Lo más aterrante es observar cómo el horror cotidiano se normaliza en nuestro país, superando lo imaginado. Metidos en una zanja cada vez más profunda y maloliente, observamos las disputas políticas que parecen olvidar los problemas gravísimos de la cotidianeidad social, acosada por el miedo a la inseguridad y la pobreza, frustrada por falta de oportunidades de trabajo, por la baja calidad de los servicios de educación y salud, por los daños al medio ambiente.
Dos hechos marcan ahora mis líneas, dos eventos regidos por la estupidez y la cobardía. Ambos se circunscriben en las vivencias del México bárbaro en el que ahora nos encontramos: los asesinatos de Debanhi y Juana, una en Monterrey, la otra en Xalapa, ambas víctimas de la miseria humana de sus agresores directos, pero también de nuestra apatía social, de nuestra falta de compromiso solidario elemental, de nuestra tragedia como sociedad.
Sus dolorosas muertes tocan ahora mismo los nervios de la indignación, la rabia y la tristeza con mayor agresividad, la esquizofrénica y aberrante violencia contra las mujeres, contra los niños, niñas y adolescentes, que acusan no solo el hecho mismo de una sociedad claramente en descomposición, sino el abandono en que la tienen gobiernos y clases políticas que, cómplices o no, miran indecentemente para otro lado. Responsables institucionales que recortan presupuestos para acciones y obras directas que enfrenten hechos y eventos de resultados fatales para miles o acaso millones de mexicanos en la indefensión.
El 2021 fue un año despiadado: 1,004 feminicidios registrados; el Presidente ha reiterado que desde las 6 horas, todos los días se reúne con los responsables de la seguridad para enfrentar esos problemas. Y todos los días también, la realidad lo golpea para recordarle que lo que hace es ineficaz e insuficiente.
Desde hace años sabemos que en la vida toda y más en los ejercicios públicos, es necesario entender que el secreto de dar resultados no es trabajar más sino trabajar mejor; creo que nunca mejor aplicada esa premisa de trabajo.
Los datos ofenden y lastiman. En 2021, el promedio de nuestro país arroja que cada día desaparecieron 14 niñas, niños y adolescentes entre 0 y 17 años según la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). De ese registro, una
de cada cinco siguen desaparecidas y si bien el 80% fueron localizadas, 710 fueron halladas sin vida, además de que 6,321 niñas y mujeres adolescentes fueron atendidas por violencia sexual.
En el primer trimestre del 2022 (enero-marzo), de acuerdo con datos del 20 de abril del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se han tipificado como feminicidios 215 casos; los estados con más casos son Estado de México con 39, Nuevo León y Veracruz le siguen con 21 cada uno.
Nadie dice que sea fácil o rápido, pero para disminuir sustancialmente los hechos de violencia y recuperar unos aceptables niveles de seguridad ciudadana, a los gobiernos les falta mucho por imaginar, planificar, presupuestar y realizar. Es evidente la falta de coordinación de esos gobiernos que no superan las visiones cortas y dañinas de diferencias partidarias. También falta trasparencia y rendición de cuentas de las autoridades vinculadas a la impartición de justicia y de la seguridad.
Asumamos toda la necesaria y urgente empatía con la idea de modificarnos socialmente, de mejorar nuestros comportamientos y desde casa, desde la familia, desmantelar las estructuras del patriarcado anacrónico, ofensivo y asesino. Bienvenido el movimiento de denuncia y rechazo en redes, pero será insuficiente si no se acompaña de un paso más y mejoremos nuestro entorno personal cercano, actuando todos los días y a todas horas para deconstruir, con responsabilidad ante la desgracia que estamos viviendo.
Solo exigiendo el cambio de las condiciones que ahora prevalecen se demostrará que actuamos en correspondencia de los requerimientos que hoy se nos presentan. Es una ruta cierta para condolernos activamente para erradicar la violencia, para acompañar a las familias que han sufrido la pérdida y el dolor, a las víctimas que han sobrevivido. Solo ello podrá detener la escalada de la bajeza y la locura cruel que hoy toca a todas las puertas.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
También sin cambiarle una coma va el Tren Maya. Al diablo los diálogos, las leyes, normas y patrimonios naturales y arqueológicos. |
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