Es desalentador ampliar la cobertura del análisis nacional para dar cabida al análisis de otros ámbitos de nuestra cotidianeidad que crispan y llenan de horror. Al comentario anterior sobre desapariciones, ahora las circunstancias obligan a exponer la condición en que se encuentra nuestra niñez y juventud.
Con datos del Índice de los Derechos de la Niñez (IDN 2022), Cinco años de incumplimiento de derechos, investigación realizada por Mario Luis Fuentes y Saúl Arellano de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se puede observar el nivel de deterioro de una sociedad que flagela a sectores que en sí mismos deberían estar en condiciones de protección, en este caso el de los menores de edad.
Según los datos que presenta el IDN 2022 se agudizó “la pobreza en niñas, niños y adolescentes (NNA) de cero a 17 años”. En 2020 más de la mitad de los NNA se encontraban en situación de pobreza multidimensional (19.48 de los 37.04 millones registrados en el país). Del país, los estados con los cinco mayores porcentajes son Chiapas con el 82.7%, Guerrero con el 74.6%, Puebla con el 69.9%, Oaxaca con el 68.3% y Veracruz con el 68%.
Allí se muestra una parte significativa de la violencia y la vulneración de los derechos de este sector. El informe muestra la pobreza por rango de edades, incrementándose los porcentajes de cero a 5 años en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz con porcentajes de 83.6%, 75.6%, 70.6%y 69.3% respectivamente, a excepción de Puebla que presenta en este corte 69.6%.
Los datos continúan registrando la gravedad de la situación de derechos básicos para una vida digna y muestran el nivel de pendientes sociales para con nuestros NNA y que se profundizan con esa otra violencia que los alcanza cada vez con mayor fuerza y dolor, me refiero a la agresión, el maltrato y el abuso cotidiano. Entre el 2016 y hasta el mes de junio del 2021, “7,752 NNA entre 0 y 17 años habían perdido la vida por lesiones causadas de manera intencional”; el promedio nacional es de 3.6 por cada 100 mil habitantes. Para dimensionar la gravedad de este dato, el IDN 2022 menciona que la tasa de homicidios en menores de 18 años es 2.76 mayor a la tasa promedio de feminicidios para el mismo periodo.
El nivel de violencia familiar hacia los NNA aumenta, se recrudece y se incrementa en 46% entre 2016 y 2020, pasando de 191,384 casos a 254 598, entendiendo la posibilidad del subregistro por el contexto de su acción.
La violencia se extiende. Además de la violencia hacia los derechos de vida digna, de la violencia familiar, se suma la violencia sexual, con denuncias y carpetas de investigación que van en aumento y que entre 2016 y 2020 se incrementó un 64.5%, pasando de 35,102 carpetas en 2016 (promedio de 96,1 por día) a 54,342 (promedio de 148.8 por día). Recomiendo revisar el documento en su totalidad.
Ni duda cabe que ante los datos presentados por la investigación, son verdaderos los reclamos que debemos de plantearnos. ¿Qué pasa en esta sociedad que lastima de tal manera a sus menores?. Debemos cuestionarnos sobre el estado mental del entramado social y cuáles son sus taras. La falta de valores éticos y de respeto, la falta de información y educación sobre la importancia de las relaciones interpersonales.
El problema es de tal magnitud que trasciende la reflexión personal para ubicarse en un reclamo al deber de la salud pública que no hace lo suficiente. Cuestionemos las atenciones, las políticas públicas, las acciones de los gobiernos, y el como se están manejando los recursos económicos públicos que deben destinarse para enfrentar este flagelo.
Como sociedad y como individuos enfrentamos la disyuntiva de si nos hacemos cómplices o no de las violencias en general, de las violaciones que se vuelven cada vez más la “normalidad” de una realidad dura, grotesca, que debe ser atendida urgentemente y que está lejos, muy lejos de las complacencias sociales y gubernamentales.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Los reiterados intentos del Ejecutivo Federal –por fortuna en ocasiones fallidos-, por utilizar como oficialía al Poder Legislativo, nos hacen recordar tiempos que creímos superados. Qué pena.
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