Los niveles de descrédito, desconfianza e incluso desprecio hacia la clase política siguen siendo muy altos, aun en tiempos de la llamada “transformación”. Sin embargo, buena parte de los aspirantes y candidatos no están dispuestos a modificar conductas y mejorar procesos en su gestión política; sus comportamientos insisten en reproducir los malos hábitos que nos han llevado a problemáticas profundas, sin un futuro de recomposición y mejora.
De norte a sur, en nuestro país se presentan acciones de una mayoría de políticos, funcionarios y representantes que asumen que, pese a las importantes manifestaciones de amplios sectores sociales sobre lo agotado de sus actos y mentiras de siempre, de los cinismos y opacidades de siempre, prefieren dar continuidad a los absurdos que lastiman a millones y que ahora en elecciones, reeditan sonrisas y promesas sin planteamientos serios que las sostenga.
Múltiples y reconocidos casos dan evidencia palpable, desde funcionarios que, amparados en el manejo discrecional del poder, se lanzan tras la búsqueda de continuar en el juego político. O legisladores y presidentes municipales que se involucran de lleno en la disputa electoral que inicia sin considerar sus límites legales para la comunicación con los electores.
Con 21,368 cargos y 15 gubernaturas, la complejidad electoral del 2021 es grande y como elección intermedia, definirá el grado de implantación y respaldo al actual grupo gobernante nacional y las posibilidades reales de que las oposiciones puedan recobrar sus espacios perdidos.
En medio de una creciente y peligrosa polarización, con una violencia electoral cada vez más preocupante, se renovarán 30 congresos locales, es decir que se elegirán 1,063 diputados y 1,926 ayuntamientos y juntas municipales. Los retos de participación para que se logre un proceso electoral que demuestre nuestra voluntad democrática en un ambiente responsable y en paz, deberán lograr vencer la abstinencia y convocar para que salgan a las urnas más de 94 millones de posibles electores.
Ante la andanada de ataques recibidos desde la presidencia nacional y su partido, el papel del Instituto Nacional Electoral deberá ser impecable. Su fortaleza será sin duda su capacidad operativa para instalar las más de 164 mil 500 casillas en todo
el país y para convocar, capacitar y contar todos y cada uno de los votos, con la participación de más de 1.4 millones de ciudadanos funcionarios de casilla.
Nuestros problemas con el manejo de la pandemia, no debe impedirnos acudir a votar en una elección que reclama una participación comprometida fundamentalmente con la salvaguarda democrática, con la oportunidad de que nuestro voto plantee a los elegidos el próximo 6 de junio el compromiso por representar y realizar las mejores propuestas para sacar adelante a nuestro país, estados y municipios, de los complejos problemas que nos agobian.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
9.8 millones de nuevos pobres producto de la pandemia. ¿Como anillo al dedo?. |
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