Casi 6 años después de gobierno y ante hechos irrefutables que lo contradicen, es difícil entender cómo puede sostenerse un discurso como el que mantiene el presidente, estableciendo como única garantía su “inmaculada” condición de ser diferente, de ser distinto a los “anteriores”, aunque en realidad es falso. Solamente se trata de una consigna política que concitó la esperanza de millones y le dio una renta electoral que le permitió catalizar el hartazgo contra ejercicios políticos y públicos llenos de arbitrariedad e impunidad.
La capacidad de comunicar y mantener esa “realidad” alterna de cosas buenas, encuentra cobijo en la genuina confianza de amplios sectores sociales, alimentada desde la simulación y la desfachatez de la estructura de las élites del “movimiento”, que no es un partido en cuanto a vida orgánica, sino una franquicia política exitosa que modela un ente político a partir de un liderazgo personalizado con visión autocrática. Este liderazgo tiene la potestad de generar dádivas, establecer protecciones y perdonar “errorcillos”, obvio mediante la jura de obediencia ciega y lealtad total al proyecto de una llamada “transformación” que nace de la idea del supremo líder, contra la que no puede atentarse, ni moverle una coma.
Aquella “transformación” ofrecida, daría paso a la única y verdadera revolución de las conciencias bajo las premisas de “no robar, no mentir y no traicionar al pueblo” y “por el bien de todos, primero los pobres”. Esas reivindicaciones ante los malos gobiernos que les antecedieron, sujetarían además, en el marco de la violencia y la inseguridad la “estrategia de abrazos, no balazos”, junto con la apuesta por la “soberanía energética” que pretendía comprar y hacer refinerías que supuestamente nos darían un nivel de autosuficiencia histórico.
Es este apartado de la “soberanía energética”, la figura que rompe con mayor fuerza la retórica que suponía ser uno de los pilares de la esperanza obradorista, según los datos hasta ahora expuestos. La construcción de la refinería de Dos Bocas, enfocada como El Proyecto de trascendencia histórica, resguardo de la visión patriotera y nacionalista del obradorismo; una carísima apuesta retrógrada frente al compromiso mundial hacia las energías limpias.
Es Dos Bocas, un ejercicio que muestra con descarnado realismo la simulación y el cinismo gubernamental; la retórica oficial sostenida con mentiras o medias verdades. Una refinería hecha de la ocurrencia, sin la debida planeación, con un manoseo desvergonzado -como prácticamente todas las obras y acciones de este gobierno-, sobre la base de los intereses personales. El emblema sustantivo del arribo al olimpo de los héroes que nos dieron patria, ha resultado ser un oscuro hoyo negro donde desaparecen miles de millones de pesos del erario público con una inversión casi tres veces mayor a la presupuestada. Un proyecto donde se roba, se miente y se traiciona.
La refinería de Dos Bocas varias veces inaugurada, no es un referente de eficiencia y capacidad de su responsable directa Rocío Nahle, pues nada tiene de presumirse. Ahora es ejemplo de las trapacerías y de la hipocresía de una administración que solapa y protege a sus leales, que se solaza en la palabrería de un presidente sonriente y soberbio que presume que todo le está permitido, veremos cuál es la valoración ciudadana este 2 de junio.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En el Día Internacional del Libro 2024, México cada vez lee y comprende menos.
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