José Miguel Cobián
Que privilegiados somos por vivir en estos tiempos, turbulentos y conflictivos, pero que permiten reflexionar hacia dónde se dirigirá el cambio, una vez pasada la turbulencia, misma que puede durar unas décadas o un par de siglos La humanidad seguirá adelante e inventará un nuevo paradigma para avanzar socialmente. No lo veremos pero seremos parte del inicio de estos cambios.
Las cifras no mienten, la época del neoliberalismo económico es la que más seres humanos ha sacado de la pobreza. Y sin embargo, el número de pobres sigue siendo enorme en todo el mundo, lo que permite continuar con la explotación del hombre por el hombre.
Cuando el ser humano comenzó a asentarse en la media luna fértil del medio oriente, comenzó la abundancia, entendida como el exceso de alimento, más allá de las necesidades personales, lo que llevó a iniciar el largo camino de la civilización, con la separación del trabajo, la organización de grupos humanos muy grandes, contra lo acostumbrado hasta esa fecha, de grupos no mayores de 150 personas. Inició la creación de ciudades, la lucha por el poder y la posesión de los recursos, los ejércitos, las guerras para quitar las posesiones del otro, el estado, y los dioses o el único dios que agrupara a todos los habitantes de una zona hacia un mismo objetivo.
Hasta principios del siglo XIX, la pobreza y la precariedad eran la norma en más del 98% de los habitantes del planeta y sólo las clases privilegiadas gozaban de ¡privilegios!, por eso se denominaron así. Conforme avanzó la revolución industrial, a pesar de la enorme explotación de los trabajadores, los bienes se volvieron más accesibles para un número cada vez mayor de seres humanos. Entre turbulencia y turbulencia el bienestar alcanzaba cada vez a mayor población, pero no fue hasta bien entrados los 70´s del siglo pasado cuando comenzó la verdadera revolución social en occidente, llevando a más y más seres humanos a una línea de bienestar superior a la que soñaron sus antepasados más cercanos. Sin embargo, no ha sido suficiente.
Hoy millones de seres humanos disfrutan de vivir por encima de la línea de pobreza, pero hay muchos millones que siguen a la espera de llegar a ese punto, y están desesperados. La época de bonanza, como todas las anteriores, no alcanzó para todos, y ello ha llevado a una corriente contraria a la democracia, con nuevos líderes en muchas democracias
consolidadas, líderes que son autoritarios, populistas e ignorantes. Líderes que han llevado a sus países al fracaso, y aun así, es lo que los pueblos buscan y escogen.
Bukele, Erdogan, AMLO, Boris Johnson, Orbán, Ortega, Maduro, quiénes siguen vigentes, o Trump (que puede regresar para destruir desde adentro al imperio), Xi Jinping con poderes dictatoriales, Putin que lleva más de 20 años gobernando Rusia, etc. Son ejemplos de líderes populistas y dictatoriales. Lamentable resulta que el giro que dan los pueblos no es para bien, sino para mal. El fracaso está asegurado en todos los casos, con mayores o menores consecuencias para sus naciones, según se perpetúen en el poder, o sean capaces las instituciones de resistir la tentación dictatorial, y lograr un transición pacífica a un nuevo régimen.
Pero… En México ¿Qué significa un nuevo régimen? Todavía no le queda claro a nadie. La realidad tarde o temprano terminará por imponerse, y aquéllos que hoy todavía tienen confianza y esperanza en el gobierno de López Obrador, acabarán por desengañarse, tarde o temprano. Pero… ¿Qué opciones tienen? He ahí el problema principal.
El sistema de partidos en México ha generado una partidocracia. Un presidente que es un rey sexenal, hace y deshace a su antojo. Unos diputados y senadores, que representan los intereses de sus partidos políticos no de sus electores o estados. Un poder judicial que vende la justicia al mejor postor. Corrupción rampante ¨antes¨ y ¨ahora¨. Un país disfuncional, donde ahora los líderes de los cárteles poseen maestrías de las universidades más prestigiadas de América y Europa, dónde la cultura ¨narca¨ es admirada y dónde miles de mujeres aspiran a ser la ¨buchona¨ de algún capo y salir de pobres, pasando por varias cirugías plásticas y enfrentando situaciones que endurecen el alma.
En México tenemos que salir de un sistema de políticos corruptos que llegan a cualquier puesto a robar recursos del erario y a enriquecerse de cualquier forma. El presente no resuelve los problemas del país, pero el pasado tampoco. No hay una oferta política atractiva, no hay una somera visión de lo que podemos mejorar pensando en el futuro.
Estamos en el peor momento, lo que hay no sirve a la sociedad. Lo que habrá de nacer todavía no se vislumbra y no sabemos hacia dónde mirar, ni hacia dónde guarecernos. Sólo sabemos pelear entre nosotros, y ver un México cada día más descompuesto socialmente. Un México de millones de pobres sin esperanza de salir de su marginalidad, explotados y utilizados por todos, por los religiosos, por los políticos, por las clases privilegiadas.
México no puede subsistir existiendo tanta desigualdad. La repartición de la riqueza es brutalmente desigual. La protección social mediante programas sociales o de seguridad social es un mito que solo alcanza a unos cuantos y sirve para que muchos desvíen recursos escasos, pero suficientes para mejorar la situación de todos los mexicanos.
El pobre está harto, envidia la situación que observa en todos lados y a la que no puede alcanzar. Hay rencor y encono en todos los niveles de la sociedad, y una chispa puede hacer estallar algo, sobre todo, porque nadie está pensando en cómo remediarlo.
Todos los que pueden hacer algo, están pensando en cómo beneficiarse ellos mismos. Los mexicanos más desprotegidos no le importan a nadie (salvo honrosas excepciones). Vivimos en un polvorín de malestar social que en cualquier momento puede estallar.
Una y otra vez hemos perdido oportunidades. El neoliberalismo se llevó como un negocio patrimonial en México. No aprovechamos el momento para sacar a más millones de mexicanos de la pobreza, pero hicimos a unos cuantos mexicanos miembros del club de los más ricos del mundo. Lo que hoy tenemos no tiene rumbo… cómo el país, que en su fuero interno no sabe ni a dónde ir, ni cómo llegar a un mejor puerto.
Hace falta reflexión, análisis y comenzar a discutir públicamente el cambio que queremos, aunque sea un cambio radical. A México le urge quien piense en la patria.
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