Por Eros Ortega Ramos*
Todo se remonta a la década de los años noventa del siglo pasado, cuando los excombatientes de la llamada resistencia afgana, mejor conocidos como “muyahidines”, se organizaron para enfrentar a los invasores soviéticos a finales de los ochenta. Su finalidad era reinterpretar la Ley Islámica para su aplicación, para ello acordaron eliminar toda aquella influencia extranjera. Posteriormente, en el año de 1996, después de que los talibanes fueron capturados de la capital afgana, Kabul, se instauraron medidas estrictas e inhumanas en contra de las mujeres, así como también se prohibió toda expresión musical, la televisión y todas las fiestas que no fueran de influencia islámica. Una tiranía absoluta.
Después de una serie de atentados terroristas, en octubre de ese mismo año, aliados y tropas norteamericanas arribaron a Afganistán con el objetivo de desmantelar la asociación terrorista “Al Qaeda”, misma que años después sería utilizada como el pretexto perfecto para que Estados Unidos, por órdenes del exmandatario, George W. Bush, iniciara en dicho territorio una de las guerras más largas e injustificadas de la historia, la cual al “terminar” (si es que algún día se vislumbrará su verdadero final) desencadenaría una grave crisis política y humanitaria en la sociedad afgana.
Dicho lo anterior, es necesario remontarnos hasta la mañana del 11 de septiembre de 2001, año en que se llevaron a cabo una serie de atentados terroristas en distintas partes de Estados Unidos, presuntamente organizados por la red terrorista “Al Qaeda”, en los que fueron secuestrados diferentes aviones comerciales que posteriormente fueron impactados contra diversos objetivos, entre ellos el World Trade Center ubicado en Manhattan, Nueva York, el cual incluía a las legendarias Torres Gemelas. En este atentado terrorista, considerado como el más mortífero en la historia de la humanidad, murieron un aproximado de 2,990 personas, 24 más desaparecieron y más de 24,000 resultaron heridas. Las pérdidas económicas registradas después de los atentados terroristas ascendieron a 10 mil millones de dólares aproximadamente, por lo que tal suceso sirvió de antesala a la denominada “guerra contra el terrorismo” encabezada por el exmandatario anteriormente mencionado, la cual inició con la invasión a Afganistán en octubre de 2001.
Cabe resaltar que por más de dos décadas los talibanes se enfrentaron al gobierno afgano, respaldado por los Estados Unidos, así como a las fuerzas aliadas, dejando a su paso miles de pérdidas humanas, tanto de tropas militares como por parte de la propia sociedad civil. Ahora los talibanes han recuperado el control de la capital Kabul, aprovechando la precipitada y desatinada decisión de Biden de retirar las tropas norteamericanas de ese territorio y sembrando de nueva cuenta el terror en
su población, la cual sabe muy bien que no descansarán hasta proclamar un nuevo Emirato Islámico, sin importar las consecuencias que esto pueda traer consigo.
Los estragos de este conflicto armado pueden verse en los exmilitares estadounidenses y británicos. Veinte años de guerra no cualquiera los soporta y la indignación por parte de ellos después de todo este tiempo es notoria y totalmente justificable. El testimonio de un exintegrante de la fuerza militar británica en Afganistán de nombre Jack Cummings, quien en una misión perdió ambas piernas, se volvió viral al poco tiempo de haber sido publicado en su cuenta oficial de Twitter:
“¿Valió la pena? Probablemente no. Parece que perdí mis piernas por nada. Que mis compañeros murieron en vano […] Estoy enojado, estoy triste, me siento traicionado. Perdí mis piernas por nuestro país y ver lo que está sucediendo en Afganistán es horrible y desgarrador […] Me ha dejado totalmente en un sinsentido y sé que no soy el único. Hablando con mis compañeros, todos lo sienten. Y algunos están luchando en este momento” (BBC, 19/VIII/21).
Por su parte, el jefe del Estado Mayor Mark Miller, durante una rueda de prensa llevada a cabo en el Pentágono, emitió un vergonzoso discurso dirigido hacia los veteranos de guerra en el que aseguró que todo militar, independientemente del rango que haya tenido en el ejército, debe de permanecer con la “cabeza bien alta” ya que “por más de veinte años, hemos evitado un ataque en territorio de Estados Unidos” (BBC, 19/VIII/21). Parece ser que a este jefe se le olvidó que inclusive el propio Bush reconoció por allá del 2008 que había sido un error haberse fiado de los informes de inteligencia de su país de ese entonces, mismos que años después aseguraron que en los países invadidos jamás se encontraron las famosas armas de destrucción masiva que supuestamente amenazaban la seguridad nacional. Al final, son aquellos veteranos de guerra los que permanecerán marcados, tanto física como psicológicamente por el resto de sus vidas, así que: ¿De qué amenaza de ataque habrá hablado este cínico señor?
Mientras tanto, reflexionemos con tan trágicas imágenes de todos aquellos inocentes que huyen despavoridos de su propio país después de que a un desinteresado mandatario se le ocurriera en un instante supuestamente “terminar” con una guerra que, para su desgracia, será felizmente continuada por religiosos extremistas sin ningún respeto por la vida humana:
Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com/internacional/2021/08/17/afganistan-talibanes-avion-video-caida-vacio-eeuu-56295727.html
Saben del terror que les espera a manos de los talibanes y ante esto la inacción por parte de organismos internacionales como la ONU es evidente. ¡Fuerza y bendiciones para la gente de Afganistán!
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana y maestrante en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México |
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