Al día de hoy, el gobierno mexicano reconoce oficialmente la muerte de más de 150 mil personas por el COVID 19 sin atribularse en lo más mínimo. Es una tragedia monumental la cantidad de muertos y también la actitud gubernamental. Provoca escalofrío el comportamiento del personaje central antipandemia que, acurrucado en el presidente, sonríe soberbia y socarronamente cuando se le cuestionan los evidentes errores y abandonos cometidos, sin atisbo alguno de autocrítica, humildad o el más elemental de los pudores.
En el Ranking de resiliencia de Covid de la empresa Bloomberg, México ocupa el último sitio de los 53 países analizados, por su ineficaz manejo sanitario; somos el país con más personal sanitario muerto por contagio; el segundo país en el mundo con mayor letalidad, con 8.5 según la universidad Johns Hopkins; además ocupamos el lugar 138 por número de pruebas realizas por millón de habitantes. Datos todos ellos signo de referencia para señalar cómo se ha ido generando lo que para la Dra. Laurie Ann Ximenez-Fyvie es, un daño irreparable.
Pero todas estas malas noticias no son suficientes para replantear la estrategia. Nuestros gobernantes insisten en que el manejo de la pandemia ha sido eficaz, y con sumo cinismo arengan que los estragos que ha causado el virus pudieron haber sido peores. Desde hace un año, los dichos oficiales han pasado por reconocer con orgullo nuestras fortalezas como pueblo, a las garantías de signos y mensajes políticos para proteger del virus (escapularios, ser pobre, no ser corrupto o no decir mentiras, entre otros), hasta la descalificación de la mortalidad del virus (como una gripe), del uso del cubrebocas o de la sana distancia.
Como el mismo presidente no cumplió tales disposiciones, el mensaje careció de fuerza y respaldo institucional, dando paso a la indiferencia o el descuido social frente a la virulencia y daño que se generaría por la laxitud en el respeto y aplicación de los protocolos.
La mezquindad de los responsables, ha dado pauta a la construcción de un escenario atroz de la magnitud alcanzada. El designado experto López-Gatell, que frente a las cámaras mutó de “científico” a “político” ha sido funesto, dando “resultados” a los que debiera responder en otros planos, más allá de la utilizada retórica de los lastres del neoliberalismo o culpar a las comorbilidades.
Asumiendo la globalidad del fenómeno pandémico y de las adversas condiciones en que se tiene que enfrentar, duele e indigna el comportamiento gubernamental en el que campea la mentira o la verdad a medias, la mezquindad con la que se conducen, la soberbia con la que envanecen sus respuestas y sus acciones.
La tragedia que nos rodea, muy probablemente podía haberse reducido o acotado, de haber existido mejores y más responsables actitudes y acciones, en lugar de las mostradas por un irresponsable y desvergonzado personaje que, junto a sus jefes, deberá asumir la persecución de sus muertos, que le arrebatarán de la cara la indiferencia y la estulticia cuando insiste en decir que todo está bien.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
No cederemos en la defensa de los bosques y aguas de Coatepec. |
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