Primero, un largo periodo de sequía, con olas de calor que generaron muertes humanas y de flora y fauna, con múltiples incendios intencionalmente provocados o no, se acentuaron las evidencias de un problema climático cada vez mayor. Ahora nos embaten fuertes tormentas con lluvias copiosas, que generan también problemas, principalmente entre quienes están en condiciones de mayor vulnerabilidad económica y de ubicación habitacional.
Las acciones de atención que deben brindarse por los gobiernos y sus cuerpos de respuesta ante contingencias han quedado a deber. Ejemplo reciente el de la tormenta Chris, en donde pareciera común el abandono o ausencia de protocolos serios antes, durante y después de los fenómenos climáticos. No parece haber una Gestión Integral de Riesgos de Desastres.
Las respuestas gubernamentales en la sequía y los incendios mostraron las fragilidades institucionales; las lluvias, los ciclones hoy, las ponen aún más en evidencia., pareciera que la planeación o el establecimiento de líneas claras de respuesta no existen o no se acatan. Acciones reactivas que se activan deficientemente sobre la inmediatez, como se puede con lo que hay de personal, insumos, herramientas. Los actuales ejercicios públicos parecen desdeñar la inteligencia y planteamientos existentes diseñados durante años para ofrecer mejores opciones de respuesta.
Desde el inicio, con las reducciones y ajustes presupuestales se socavaron los programas preventivos y los cuerpos técnicos capacitados y con experiencia en situaciones de atención de riesgos, suprimiendo programas e incluso áreas de estructura, bajo el discurso de una supuesta austeridad y el combate a la corrupción, que bien pudo haberse atendido sin afectar las funciones principales de la institución. Ejemplo en los incendios son las desaparecidas brigadas de CONAFOR o las operaciones establecidas en el extinguido FONDEN.
Los afectados quedan a la deriva, en indefensión, a expensas de la atención, ayuda y respuesta ciudadana que nunca ha sido omisa ni insolidaria, sino al contrario, pero que carece de capacidades técnicas o recursos materiales para hacer frente a las desgracias y los requerimientos. En los incendios, brigadas de ciudadanos heroicos se jugaron literalmente la vida ante los escasos recursos humanos y materiales que desde las instituciones se enviaban y que, cuando decidieron manifestarse y exigir, les fueron dados golpes y toletazos.
Ante la exitosísima planeación y la inconmensurable cantidad disponible de recursos humanos y económicos para desarrollar una campaña electoral de años, surge la duda de que lo que falta no es personal o recursos. La orientación del gasto claramente ha sido en detrimento de la instrumentación de políticas públicas urgentes en temas de salud, educación o protección civil y medio ambiente entre muchísimas otras que han sido desdeñadas.
Y si a los miles de Siervos de la Nación y de estructuras territoriales a los que se les ha venido pagando exitosamente como promotores del voto y de su movimiento y amenazadores oficiales del flujo de apoyos económicos, se les capacitara para que, en caso de situaciones de emergencia y riesgo, atendieran contingencias que cada vez se presentarán con mayor fuerza.
Porque no invertir en estos temas sin duda sale más caro física y socialmente, de lo que dicen haberse ahorrado en desaparecer los fondos y las estructuras de respuesta que existían. Los daños a la infraestructura pública y a los bienes de las familias afectadas deben ser prioridad.
Urge un replanteamiento institucional para la Gestión Integral de Riesgos de Desastres, porque no son eventos aislados y lo serán menos. Los gobiernos deben prepararse para funcionar permanentemente junto con los fenómenos naturales adversos, para prevenir sus efectos, atender sus riesgos y a sus víctimas y responder ante los ciudadanos en el restablecimiento de la normalidad de manera más expedita, organizada y eficiente. Así como está ahora no sirve.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El diálogo para la reforma del poder judicial un engaño de los autodenominados transformadores, “ni los veo, ni los oigo” diría el que era su némesis y que hoy es su referencia exacta.
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