Cuánto daño personal y social nos ha hecho la violencia en todas sus manifestaciones, que en nuestro país puede llegar a ser normal el asesinato de una mujer o la posibilidad de orillar a alguna a tomar la decisión de autolesionarse por el acoso y las violencias recibidas. Luz Raquel, madre soltera, madre de un hijo con autismo, por lo cual era victimizada en su entorno residencial y por lo que todo parece indicar hasta ahora, fue incendiada y falleció.
Aquí un ejemplo de la violencia de la intolerancia social, de la violencia de la incapacidad y la omisión institucional, de la violencia del desapego y la falta de empatía ante el sufrimiento del sufrimiento. Este es apenas una parte más de lo que se ha “normalizado” a fuerza de las veces que sucede, de la insensibilidad que posiblemente se vuelve sello de protección frente a los horrores.
Luz Raquel es quemada viva, víctima de la ignorancia y de pasar por alto a sus llamados de auxilio, del negligente trato ante las evidencias del acoso que sufrían ella y su hijo presentadas ante autoridades no solo incompetentes, sino insensibles y de muchas maneras cómplices del resultado final de unas agresiones palpables, realizadas al amparo del desdén de una justicia lejana, por personas dispuestas a amenazar, a agredir a otros hasta la muerte, convirtiéndose en bestias capaces de hacer cualquier cosa, a salvo de reclamos y sanciones gracias a la impunidad.
En nuestro país, con frecuencia se retoma como verdad la letra de la canción “la vida no vale nada”, ni la vida propia ni la de los otros. Con tantos controles rotos, con principios o valores de respeto y tolerancia poco exaltados, vistos como incómodos equipajes ante nuestras condiciones de inseguridad y bárbara violencia, es que nos van quedando cada vez más lejos los códigos sociales que promueven la convivencia respetuosa, apegada a normas básicas, a reglas escritas o no, mediante las que podemos reunirnos siendo distintos, y salir adelante considerando nuestras diferencias. En cambio, queremos imponer nuestra visión, cada uno de nosotros apostamos por hacer lo que nos venga en gana, sin que nadie nos diga que la ley es la ley, porque a fin de cuentas la justicia nunca llega.
Luz Raquel fue asesinada por la irracionalidad humana, pero también la de las instituciones y funcionarios que, ante un primer grave y duro ataque con cloro industrial, dictaron que sus agresores no podían acercarse a menos de tres metros, sin sancionar las pintas de amenazas directas en el edificio donde vivía, ni las proferidas por su vecino, leyendas llenas de odio, con amenazas de muerte que cumplieron y ante las que las autoridades nada hicieron.
¿Cómo es que hemos llegado a estos niveles de estupidez? Ante tales hechos es momento de reflexionar con seriedad y preguntarnos sinceramente si sigue siendo válida la expresión de que “somos más los buenos”, o se ha convertido en un lugar común de resguardo para las buenas o hipócritas conciencias, frente a los hechos que muestran los niveles de enajenación y por qué no decirlo, la maldad que cada vez más llena los espacios de nuestras vidas mientras volteamos hacia otros lados.
Estoy indignado. Cómo creer que se puede pensar en un México distinto si los que se asumen en los debates políticos y públicos piensan en votos y no en acciones concretas para superar nuestras profundas taras institucionales y sociales. Cómo podrá haber cosas distintas si el cinismo, la simulación y la hipocresía son el sostén de la mayoría de los referentes políticos y públicos, desplegando sus encantos mientras los hechos como los de Luz Raquel van apareciendo cada vez más en las noticias, llenando fugazmente los espacios de nuestra información, apenas distrayéndonos de las olas de incertidumbre respecto de nuestra situación actual y nuestro futuro.
Estoy convencido, sin embargo, que es viable hacer mejor las cosas, que no hay destinos manifiestos y que pese a lo terrible de nuestro presente es posible apostar en contra de los hechos y circunstancias que hoy por hoy nos tienen postrados. Las miles de Luz Raquel, reclaman hacer mucho más, tanto, hasta impedir que sigan las cosas como hasta ahora. Porque el regocijo oficial de todos los colores de que todo va mejor, es falso, es inventado o acomodado. Ahí están los muertos, los desaparecidos, ahí sigue la arbitrariedad e impunidad, la corrupción que asedia nuestras vidas. Por ello y en contra de todo ello debemos reclamar y mejorarnos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Un dato del horror, en México, de 2020 a 2021 las agresiones con ácido a mujeres crecieron en 125%.
Martín Quitano Martínez mquim1962@hotmail.com
twitter: @mquim1962 |
|