Nada refleja más la integridad y moral de un país que su ética pública. Con ética pública no me refiero exclusivamente a el comportamiento de los integrantes del sector público, sino también a la actuación de la sociedad en actividades públicas o cuando menos, abiertas al escrutinio de la sociedad. El comportamiento privado de cada persona, en tanto no dañe a nadie, es de su propia incumbencia.
Las historias de corrupción de gobiernos federales, estatales o municipales son de sobra conocidas, y lo más que se ha logrado, gracias al INE y a la transición a nuestra incipiente democracia, ha sido la alternancia partidista en el poder, sin que los hábitos de enriquecerse desde el poder, hayan sido erradicados.
Hoy corresponde hablar de la ética y moral actuales. Lo pasado ya sucedió y no sirve para justificar el presente, por más que así se esfuercen quienes justifican la corrupción de hoy, con la corrupción de ayer.
El país más permisivo del mundo es México. En este país, cada quién hace lo que le da la gana. En el caso de los servidores públicos, siempre van más allá de lo que la ley les permite, y en el caso de los particulares, siembre van más allá de lo que la ley les prohíbe, pues la impunidad es la reina de la vida pública. Los malos actos no tienen consecuencias. Ni jurídicas ni sociales. El repudio y rechazo social, en general brillan por su ausencia.
Así vemos a personajes, a quienes su puesto y labor les exige no solo conducta intachable, sino ausencia de relaciones y subordinación con personajes de conducta dudosa, y vemos a esos personajes subordinados, aplaudiendo, sumisos y excitados ante los posibles beneficios que su sumisión les pueda traer.
Ver a amigos cuya ética consideraba yo intachable, defender a la ministra Esquivel en su plagio de tesis, y justificarlo con ¨Peña también plagió¨. Observar a líderes de opinión pública locales, estatales o nacionales, subordinados aplaudiendo a funcionarios corruptos, participando en sus actividades o adornando las fotos de actos públicos, solo permite sentir pena ajena, y sobre todo, desprecio (soterrado porque no se expresa públicamente).
Ayer todo se le aplaudía al PRI, a pesar de sus errores y brutal corrupción, hoy todo se le aplaude a Morena, a pesar de sus terribles errores, y corrupción superior a la de cualquier otra época del México moderno. Sus actos se llenan de personajes que se asumen ¨pragmáticos¨, porque afirman que ¨así es México¨ yo entiendo que ¨sucio, salvaje, primitivo, corrupto¨, y por ello, se adaptan al México que ellos conocen y aplauden todo tipo de actos, que perjudican a fin de cuentas a las grandes mayorías de mexicanos.
México es un país dónde el amor a la Patria solo existe en la retórica de los discursos, y en la de la inventada historia nacional. Los mexicanos vivimos motivados por intereses personales, que muy pocos dejamos de lado, cuando se trata del interés colectivo, la ética y la integridad personal.
El mexicano goza con la desgracia ajena, y hasta un acto de integridad trata de ensuciarlo con chismes y mentiras, pues lo que importa no es la verdad de las cosas, sino dañar a aquél al que se le tiene envidia por su capacidad, talento o éxito en la vida. El eterno amargado trata de destruir aquello que odia por limpio y transparente. El amor por la suciedad es parte del interés del mexicano promedio.
Los malos actos, ya sea un acto criminal como la rapiña y el robo, o un acto que daña a la patria, son premiados con el aplauso social. En contraste, en un país civilizado, el corrupto, por muy poderoso que sea es rechazado en cualquier lugar, sufre el repudio social. En México sucede lo contrario.
Observar personajes conocidos y desconocidos, aplaudiendo a políticos de probada actividad delincuencial, da pena y refleja la moral y la ética del México real.
Si no cambiamos la actitud del mexicano ante lo socialmente incorrecto, México siempre será un país de tercera con ciudadanos de quinta, cuarta, y primera. Yo creo que a los mexicanos no nos interesa ese cambio pues permitimos y celebramos y defendemos la impunidad. Tememos enfrentar al mal, nos acomodamos antes de tener un problema con nadie. Pocos ejemplos de quienes enfrentan lo que está mal, a pesar de todas las consecuencias. Ni modo, eso es nuestro México, el México de todos nosotros.
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