La soberbia es siempre mala consejera, más para los poderosos. Enceguece y ensordece, porque todo queda por debajo de las expectativas de quien es tocado por ese sentimiento. Bajo esa condición de “superioridad”, sus acciones manifestarán rabia o enojo al encontrar cualquier cosa que les parezca contraria, que les implique discordancia a la suficiencia de los méritos que creen poseer o menosprecio a los destinos que les exige la historia.
La soberbia envilece; desde el poder envilece aún más, pues quiebra desde adentro los discursos de preocupación por los demás, de compromiso social. Cuando la petulancia no puede esconderse de lo que muestra la cotidianidad, la humildad y el humanismo se desvanecen. Los buenos deseos, los honorables propósitos son simulaciones que desdibujan frente a la cólera o el menosprecio del soberbio que no debe ser cuestionado, ya que posee la verdad incuestionable.
La discusión que señala, que se burla y descalifica, que claudica de razones, forma parte de los escenarios que actualmente nos rodean social y políticamente. En medio del ruido de estos desencuentros, han ido construyéndose las trincheras de dos bandos calculadamente antagónicos desde el poder. Así se ha planeado. Cada vez más alambradas, día a día se incrementa el nivel de los gritos, de las ofensas, de la violencia política. Hay quienes piensan que en ellas hay refugio para resolver los problemas que nos aquejan.
Los territorios sociales están minados, la desconfianza es permanente, el ambiente caldeado articula los prejuicios e indiferencias. Los responsables de atemperar la convivencia puesta en jaque, son indiferentes, omisos o acumulan los denuestos para quienes les contradigan. Quienes debieran asumir el reto de mejorar las circunstancias, pasan de largo o acentúan nuestras confrontas.
El escenario es muy complejo porque se señala como enemigos a los otros contendientes, pero principalmente porque se desprecia la institucionalidad y el marco jurídico. Al soberbio nada ni nadie le pueden impedir hacer su voluntad. Por ello se insiste en el encono, que es el espacio donde se recrea, donde adquiere la dimensión de grandeza para su ego. El sitio de la gesta heroica en el que, desde el poder, despliega la grandeza de sus ideas y comportamientos, garantizando su trascendencia a la historia de los iluminados. Vaya problema tenemos enfrente.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Dante Delgado y su MC nuevamente en jaque por Enrique Alfaro.
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