El día viernes 19 de octubre del año en curso, poco antes de las 13:00 horas, cientos de migrantes integrantes de una caravana procedente de Honduras derribaron una reja metálica que rodeaba las instalaciones aduanales establecidas en la frontera de Tecún Umán, en Guatemala, con el objetivo de ingresar más tarde a territorio mexicano. Posteriormente, después de haber derribado aquella reja dieron inicio a su recorrido por el puente “Rodolfo Robles”, que se encuentra ubicado encima del río Suchiate.
Al final de este puente, los migrantes se aglutinaron frente a las rejas de más de dos metros de altura que delimita la frontera con México, mismas que permanecían cerradas a pesar de la llegada del contingente. La presencia de la Policía Federal en el lugar comenzó a tensar el ambiente debido al temor del contingente por la posibilidad de sufrir una represión violenta, ya que eran cientos de familias las que demandaban entrar al país, inclusive algunas de ellas nadando sobre las aguas del mencionado río.
Como suele ocurrir en conglomeraciones numerosas fuera de control, casi treinta minutos después de las 13:00 horas, hora del centro, la caravana de migrantes consiguió burlar la reja de la frontera e irrumpió en territorio mexicano. Ante esto, las autoridades mexicanas intentaron acorralar la zona, exhortando a los cientos de migrantes a ingresar de forma ordenada. Obviamente esto fue imposible, ya que cada vez eran más y más las personas que desesperadamente intentaban entrar, así fuera de manera ilegal.
Poco a poco la situación se fue saliendo de control, al grado de que los migrantes comenzaron a agredir con palos y piedras a los más de 300 elementos de la Policía Federal que inútilmente formaban un cerco para contener el ingreso masivo. Pese a la agresión, ningún agente recurrió a la fuerza física para defenderse, y es que con semejante contingente migratorio resultaba imposible que con pura fuerza humana se impidiera el paso a todo aquel que deseara continuar con su camino hacia el “sueño americano”. Y hago uso de esta última expresión en referencia a los Estados Unidos, por supuesto, porque es necesario aclarar que el último destino para la mayoría de estos migrantes es ese.
Toda esta situación generó una oleada de comentarios de todo tipo en las principales redes sociales mientras se informaba de cómo la caravana ingresaba sin control a territorio mexicano. Desde comentarios en contra hasta comentarios a favor, la opinión pública se dividió radicalmente en dos sectores que no escatimaron en expresar su apoyo y repudio hacia aquellos excluidos que apresuradamente dejaban atrás a sus países de origen. Claro está que aunque en miles de comentarios negativos se haya condenado la llegada de extranjeros a México por parte de aquellos mexicanos preocupados por el bienestar de su familia y su economía, no se les debe de enjuiciar y mucho menos de violentar,
porque aunque a mucha otra gente nos parezca lamentable tal posición (yo me incluyo en este sector) vivimos en un país que hoy más que nunca debe de defender la libertad de expresión, así exprese un posicionamiento completamente contrario al nuestro.
Tiempo después de los hechos ocurridos en esta frontera, el todavía Presidente Constitucional, Enrique Peña Nieto, a través de un video emitido desde la Presidencia de la República advirtió que su gobierno no iba a permitir el ingreso de migrantes al país de forma violenta, pronunciando el siguiente mensaje: “Los integrantes de la caravana podrán solicitar el ingreso por las vías que establecen nuestras leyes y el derecho internacional. Como cualquier país soberano, México no permite ni permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular y mucho menos de forma violenta. El ingreso violento al país no sólo atenta contra nuestra soberanía, también pone en riesgo a los propios migrantes, especialmente a niñas, niños, mujeres y adultos mayores”.
Es aquí que hago énfasis en el análisis de la migración desde una perspectiva política y socioeconómica. Primeramente, se tiene que tener presente que el fenómeno de la migración ha sido una consecuencia directa de la globalización, entendiendo a ésta como un proceso socioeconómico de integración mundial que ha permeado de igual manera los ámbitos sociales, culturales y tecnológicos del planeta, propiciando así la conexión permanente entre las naciones. Como era de suponerse, el detonante principal de dicha conexión fue el crecimiento del capitalismo, que no únicamente trajo consigo el progreso con la mercantilización de prácticamente todo, sino también la desigualdad y la exclusión social que hasta la fecha sigue afectando a aquellos países que no cumplen en su totalidad con la principal regla del juego; la consolidación y consecuente expansión del flujo comercial global.
De esta manera, la migración ejemplifica de forma perfecta una de las principales consecuencias de la desigualdad, que consecuentemente reproduce la necesidad de transportarse a otro territorio con el propósito de alcanzar una mejor calidad de vida la cual, por circunstancias ajenas a la persona que emigra, no logra obtener en su propio país.
Por otra parte, no es que los migrantes decidan trasladarse hacia otros horizontes con la finalidad de hacer turismo, más bien, es la falta de oportunidades en sus naciones de origen las que los obligan a buscar un sustento en otra parte, principalmente económico. Por esto mismo, resulta preocupante leer análisis reduccionistas en donde verdaderamente se crea de manera errada que se reflexiona desde una perspectiva meramente nacionalista, sosteniendo que toda persona debe de quedarse en su país de origen, así sus condiciones educativas, sociales, políticas, culturales y económicas resulten deplorables para el desarrollo y el bienestar humano.
Dicho esto último lo que quiero dar a entender es que si únicamente se piensa en la migración como un problema meramente sociocultural, se está cayendo en un espiral de análisis superficiales y, en el peor de los casos xenófobos que no van más allá de la conglomeración expuesta en los flujos humanos como los que
vimos el pasado viernes. Así, se presenta el reto de analizarlos desde su vertiente política también, ya que como lo mencioné anteriormente; si miles de personas deciden dejar atrás su país de origen para arriesgarse a explorar nuevos horizontes fronterizos, no es por gusto, sino por necesidad. Aquella que inclusive obliga a exponer la propia vida debido a carencias que por obligación, cualquier Estado debe de solventar sin excepción de raza, color de piel, orientación sexual y estatus socioeconómico.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. |
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