Los temores ante la inseguridad, la arbitrariedad e impunidad que asolan nuestra vida comunitaria, donde cada vez más territorios son testigos de hechos de sangre, enfrentamientos, secuestros, narcotráfico de manera cotidiana, es el conjunto de circunstancias de terror, preocupación y miedo en que nos encontramos viviendo.
Casi un año después, el presidente presume sus respaldos sociales, con querencias que lo muestran aun fuerte pese a los asedios de los que piensan y argumentan en contra de sus ejercicios y comportamientos, su presencia, su mensaje, aun convocan esperanzas que deben ser cumplidas y respaldos que hacen frente a las críticas que incrementan los tonos, que acentúan una confrontación traída de tiempo y que parece escalar.
Los expertos reiteran que nuestras posibilidades económicas están muy lejos de los requerimientos para poder brindar oportunidades urgentes a amplios sectores, la salud y la educación son ejemplos claros de la austeridad que acompaña el ejercicio de un gobierno que asume que la temporalidad de la crisis está en función de la aplicación de las recetas que favorecieron la construcción de una esperanza asumida, interiorizada por millones.
La polarización está instalada en un México que requiere dar una oportunidad a la prudencia, virtud cardinal que permitiría encontrar las coincidencias que nos ayuden a concentrarnos en la superación de nuestros problemas, que se procese de una manera distinta la discusión política, que la rijosidad que ahora impera amaine para articular salidas ante nuestras tragedias.
No puede ni debe continuarse con la discusión que acentúe las diferencias, con la descalificación simple e inmediata, de cálculos de poder, partidistas o de intereses. Los problemas y sus urgentes soluciones están muy por encima de personas y de personajes, empezando por el propio presidente de la República, de ahí la urgencia de rescatar la prudencia como virtud que oriente y de rumbo.
La prudencia que debemos de reclamar a todos los actores políticos, a los gobernantes y al conjunto social, sin duda podrá dar cauce a una más reflexiva y puntual idea sobre las obligatorias definiciones que, en medio de las diferencias
que deberán de ser resguardadas dados los marcos de libertad y democracia a los que aspiramos, se puedan tejer soluciones de fondo.
Urge romper con el instalado modelo de confrontación que hoy domina el escenario nacional; se requiere que realmente los gobernantes den cuenta de su estatura de miras, de su visión de estado y de responsabilidad política, se exige que los actores políticos adversarios, críticos jueguen su papel enmarcados en las exigencias nacionales para construir la paz y mejores condiciones para todos.
El país se desangra y languidece en medio de las discusiones, de las simulaciones y los discursos de conflicto, la nación se corroe en medio de los pendientes de justicia, de combate a la pobreza, de mejoramientos en la salud, la educación, del cuidado de nuestro medio ambiente, de nulos crecimientos económicos, de inseguridad y violencia que se incrementan. Es demasiado el dolor que sufrimos como para entender porque los que están en esa primera línea de toma de decisiones y de debate, en lugar de atender, incrementan la polarización y el desencuentro.
El pueblo, a nombre de quien todos hablan, merece mantener o recobrar la esperanza que aún vive en millones, es necesaria la prudencia, nuestros problemas la demandan, pasar por alto esa virtud nos llevará a derroteros que creo ninguno de nosotros podríamos imaginar, cuidar las palabras, actuar con recato político e institucional sería una base de aliento para asumir que podemos lograrlo.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Qué tal que la austeridad familiar alcanzó para los 3.5 millones de pesos de fianza. |
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