La gran aspiración presidencial de hacernos vivir en una realidad alterna, es lo que intenta construir todas las mañanas el ejecutivo federal, bajo su supuesto de que aún mantiene el “control” de la narrativa, al menos entre sus seguidores, quienes le reiteran el respaldo, leales, absortos en el liderazgo del segundo presidente “más popular del mundo”, como se ufanan en decir los menguantes seguidores ciegos, sordos y mudos de AMLO.
En esos seguidores se regodea el ego del líder máximo, pero también la corte, los nobles, depositarios de la confianza del supremo y por ende de la adoración de la feligresía; porque aun habiendo entregado el bastón de mando a la corcholata, no pudo por designios divinos abandonar el mando, pues el proyecto de la “transformación” le demanda -contra su humildad y providencia-, tomar decisiones y acudir a la defensa de la fe para alcanzar el segundo piso de la gran cruzada.
El exabrupto del opositor, demandando “cállate chachalaca” al presidente de entonces, resultó como “escupir para arriba”, pero se queda corto ante lo que hoy por hoy vivimos con la cínica injerencia que violenta la ley que él mismo impulsó con la anuencia y respaldo de millones que crearon normas para el ordenamiento de la dinámica electoral.
Qué se podía y que no se podía hacer en cuanto a las acciones de gobiernos y representantes, de funcionarios en los procesos electorales, normas que ahora son violadas todos los días por el mismo personaje que impulsó su creación. Lo que antes le parecía indispensable de cumplirse por la figura presidencial, ahora que es presidente le parece vejatorio de su libertad de expresión.
Muchos de los que antes clamaban por vigencias legales, por compromisos democráticos y comportamientos éticos que fortalecieran las instituciones democráticas, mismas que se iban impulsando, construyendo, ahora sufren amnesia selectiva, apoyando la contrademocracia encabezada por el líder del movimiento en el poder.
La traición de aquellos logros conseguidos, se justifica en la retórica de la nobleza morenista, y de muchos de sus seguidores, como parte de una batalla por el poder, donde todo les está permitido por la verdad de sus juicios, por la trascendencia de la lucha, ¿quién puede estar contra sus acciones o idearios? solo aquellos que son “traidores a la patria”, “los conservadores” que “defienden sus privilegios” y así la repetición de jaculatorias hasta la saciedad del discurso oficial, que descalifica el valor de la diferencia, de la pluralidad, del respeto real, y expurga cualquier idea o acto que no se apegue al catecismo presidencial.
La tragedia actual de la lucha electoral del país, es que no se da entre demócratas sino contra quienes sostienen discursos de verdades únicas y quienes buscan que se anulen las discusiones sobre posiciones distintas, personajes excluyentes para los que la cancelación de los otros es la parte medular.
La falta de apego a las reglas democráticas y el desprecio por las normas y las regulaciones electorales por parte del partido en el poder, definen los comportamientos de intransigencia de los actuales gobernantes. Se conducen con la soberbia del que no puede perder, pues viven en la obsesión de ser los únicos representantes del “pueblo”.
El 2 de junio será la prueba para la intolerancia de la verdad única, la fecha que nos pondrá como país en la circunstancia de reconocer errores y en su caso, todos, sin distingo de filiación partidista, hacer historia.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Veracruz primer debate. El frente opositor los despertó de su sueño; ahora es su peor pesadilla.
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