Se ha instalado el nuevo cuerpo legislativo de Veracruz. Se auguran vientos de nuevos tiempos que serán bienvenidos si logran romper las dinámicas que por décadas han pervertido en los hechos a las instituciones democráticas.
Los resultados electorales del pasado 1 de julio convalidan una nueva mayoría que lleva sobre sus hombros la oportunidad de destruir la imagen actual del legislativo, de ser un poder subordinado y de oficialía de partes del ejecutivo, ejerciendo su naturaleza constitucional de poder autónomo.
El nuevo legislativo tiene un distinto rostro en la correlación de las fuerzas políticas que lo integran. Morena y sus aliados son ahora la fuerza dominante, pues unidos suman un amplio margen de maniobra para impulsar iniciativas que puedan cambiar muchas de las formas y los fondos del quehacer público y social de nuestra entidad, las posibilidades de hacer mucho de lo que se prometió y que hoy por hoy se requiere con urgencia.
Hacer de la separación de poderes una realidad, sería un buen comienzo, un ejercicio normal en un verdadero régimen republicano y democrático. Las oportunidades son muy altas para marcar diferencias, las posibilidades para la definición y concreción de una agenda que recompongan nuestra vida institucional y pública están allí.
La discusión, el debate que debe darse, obliga a que desde ese espacio de representación se muestre altura de miras, madurez ejemplar para ayudar a aminorar la polarización, el ruido de la confronta que no propone y no crea. Eso tiene que ser sustituido por un trabajo legislativo que analice y enfrente nuestros aciagos problemas.
Además tienen el compromiso político de transformar y fortalecer a las instituciones, de dar vigencia a nuestras leyes, de darle la dimensión y el peso a los poderes constitucionalmente establecidos. Nunca como ahora se necesita de un legislativo fuerte, con capacidad y disposición para debatir internamente, impulsar el diálogo entre las fuerzas existentes en la cámara y también con los otros poderes, con la sociedad.
La vida legislativa implica que sus actores, los diputados, las fracciones partidarias todas, pongan sobe la mesa sus respectivas agendas, las ideas y propuestas, los compromisos que contrajeron para con sus representados, construyendo una agenda de coincidencias y acuerdos en la diversidad para dar pauta a los cambios que se necesitan y sin duda, para ser el contrapeso que le asigna la ley. Ya se terminaron las campañas, ahora viene la etapa de ejercer el poder desde la responsabilidad del bien común, del interés público.
Ningún esfuerzo ni acuerdo será menor para elevar el debate, para cribar las ideas y las propuestas. Este es tal vez el mayor de los retos, deshacerse del ruido, bajar el volumen de la polarización del ambiente político veracruzano y nacional. Esperemos que los nuevos legisladores lo tengan claro y que nos permitan ser testigos de una discusión política y legislativa acorde con las necesidades.
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