En estos más de 5 años de ejercicio de gobierno, la retórica de la confrontación ha visibilizado las taras y soberbias de una clase política descompuesta en su fanatismo simulador, que “resguarda” el espacio donde se procesan las acciones vanguardistas de la verdadera, inmaculada y única posibilidad de entender la mal llamada transformación de la vida política y publica. Fuera de ellos: la traición, los privilegios, los conservadores, la corrupción; dentro de ellos: el humanismo y la trascendencia de la simulación y el oprobio que representan los que piensen distinto.
Desde los círculos del poder, la estrategia es la negación de cualquier idea, expresión o hechos que hagan evidencia palpable de la situación de crisis en los ejercicios públicos pero más aun de la crisis y las preocupaciones de millones de mexicanos. Es también la ruta de la descalificación hacia los mensajeros, la otra vía en la que se enfrascan los que asumen que con ellos se encierra la única verdad.
Los reduccionismos son ofensivos, pues colocan al país en una entelequia que solo conviene a la polarización donde se sienten cómodos en las ganancias que obtienen desde visiones facciosas que desdeñan los valores democráticos de tolerancia, pluralidad y reconocimiento de las expresiones distintas que para ellos merecen el ataque y la descalificación.
Todo lo que no se subordine a sus visiones es malo, es ruin, es una traición a la patria y es producto de un complot en su contra y en contra del pueblo. Porque “el pueblo” solo son aquellos que los siguen, dejando fuera del pueblo al resto de los ciudadanos. Solo caben en el reino “cuatrotero”, quienes bajan la cerviz, quienes por ello, aun habiendo sido opositores señalados por más de un pecado pueden ser perdonados si aclaman al señor.
Permanentemente hacen referencia al pasado como muestra de las corrupciones, arbitrariedades e injusticias mostradas en ejercicios públicos y políticos y al final de todo, de tanto insistir, quedan convertidos en su reflejo profundo de las descomposturas grotescas que tanto critican.
El 18 de febrero salieron a las calles del país centenas de miles de personas en más de 100 ciudades. Las movilizaciones mostraron que un pueblo como el nuestro no es solo una visión, que el pueblo mexicano es mucho más que la visión chata y despectiva del ahora gobernante. Que la riqueza de una sociedad como la mexicana reside en sus valores democráticos arraigados en millones que reclaman el legítimo derecho de ser respetados, más allá de sus preferencias políticas.
La respuesta del poder ante las movilizaciones, deja nuevamente clara la apuesta autoritaria de quienes descalifican, degradan y señalan las opiniones distintas. La señora Sheinbaum llama hipócritas y falsos a los hombres y mujeres que respondieron al llamado de marchar para refrendar su libertad política y exigir el respeto a sus derechos electorales. Una clara muestra de violencia política y una falta significativa de respeto, viniendo de quien aspira a ser presidenta de todos los mexicanos. Para ellos palabras de agravio y denostación, propias de un talante autoritario.
Miles han marchado y es claro que, les guste o no a quienes gobiernan, existe un pueblo, una sociedad, una ciudadanía que dista mucho de avalar las aspiraciones autocráticas, simuladoras e incompetentes. El 2 de junio se acerca y el triunfo de la continuidad se encuentra en entredicho.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
80 militares y funcionarios enviados con urgencia a Panamá para buscar a uno que desapareció hace más de un siglo. ¿Qué sentirán las familias de los miles de desaparecidos en este sexenio a los que desprecian e ignoran todos los días?
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