Nuestras frágiles condiciones sociales e institucionales nos marcan diariamente y nos mueven a reflexionar que las dificultades se acrecientan y las esperanzas se dislocan ante los sucesos diarios, nos impiden sustraernos de las malas y dolorosas noticias que rompen con imaginarios de mejora en nuestras vidas. ¿Cómo no pensar en ello y querer pasar sin opinar?
Sería absurdo pensar que cualquiera de las administraciones federal, estatales o municipales podrían dar soluciones mágicas a las complejas y trágicas condiciones en las cuales nos encontramos, sin embargo el tamaño del reto es de tal magnitud que es obligado pensar que se requeriría de algo más que la llegada de hombres honestos para enfrentar y resolver nuestras carencias y problemáticas.
Es claro que no es suficiente tener buena voluntad para gobernar, porque por más que se diga en campaña, no existen las soluciones rápidas, la violencia, la pobreza y inseguridad, por ejemplo, no se terminan por decreto.
Nuestro país ha ido profundizado sus problemas. Las condiciones que favorecieron la desigualdad, el abuso, la arbitrariedad e impunidad, pareciera que, y pese a los discursos que las niegan siguen allí; la corrupción arraigada en los ejercicios públicos y privados, la inseguridad y la violencia instalados en nuestras vidas, tocando las puertas de todos, esparciendo el miedo, el terror, en todas partes, cegando oportunidades, lacerando vidas y productividades.
Sin embargo a contramano y pese a las denostaciones han habido y hay, actores sociales y políticos que trabajan contra la ilegalidad y por mejorar nuestra difícil y larga travesía democrática, que han señalado y propuesto mecanismos e instituciones que corrijan la vida social y publica, defendiendo y apoyando para lograr un sistema democrático que dé resultados distintos a los que cobijaron la barbarie, la injusticia, la corrupción y la impunidad. Organizaciones sociales y personas que abrieron espacio a debates por los derechos humanos y la diversidad, por el rescate ambiental y los derechos a la pluralidad.
La vida nacional, debe entenderse, es un mosaico amplio donde la convivencia en libertad y con respetos básicos, fue construyéndose a tirones y a contracorriente de gobiernos y poderes facticos autoritarios, estableciendo espacios y fortaleciendo a una sociedad que, aun con fuertes contradicciones, ha conformado un conjunto democrático, institucional y legal que pese a sus fragilidades hay que defender.
Una demanda incuestionable es que se modificaran o cambiaran las cosas que no funcionaran correctamente, que se recompusiera el entramado institucional y social que debía de modificarse, que se procuraran las condiciones para tener una vida digna, el asunto es como, de qué forma se han logrado o no, mientras tanto la polarización y la irascibilidad social se acentúa, si los responsables de aplicar la ley, de gobernar y administrar, son intolerantes o incapaces.
Lograr sacar adelante al País y a Veracruz, no puede permitirse vulnerando las instituciones y las leyes, no puede si se insiste en debates y confrontas que poco o nada ayudan a un ejercicio de gobierno que obligadamente debe de llamar a la reconciliación, al respeto de las leyes, al imperio de un estado de derecho que históricamente ha sido violentado y pasado por alto, generando estos niveles de descomposición existentes.
Hoy más que nunca las transformaciones que nos son inaplazables deben no solo ser impulsadas por hombres y mujeres honestos, sino también por hombres y mujeres capaces, con voluntades expresas en reconocer las limitaciones y las fortalezas que se tienen en lo individual, en la sociedad y las instituciones. Se requieren visiones y hechos que dejen atrás el maniqueísmo, las actitudes chatas y limitadas de supremacía moral, de rudeza y soberbia; se necesita que se asuman las responsabilidades con humildad y se dejen atrás las innegables simulaciones y dobles lenguajes.
México y Veracruz viven pesadillas. No se puede continuar abonando la intolerancia y la ineficiencia. Buscar el refugio irreductible de la posesión de la palabra verdadera, sin rectificar, sin reconocer que hay mucho por hacer y que en ello se debe empeñar toda la tolerancia en una convocatoria y búsqueda de coincidencias posibles para resolver nuestros problemas.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Está por ser definitiva, sin cambiar una coma. |
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