El descuido, la arrogancia, la falta de capacidad y el no saber escuchar son la norma en la mayoría de las presidencias municipales del estado de Veracruz. Ha pasado un año y tres meses de su gestión y siguen sin entender a cabalidad sus responsabilidades, por ejemplo, la planeación y su bondades para tener eficientes ejercicios públicos, pues trabajan con ocurrencias, acciones reactivas al movimiento diario, respuestas de bote pronto que en ocasiones solo atienden lo urgente, no lo importante para las problemáticas de sus municipios.
Alcaldes y alcaldesas que ejercen su poder sin mayores controles ni pudor ante el escrutinio público, sin mayor incomodidad ante una sociedad que arrebata las redes sociales en señalamientos que atraviesan lo público y lo privado de sus representantes políticos incumplidos con sus responsabilidades, pero que poco influye para mejorar la gestión pública.
Las presidencias municipales son sin duda responsables directos de muchos de los vacíos operativos, pero no son los únicos; queda en evidencia también el vacío de responsabilidad de sus cabildos. La toma y conducción de las decisiones que se ejecutan desde los ayuntamientos involucran a todos los representantes que integran al órgano de gobierno, un espacio que debe discutir y poner sobre la mesa las condiciones en las que se establecen y ejercen las funciones administrativas y ejecutivas.
Es claro que los problemas locales son complejos, más aun con las condiciones que ahora marcan nuestra cotidianeidad, pero es precisamente por ello que es más notoria la ineficiencia de los primeros responsables. Los integrantes del cabildo, sin menoscabo de las facultades ejecutivas y administrativas del presidente municipal, deben ejercer plenamente sus responsabilidades como órgano deliberativo y de seguimiento de los quehaceres municipales, con todo lo que ello amerita.
Sucede con bastante frecuencia que el presidente municipal decide y los ediles acatan sin mayor discusión, dadas las lealtades partidistas o los intereses que
regularmente se protegen a pesar de las diferencias o coincidencias sobre las acciones o programas que deberían plantearse.
El bono de esperanza depositado por electores que creyeron en nuevas oportunidades de gobiernos locales empieza a devaluarse ante las muestras de la reproducción, salvo excepciones, de las mismas prácticas y actitudes que tanto han agotado la credibilidad y la confianza social. Hoy existe una ciudadanía que después 15 meses, reclama cambios de comportamientos y acciones para mejorar las vidas públicas y sociales desde los ejercicios municipales.
Ineficiencia y opacidad, desdén y abandono, definen el quehacer de muchos ayuntamientos; ausencia de comportamientos institucionales serios, de líneas de trabajo que acusen conocimiento administrativo, legal y de claridad en los objetivos que se persiguen, quedando evidenciados en la fragilidad de su ignorancia, de la falta de sensibilidad y voluntad y en muchísimos de los casos en el verdadero sentido que tienen para con los espacios que ocupan.
La curva de aprendizaje ya ha sido demasiado larga y se extiende la exigencia básica de que hagan bien su trabajo y asuman sus responsabilidades. Es justo que recompongan el camino, casi tres años por delante podría dar oportunidad para rectificar y sin embargo pareciera, sin querer ser pesimista, que estaríamos por ver la profundización de lo que hasta ahora se ha venido mostrando.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En el debate de los nuevos integrantes del CRE en el Senado de la Republica, ¡qué vergüenza!. |
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