No importa que se haya dicho y reiterado. Es necesario insistir e insistir en la urgente necesidad de establecer verdaderos y amplios diálogos en todos los niveles y aspectos de la vida pública mexicana.
Según la RAE, el diálogo es la Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos o Discusión o trato en busca de avenencia. En cualquiera de sus acepciones, dialogar significa reconocer que hay un interlocutor enfrente con quien hay interés de intercambiar ideas, de tomar acuerdos. Pero en México hemos llegado a un momento político donde no hay diálogo, en el que parecen cerradas todas las vías de entendimiento.
Recapitular en los valores básicos de la democracia es acaso uno de los principales pendientes que tenemos. Urge un debate público que rescate las razones antes que las pasiones, discusiones serias de tolerancia y reconocimiento de los argumentos del otro, para que juntos construyamos un mejor país.
El ambiente de crispación no es menor y es irresponsable insistir en que se podrá salir de nuestras dificultades con la voluntad de un solo hombre o solo de una parte de la sociedad, aunque se clame que se tenga la verdad y esa sea la única ruta para poder andar. No, no podrá ser así.
En una sociedad como la nuestra, diversa, variopinta, contradictoria, las posibilidades de tener una sola interpretación de lo que debemos hacer es demasiado reduccionista y poco ético. Es necesario abrir el diálogo para que todos nos pronunciemos y seamos incluidos en la vida pública, en lugar de pretender esquematizar el país en dos bandos, en un mundo bicolor inexistente,
Es visiblemente absurdo ahondar en la definición de los otros, distintos de mi verdad, sobre la base de las adjetivaciones o descalificaciones. Cómo entender la vida pública y social que tenemos, con la visión bicolor de blancos y negros, buenos y malos, los que me apoyan y los que están contra mí; es un atrevimiento y una postura falaz que no aprovecha las riquezas que ofrece la pluralidad y la diversidad de nuestra historia pasada y presente.
Insistir en estos estereotipos es un crimen social y político, y sin duda nos pone en una situación de mayor riesgo y violencia. Fundar los argumentos del debate sobre la base de la descalificación, regodearse en la estigmatización del otro, son prácticas que profundizan el rencor social, contrarias a la cultura de paz que desde el gobierno se pregona, pero no se acata.
Los problemas que nos aquejan requieren de más que una sola visión para poder ser resueltos, se necesita el concurso de los diferentes y el reconocimiento de las coincidencias, por mínimas que sean. La normalidad democrática que tanto exigimos tirios y troyanos obliga a reconocernos y respetarnos en los desacuerdos, respetando las reglas de convivencia mínima.
Requerimos bocanadas de aire fresco frente al enrarecido ambiente y de una fuerte dosis de cordura para reducir los desvaríos que ahora sufrimos; que los micrófonos oficiales se usen para hacer llamados de unidad y no descalificaciones sociales; para reconocer que todos somos mexicanos y que podemos sumar acciones ante las crisis que nos lastiman profundamente, en lugar de procurar la división y el encono; sumar voluntades en lugar de multiplicar las diferencias.
Los oídos sordos y la ceguera no ayudan, la obnubilación que se padece podría conducirnos a momentos y condiciones de dificultades mayores que sin duda no quisiéramos tener.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Por qué molesta al gobierno la defensa de los bosques de Coatepec contra unos invasores? |
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