Señor presidente, continúo con mis ejercicios de catarsis, pues sé que jamás leerá estas cartas. No importa, unos cuantos mexicanos las leerán, y uno que otro se formará una opinión, o discrepará abiertamente. Para eso escribo, para que se reflexione en el tema que toco con cada colaboración.
Primero que nada, el presidente debería comprender que a muchos mexicanos nos interesa que le vaya bien en su administración. Cuando se votó por el cambio, se votó por lo que ofrecía, que incluía entre otras cosas, un México más justo, pero no solo en el reparto de la riqueza, sino un México que ofrezca cada día una mejor opción de vida para todos (OJO DICE TODOS) los mexicanos, y eso incluye la expectativa de percibir un mejor ingreso, lo cual exige crecimiento económico y toma de decisiones de manera inteligente, basadas en resultados posibles y no en caprichos, o peor aún, en ideologías, que han probado hacer sufrir y empobrecer a naciones enteras.
Dicho lo anterior, vale la pena comentar también que muchos entendemos la soledad de palacio, el ser útil para la esposa, para los supuestos amigos cercanos, para los hijos, únicamente como fuente de beneficios personales. Recibir presiones e ideas, que no van a favor de México ni del legado que pueda dejar su sexenio, sino simplemente beneficios a corto plazo para unos cuantos. Por ello, presidente, recuerde que deber rodearse de estadistas, no de ideólogos. Aleje a los radicales, acerque a quienes pueden ayudarlo a terminar bien un sexenio que tan mal ha comenzado.
También exige poner de su parte, dejar la soberbia a un lado, dejar ese terrible complejo que lo aqueja y lo obliga pensar que siempre debe de tener la razón. Supere esos traumas que tanto daño le hacen a usted y a la nación. Porque un presidente que quiere pasar a la historia no puede gobernar para unos cuantos, que por cierto, cada vez son menos, si se contabilizan los seguidores y simpatizantes. Un presidente no puede discriminar a la mayoría de los mexicanos tan solo porque tienen ojos y criterio para comprender los errores que comete en su administración y sobre todo, el valor de comentarlos y exigir que el primer servidor público del país enmiende el rumbo. Ojo, no escribí el propietario del presupuesto de la Nación. No mencioné al dueño de los recursos del país, porque de eso, usted y ningún presidente anterior o posterior tienen lo mínimo. Somos una democracia y usted y su gobierno se deben al pueblo.
Aunque lo niegue, y aunque los miembros de su culto lo aplaudan, el resto del país se da cuenta de sus limitaciones, de sus grandes y pequeños errores, los cuales al no admitirlos y atacar en sus conferencias a quienes lo señalan, solo ha logrado generar división y odio entre los mexicanos.
Gobernar no se trata de la persona del presidente. Quizá nadie se lo haya dicho, pero sus mañaneras son un ejercicio ramplón de auto defensa, simple y pueblerino, que no va más allá de lo más elemental.
Le voy a contar un secreto: A nadie le importa si un periódico lo ataca o no, si hay un grupo que está a favor o en contra de usted. Gobernar no se trata de usted. Criticar no es atacar. Señalar los errores de su gobierno debería ser un ejercicio cotidiano para todos los mexicanos, buscando mejorar todo aquello que se haga mal. Defenderse de ataques imaginarios e imaginar enemigos no es gobernar. Tal parece que usted vive en un mundo alterno, quizá por el efecto de las drogas que le dan para prevenir males mayores debido a las enfermedades que ya le aquejan. Pero a ningún mexicano le interesa tener un presidente para quién todo gira alrededor suyo. No queremos un presidente que todos los días cuente una historia diferente, invente un enemigo diferente o señale a un periodista diferente. Lo invito a superar sus complejos y traumas.
Trate de comenzar a gobernar. Ya lleva dos años de grilla, de estridencia, de miles y miles de palabras vanas, vacías, que no llevan a nada. Puede pasarse los próximos cuatro años recibiendo loas de los miembros de su culto, inventando una realidad alterna que se caerá a pedazos poco a poco, o puede comenzar a gobernar, rodeándose de los mejores hombres y mujeres, y para que sean los mejores tendrían que ser de esos que le digan: * No señor presidente, está ud equivocado *. Porque los lamesuelas que tiene usted a su alrededor, no le sirven ni a usted ni a su país, si acaso a su psique dañada, necesitada de reconocimiento abyecto como el que le brindan los seudo periodistas a los que diariamente les otorga la palabra, para que lean lo que su jefe de comunicación social les indica que lean como preámbulo a sus preguntas a modo.
No, no queremos un presidente que requiera sumisión abyecta de colaboradores y prensa. No queremos un presidente que permita que personajes como la secta de los puros en su gobierno, tengan más posiciones, pues ellos solo desean enriquecerse y ubicar en puestos clave a sus sumisos colaboradores. No queremos a un presidente que mienta descaradamente a la nación.
No, señor presidente, el que baje el dólar no es mérito de su gobierno. No, señor presidente, no presuma las remesas de quienes tienen que trabajar fuera del país porque México no les ofrece la oportunidad de un trabajo digno, y su gobierno nada hace para que al final de su sexenio esta situación cambie. No, señor presidente, no es buena noticia que el dólar baje, porque encarece nuestras exportaciones y nos resta competitividad, también reduce el valor adquisitivo de las remesas que mandan los paisanos, y al hacernos menos competitivos, sacamos del país y los generamos en otros países, los empleos que tanto necesitamos.
No, señor presidente, el que la gasolina haya bajado no es mérito de su gobierno, bajaron los precios internacionales del petróleo. Usted la vende en México más cara que su costo en todo el mundo. Usted y su gobierno aplican un impuesto especial a las gasolinas, lo cual hace que sean más caras que en el mercado internacional y que en Estados Unidos.
No, señor presidente, las inundaciones son responsabilidad absoluta de su gobierno, y usted no ha tomado medidas para evitarlas. Se deben entre otras cosas, al reparto de puestos públicos a miembros del equipo de campaña, personas que no tienen la menor idea para ejercer el puesto, pero que usted o sus allegados nombraron, para que obtengan su parte del botín que representa cada puesto público. Por lo tanto, son de su absoluta responsabilidad.
No, señor presidente, México ha sido entre los países del mundo, uno de los peores en el manejo de la pandemia, y los muertos de la pandemia, así como los muertos en manos de criminales hoy son los muertos de López Obrador. Por cierto, ud ya superó por mucho a Calderón y a Peña comparando sus dos primeros años de gobierno.
No, señor presidente, el dinero de los mexicanos es para beneficio de los mexicanos. Se equivoca cuando desvía recursos para el tren maya o la refinería de dos bocas, ambos proyectos fallidos desde el día en que se propusieron. Y usted no usa el dinero de los mexicanos para beneficio de los mexicanos, prefiere aplicarlo en esos proyectos inútiles. O peor aún, tirar y tirar dinero que podría servir para salvar empleos, para salvar empresas, para mejorar la economía. Ese dinero que es nuestro usted lo tira en CFE y en PEMEX.
Todavía está a tiempo de corregir el rumbo. Apóyese en verdaderos patriotas y deshágase de las lacras que lo acompañan en una parte de su gobierno. Es eso o pasar a la historia como el peor presidente de México. La decisión es suya. Como suya es la opción de romper con el culto a su personalidad por el bien de México y de aquéllos mexicanos que pertenecen a dicho culto. Para ello debe renunciar al ego.
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