Un 25 de noviembre más de oídos sordos ante lo que no cede. Los gobiernos no escuchan los reclamos, no entienden la indignación, insensibles, balbucean los lugares comunes de la anomia institucional ante la violencia contra las mujeres. Se quedan lejanos los grupos políticos que gobiernan, que con el desparpajo brutal de la omisión y la incompetencia, dicen que hacen pero en realidad abandonan.
La “normalización” de la violencia contra las mujeres, es ese rostro grotesco de una sociedad machista, arbitraria y prepotente que se niega a comprometerse en cerrar las puertas a las manifestaciones de la barbarie. Violentar a las mujeres por el “simple” hecho de serlo, porque se puede. Ahí se encuentra la expresión brutal de la ignorancia, de la composición mental de una educación social basada en el menosprecio a los valores de respeto y equidad.
Mientras los gobiernos “inéditos” asumen la consigna paritaria y de “reconocimiento” a las mujeres, los datos crueles no disminuyen, se amontonan en medio de las exclamaciones de la transformación. Se coloca en cargos públicos a mujeres decididas a obedecer o a otras funcionalmente machistas que demuestran cotidianamente su falta de sororidad. El pregonado “humanismo” presidencial que menosprecia los todos “nuevos Derechos”, pero que en particular ningunea los de las mujeres, ya que gusta de asumir su estatus patriarcal, como el de las costumbres que le besan la mano.
Como muestra, las voces amagadas y menospreciadas de las mujeres del espacio político del oficialismo que, con una sumisión que ofende, reproducen y hasta defienden los atropellos institucionales que posibilitan la continuidad de la violencia machista desde el aparato gubernamental. Mujeres subordinadas que lastiman cualquier oportunidad real de impulsar y mejorar las condiciones de las mujeres del país, que simulan una trasformación feminista que no lo es, salvo la cosmética de los puestos, y que lleva cinco años profundizando esa violencia.
Es durísimo amanecer en un país que, en razón de género, mata a 11 o 12 mujeres cada día, pero que paradójicamente desde el oficialismo se publicita en clichés “que es tiempo de mujeres”.
Pero ante el escalofriante dato de feminicidios y de muchas otras violencias, la candidata oficial no muestra indignación ni propuesta alguna, pero acepta gustosa que el macho haga un protocolo de entrega del bastón pero no del mando, porque su opinión es ninguneada y no importa, porque sonriente copia e imita la visión y comportamiento machista y autocrático del gran líder que se espanta ante la rabia de miles de mujeres y por eso se encierra en su palacio y además cierra diálogos y políticas públicas que se comprometan con los problemas que se denuncian.
No oigo, no veo, no escucho.
Los tiempos de las mujeres son los que confrontan al machismo existente, hasta ahora, que lastima cuerpos y mentes, proyectos laborales y de vida, que limita la independencia. Esos son los verdaderos tiempos de las mujeres que exigen, que demuestran con hechos sus capacidades y su libertad.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Con qué llenarían sus actos políticos, rodadas y festejos, si no obligaran a los burócratas?
Martín Quitano Martínez
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