Faltan cuatro meses y medio para la jornada electoral que definirá la historia de nuestro país por varias razones, entre otras, la cantidad de representaciones a elegir y la de posibles votantes, así como las terribles condiciones de asedio a las instituciones que se han ido forjando en nuestra de por sí larga travesía democrática. Muchos de estos elementos pueden configurar este momento de definiciones, pero hay muchos más que por su relevancia llaman la atención.
Por ahora quisiera referirme a ese doloroso y lúgubre escenario que parece, hasta ahora, distante de ser causa sustantiva del debate entre las y los que aspiran a ser electos y es la violencia generalizada, ampliada, profundizada y normalizada que padecemos en todos los ámbitos de nuestra vida individual, familiar y social en nuestro país.
Hay violencia y sufrimiento en la omisión de deberes, en el abandono, la componenda, la descomposición que padecemos por causa de las autoridades, puntualmente ante el desdén de los gobiernos para establecer alternativas de solución ante ella. En consecuencia, se han ido procesando condiciones para un nivel de complicidad social y de miedos que van acorralando las condiciones de vida de la sociedad mexicana en cuanto a su disfrute cívico, a sus actividades económicas, a su cotidianeidad; prácticamente no hay momentos o quehaceres de nuestras vidas que escapen de alguna forma de violencia institucional o no.
Múltiples y dolorosas son las imágenes que nos presenta la realidad en esa violencia diaria. Una es sobre la que ahora quisiera comentar y es esa violencia relacionada con los embarazos de niñas y adolescentes, que parecen temas muy distantes de las agendas políticas, de los discursos y arengas puntuales que se deben presentar ante problemas lacerantes específicos. Se pasa de largo ante una condición de abandono que se ha venido dando respecto de un cada vez más alto nivel de violencia que se vive por parte de niñas y jovencitas, originadas en las distorsiones mentales alojadas en el sistema patriarcal y la impunidad imperante, de la mano de la falta de elementos de cuidado y solvencia institucional para el resguardo de la vida de miles, que se convierte en un problema de salud pública.
De acuerdo a datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas en México, UNFPA por sus siglas en inglés, México, nuestro país, en 2020 ocupa un triste primer lugar de los países de la OCDE en embarazo adolescente, con más de 297 mil embarazos en mujeres menores de 20 años, que representan el 17% del total de nacimientos registrados. Según CONAPO, la tasa específica de fecundidad adolescente para el 2018 alcanzó un valor de 70.6 hijos por cada mil adolescentes; en la pandemia se incrementaron los nacimientos en menores de 15 años, relacionados directamente con la violencia sexual y el abuso contra niñas y adolescentes.
Veracruz es el cuarto estado con el mayor número de embarazos adolescentes con 13,091 en el 2022* y el tercer estado del país con embarazos en niñas entre 9 y 14 años, con 751 partos en el 2022**.
En el Informe elaborado por el INJUVE y otras instancias, “Situación de las personas adolescentes jóvenes de Veracruz”, en el 2021 Veracruz presentaba una tasa de fecundidad adolescente de 73.7 por cada mil, ubicándose por encima de la media nacional que en esos años fue de 68.5 por cada mil.
Son estos datos del horror, apenas la entrada a la problemática que generan en todos los ámbitos que afectan en la vida individual, familiar y comunitaria en donde suceden con las afectaciones subsecuentes en la salud, la educación y el desarrollo posterior de la niña o adolescente, así como sus efectos adversos sobre la economía y el conjunto social.
Pero más allá de la lectura económica y de salud física y emocional que sin duda pueden darnos en una visión más de fondo, en una primera mirada, los datos contienen la tragedia de abusos y desconocimientos que rodean el cotidiano de unos gobiernos y una sociedad que no cuida a sus mujeres en lo general y a sus niñas y adolescentes en lo particular. Las implicaciones directas para quienes pasan por estos momentos de vida determinan y marcan los derroteros de su proceso de madurez, su construcción de vida y la de quienes las rodean.
La vida política y pública no puede seguir mirando para otros lados que no sean problemas como éstos, que en mucho parecen invisibilizados por esa construcción patriarcal que asume la normalidad de la agresión y la subordinación de los problemas relacionados con las mujeres desde instituciones y sociedad.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Ya se supo que los hilos negros para financiar la campaña de Sheinbaum afectarían a los trabajadores de Notimex. ¿Cuántos hilos más habrá?
*Diario de Xalapa 28 de Septiembre 2023
** Diario de Xalapa 28 de Septiembre 2023
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