a mandar un libro de ciencia ficción para acusar al general.
El gobierno de México quizá tuvo que ceder algo a la administración Trump, quienes a sabiendas de que habría de ser liberado el general, aprovecharon la oportunidad para chamaquear una vez más a la administración mexicana y pedir algo, que de tan caro que es para el pueblo de México, a la fecha no ha sido revelado, pero que saldrá a la luz en algún momento.
Mientras tanto el Canciller Ebrard, a quien le encomendó el presidente la delicada misión de liberar al general, o cuando menos lograr que fuera lo mejor tratado posible, al darse cuenda de lo que sucedía en las entrañas del gobierno americano, enterado también del triunfo de Biden y recordando que el general Cienfuegos colaboró abiertamente y de manera muy eficaz con la administración de Obama, aprovechó para hacer esa cara negociación, para la cual llevaba carta blanca de un asustado presidente, -ante las presiones del ejército- y regresa cuál Julio César con la misión cumplida y recibiendo aplausos que no le corresponden, cuando menos en su totalidad, pero que demuestran su olfato político.
El ejército mexicano logró su objetivo. Se posiciona además como un poder muy fuerte, que controla cada vez más recursos económicos con plena y absoluta opacidad, pues nadie revisa el manejo de los dineros que realiza el ejército. Se puede poner sus moños ante las agencias norteamericanas, y lograr algunos beneficios y canonjías, pues tendrán que obtener su confianza y su perdón, y todavía manda una señal muy delicada. No se aclara algo cuando no es necesario aclararlo, y si algo se aclara significa que es chisme aclarado, o dos veces agrandado. Cuando el general secretario en su discurso en el monumento a la revolución dice que el ejército no busca el poder, se encienden los focos rojos en una administración que le ha dado demasiado control de demasiados recursos y poder al propio ejército mexicano, pero que cada día se muestra más débil ante un empoderamiento inusual de los militares durante un gobierno civil.
Para muestra un botón: Controlan las fuerzas armadas. Controlan la Guardia Civil, construyen el aeropuerto de Santa Lucía, controlan las pipas (si es que existen) que compraron durante la crisis de huachicoleo (el desabasto provocado por Pemex y la Secretaría de Energía al cancelar compras programadas de gasolina), controlan la seguridad nacional, controlan puertos y aduanas sin tener la mínima experiencia y México pagará los costos de su aprendizaje, etc.
En este universo alternativo, el mérito de la liberación del general Cienfuegos recae en el propio general y en el ejército mexicano.
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