Cada vez más, pareciera quedar constancia de que las condiciones que enmarcan nuestra vida pública y política se debaten en el terror de las vivencias cotidianas en cuanto a las crisis ambientales, a la violencia y la inseguridad, las que nos afectan en relación con la crisis económica y las poquísimas o nulas expectativas de mejora y por supuesto la preocupación profunda ante una simulación política que ofende a la inteligencia y que se magnifica en la desfachatez de mostrar la ruptura entre lo que se dice y lo que se hace.
Es harto difícil mantener la esperanza de lograr los cambios que requiere nuestro país ante los graves problemas que padecemos, porque son notorias, evidentes, las muestras de que se actúa, desde prácticamente cualquier nivel de gobierno, con ejercicios que reeditan los mas atrasados vicios y comportamientos, practicando la desmesura como altanera manifestación de disfrutar tener todo el “pinche poder”.
Habiendo roto los argumentos que generaron las esperanzas, ahora aparecen las amenazas, presiones o contraprestaciones. Al más viejo estilo corporativo se abandonan los límites de la ética bajo el supuesto que todo está permitido, el fin justifica los medios dicen, ¿cuál fin?, el que usted diga señor presidente, con alegatos como “en nombre del pueblo”, o un “no somos iguales” que suenan ridículos y cínicos al observar su comportamiento. Ahora parece una competencia medirse en la medida de las violaciones a las reglas, a los marcos normativos, a las leyes.
La embustera “superioridad moral” como refugio de la simulación. La incompetencia y la opacidad, dominan la conformación ideológica de una cuestionable izquierda reducida a la repetición de estereotipos discursivos que no encuentran su referente en acciones institucionales, sino al contrario, las rebaten en los hechos. Como ejemplo la persecución y desautorización al pensar distinto, al opinar diferente y autonombrarse depositarios de un resguardo democrático.
Son tiempos malos para las ideas de tolerancia y pluralidad, de apertura en la diferencia. Pareciera no haber lugar para buscar coincidencias, porque la estrategia es la maniquea delimitación de opuestos para que no quepan las confusiones entre buenos y malos, entre patriotas y traidores. Mirarse en el espejo de la intolerancia y la polarización, de confrontas irreductibles para eliminar a los enemigos y evitar las contradicciones intrínsecas a un ambiente y debate democrático que se dirime en la pluralidad de los adversarios.
Reforcemos el frágil piso democrático que con muchos esfuerzos se ha venido construyendo. Sin dejar de señalar la impunidad y arbitrariedad de los pasados, pero tampoco la que actualmente nos abruma, avancemos y hablemos sobre los pendientes de nuestra democracia, porque más allá de ello, nadie ni nada puede justificar el desmantelamiento de instituciones y ejercicios de diálogo que hoy han sido cancelados. No hay transformación a la vista, salvo la regresión y reiteración de los peores comportamientos políticos y de gobierno que ya sabemos hacia qué desfiladero nos conducen.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Lejanos, indiferentes, irresponsables, la lucha contra el cambio climático no les importa. |
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