Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el primer semestre del 2020 se registraron 489 feminicidios que significan un aumento del 9.2% respecto del primer semestre del 2019.
La muerte violenta por razones de género, el feminicidio, y en general la violencia de género no han encontrado en la cuarta transformación un referente político que lo enfrente como uno de los flagelos sociales más ampliamente presentes en la sociedad mexicana.
Las instituciones encargadas de combatirlo han sido por lo menos olvidadas de los apoyos presupuestales que les permitirían desarrollar las actividades para las que se encuentran facultadas.
Da la impresión de que, veladamente, detrás de los generalizados recortes de la austeridad, se asoman sombras de desprecio o desvalorización de su utilidad pública. Lo anterior se refuerza con las variadas y controvertidas declaraciones presidenciales al respecto.
El presidente ha dejado en claro que no comparte los reclamos de las féminas ni las de las cifras oficiales que le refutan diariamente su visión machista y conservadora, adoptando una actitud complaciente e incluso burlona cuando se le cuestiona su pasividad u olvido sobre el tema.
La discursiva oficial se ha mostrado sin ninguna empatía con las exigencias presentadas por colectivos feministas y por las demandas y acciones de un amplio y potente movimiento de mujeres que reclaman políticas públicas claras y la aplicación de normas y recursos suficientes para enfrentar un problema toral de nuestros tiempos.
Ciertamente que la violencia de género no inició con este sexenio, pero es claro que se ha incrementado y que poco se hace para enfrentarlo.
Las entelequias presidenciales sobre las familias buenas que las protegen, la sociedad buena que las cuida, los gobiernos buenos que las vigilan, son un juego
de palabras que ofenden e indignan, que no abonan como solución ante la violencia de género cotidiana y dolorosamente presente.
A la larga lista de deudas públicas y sociales que hasta el momento ha dejado este gobierno con las familias de los muertos de la pandemia, sin duda se debe sumar la que surge del dolor de millones de mujeres y niñas que en nuestro país es impostergable de pagar.
Porque la pandemia, con toda su crudeza, no ha limitado esa violencia, sino que en muchos contextos la acompaña como un elemento doloroso más de nuestra tragedia nacional.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Veracruz segundo lugar nacional en feminicidios en el primer semestre del 2020. |
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